Añadir a mi grupo de amigos/usuarios favoritos
Puedes añadirle por nombre de usuario o por email (si él/ella ha accedido a ser encontrado por correo)
También puedes añadir usuarios favoritos desde su perfil o desde sus críticas
Nombre de grupo
Crear nuevo grupo
Crear nuevo grupo
Modificar información del grupo
Aviso
Aviso
Aviso
Aviso
El siguiente(s) usuario(s):
Group actions
You must be a loged user to know your affinity with Juan Marey
- Recomendaciones
- Estadísticas
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Juan Marey:
7
Voto de Juan Marey:
7
6.9
91
Drama
Giovanni Episcopo es un modesto empleado de archivo que vive tranquilo y feliz, dividiendo su vida entre el trabajo y la habitación en una pensión regentada por una modesta familia. Una noche tras salir a dar una vuelta con los compañeros del trabajo, conoce de manera rocambolesca a Giulio Wanzer, un "aventurero" que vive de su ingenio y que lo único que busca es ascender socialmente. Wanzer se hace amigo suyo ya que sabe que Giovanni ... [+]
15 de agosto de 2024
15 de agosto de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Tras el éxito mundial alcanzado con “Roma Città Aperta”, Aldo Fabrizi había comprado los derechos de la novela “Giovanni Episcopo” de Gabriele D'Annunzio, posterormente la producción cinematográfica se le encargó a Alberto Lattuada, con el propio Fabrizi como protagonista. Lattuada la rodó justo antes de “Senza pieta” y “Il mulino del Po”, sin duda sus obras más conocidas y de mayor madurez, estrenada en pleno período neorrealista, al que sin embargo no se puede adscribir completamente, es más bien uno de esos dramas sentimentales que habían caracterizado sus primeras películas, tiene un guion firmado por el propio autor y por algunos monstruos sagrados del cine italiano, como Suso Cecchi D'Amico, Federico Fellini (con quien Lattuada colaborará en posteriores ocasiones), Piero Tellini (guionista por ejemplo de “Campo de' fiore” o “L'onorevole Angelina”), y Aldo Fabrizi, a quien debe una destacada actuación como protagonista principal. Ambientada en una Roma irreconocible, oscura y brumosa, entre los siglos XIX y XX, la película cuenta con una magnífica ambientación de época que casi traspasa la pantalla y se adhiere a la mirada del espectador, a la que ayudará no poco la excelente fotografía en blanco y negro de Aldo Tonti. En el apartado interpretativo, junto a un excelente Aldo Fabrizi, encontramos a la exuberante Yvonne Sanson en el papel de Ginevra, a Roldano Lupi en el de Bruno Wanzer y, en un papel secundario, a Alberto Sordi en una de sus primeras apariciones cinematográficas destacadas.
El cineasta milanés vuelve a los dramas sentimentales que caracterizaron sus primeras películas. Lattuada nos presenta como protagonista a un modesto empleado de oficina que desea escapar de su insignificante vida, en este caso su impulso nace de conocer a otro personaje opuesto a él, un mujeriego y vividor que finge ser su amigo para en realidad “sablearlo” todo lo posible, el deseo de ser como él, en especial respecto a las mujeres, alcanzará cotas de humillación patológica. Aldo Frabrizi nos recuerda en este personaje tan indefenso y humillado al Edward G. Robinson de “Perversidad” (Fritz Lang, 1945), en la que quizás se inspirasen los guionistas aunque el texto original sea una obra de Grabiele D’Annunzio bastante anterior. Que esté contada en primera persona –incluso con planos subjetivos en el inicio y el final– impresiona más por la tremenda confesión que supone su relato, sin tener piedad para consigo mismo ni querer justificar su delito final; rodada con marcados claroscuros en función del momento psicológico del personaje, poco se puede objetar a una dirección modélica que era la habitual en Lattuada durante estos primeros años de carrera, de nuevo el conflicto de clase social está presente, entre el trabajador, que en el fondo muestra aspiraciones burguesas, y el aristócrata que no es más que un parásito de quien el protagonista no puede separarse, convirtiéndolo no tanto en víctima de aquellos que lo roban, sino de un sistema y unas élites corruptas que no le ofrecen la mínima protección y lo condenan a la miseria.
Una estupenda película, una obra poderosa y conmovedora revestida de una irresistible patina de tristeza, uno de los títulos más atractivos del periodo más brillante de la filmografía de su artífice. Evidentemente, la película pertenece sobre todo a Lattuada, por supuesto, pero también a un magistral Aldo Fabrizi en uno de los papeles más importantes de su infravalorada carrera artística, el único actor capaz de dar al pobre Giovanni Episcopo la desgarradora conciencia de lo solitario, lo bueno, lo reprimido y desesperado que está.
El cineasta milanés vuelve a los dramas sentimentales que caracterizaron sus primeras películas. Lattuada nos presenta como protagonista a un modesto empleado de oficina que desea escapar de su insignificante vida, en este caso su impulso nace de conocer a otro personaje opuesto a él, un mujeriego y vividor que finge ser su amigo para en realidad “sablearlo” todo lo posible, el deseo de ser como él, en especial respecto a las mujeres, alcanzará cotas de humillación patológica. Aldo Frabrizi nos recuerda en este personaje tan indefenso y humillado al Edward G. Robinson de “Perversidad” (Fritz Lang, 1945), en la que quizás se inspirasen los guionistas aunque el texto original sea una obra de Grabiele D’Annunzio bastante anterior. Que esté contada en primera persona –incluso con planos subjetivos en el inicio y el final– impresiona más por la tremenda confesión que supone su relato, sin tener piedad para consigo mismo ni querer justificar su delito final; rodada con marcados claroscuros en función del momento psicológico del personaje, poco se puede objetar a una dirección modélica que era la habitual en Lattuada durante estos primeros años de carrera, de nuevo el conflicto de clase social está presente, entre el trabajador, que en el fondo muestra aspiraciones burguesas, y el aristócrata que no es más que un parásito de quien el protagonista no puede separarse, convirtiéndolo no tanto en víctima de aquellos que lo roban, sino de un sistema y unas élites corruptas que no le ofrecen la mínima protección y lo condenan a la miseria.
Una estupenda película, una obra poderosa y conmovedora revestida de una irresistible patina de tristeza, uno de los títulos más atractivos del periodo más brillante de la filmografía de su artífice. Evidentemente, la película pertenece sobre todo a Lattuada, por supuesto, pero también a un magistral Aldo Fabrizi en uno de los papeles más importantes de su infravalorada carrera artística, el único actor capaz de dar al pobre Giovanni Episcopo la desgarradora conciencia de lo solitario, lo bueno, lo reprimido y desesperado que está.