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El delito de Giovanni Episcopo

Drama Giovanni Episcopo es un modesto empleado de archivo que vive tranquilo y feliz, dividiendo su vida entre el trabajo y la habitación en una pensión regentada por una modesta familia. Una noche tras salir a dar una vuelta con los compañeros del trabajo, conoce de manera rocambolesca a Giulio Wanzer, un "aventurero" que vive de su ingenio y que lo único que busca es ascender socialmente. Wanzer se hace amigo suyo ya que sabe que Giovanni ... [+]
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5
14 de febrero de 2023 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Navegando entre el melodrama, el drama costumbrista y el cine de época y con un aire neorrealista en ciernes.
No cuaja a mi entender, por el ensamblaje del guión, unas cuantas situaciones más que forzadas y encajadas con calzador de cualquier manera.
Uno de los firmantes del guión es Fellini, pues desde luego el guión es flojito rozando la bazofia, tosco y ramplón, sobre todo del nudo al desenlace, una auténtica maestría de chapucería.
Por mucho que esté basado en una novela de Gabrielle D'annunzio.
Que por cierto, influiría mucho muchísimo en la ideología fascista de Mussolini.

Aún así tiene, ciertos detalles en la filmación de las calles, intentado recrear esa época 1900, con la secuencia de año nuevo y alguna otra que ya reflejan la pericia visual de Lattuada.
Su padre Felice Lattuada, se encargo de la música, otro de los fiascos de la película.
Mal metida, con constantes subrayados y un mal gusto compositivo que chirria a los oídos.

La actriz griega Yvonne Sanson, está forzada en sus apariciones y nada creíble en el personaje de buscona pérdida, no encaja en el papel, pero ni siquiera Aldo Fabrizi, en muchos pasajes, se muestra inverosímil, está como perdido ante la cámara, una cosa muy extraña, desde luego el papel que interpreta es el de un pobre hombre, pero la composición que crea es poco plausible en muchos momentos, está además mal dirigido, es algo curioso, para analizar.

Las escenas del niño, están rodadas de cualquier manera, como si tuvieran mucha prisa por acabarlas, metidas de pegote y es de las interpretaciones más exageradamente pobres, forzadas que he visto de un niño.
La dirección actoral deja mucho que desear.
Sale Alberto Sordi, en un papel secundario de chulapo gañan.

Como he dicho falla la construcción del guión con unas cuantas situaciones escritas sin imaginación ni sentido narrativo, una pena, pues hubiera salido algo sólido, así es un buñuelo que se derrite antes de ser digerido.
Cayendo finalmente en un melodrama rancio.

Con todo, la película tiene un notable vestuario y algunas secuencias, como la del archivo al principio, rodadas con ese aire documental, que años después puliría con gran estilo Alberto Lattuada.
Para amantes y nostálgicos del melodrama agusanado con tintes bobalicones y situaciones forzadas.
P.D
Cómo curiosidad salen de figurantes, haciendo de bailarinas Silvana Mangano y Gina Lollobrigida.
Hay que aguzar la vista para localizarlas, sobre todo a la Gina.
7
15 de agosto de 2024 Sé el primero en valorar esta crítica
Tras el éxito mundial alcanzado con “Roma Città Aperta”, Aldo Fabrizi había comprado los derechos de la novela “Giovanni Episcopo” de Gabriele D'Annunzio, posterormente la producción cinematográfica se le encargó a Alberto Lattuada, con el propio Fabrizi como protagonista. Lattuada la rodó justo antes de “Senza pieta” y “Il mulino del Po”, sin duda sus obras más conocidas y de mayor madurez, estrenada en pleno período neorrealista, al que sin embargo no se puede adscribir completamente, es más bien uno de esos dramas sentimentales que habían caracterizado sus primeras películas, tiene un guion firmado por el propio autor y por algunos monstruos sagrados del cine italiano, como Suso Cecchi D'Amico, Federico Fellini (con quien Lattuada colaborará en posteriores ocasiones), Piero Tellini (guionista por ejemplo de “Campo de' fiore” o “L'onorevole Angelina”), y Aldo Fabrizi, a quien debe una destacada actuación como protagonista principal. Ambientada en una Roma irreconocible, oscura y brumosa, entre los siglos XIX y XX, la película cuenta con una magnífica ambientación de época que casi traspasa la pantalla y se adhiere a la mirada del espectador, a la que ayudará no poco la excelente fotografía en blanco y negro de Aldo Tonti. En el apartado interpretativo, junto a un excelente Aldo Fabrizi, encontramos a la exuberante Yvonne Sanson en el papel de Ginevra, a Roldano Lupi en el de Bruno Wanzer y, en un papel secundario, a Alberto Sordi en una de sus primeras apariciones cinematográficas destacadas.

El cineasta milanés vuelve a los dramas sentimentales que caracterizaron sus primeras películas. Lattuada nos presenta como protagonista a un modesto empleado de oficina que desea escapar de su insignificante vida, en este caso su impulso nace de conocer a otro personaje opuesto a él, un mujeriego y vividor que finge ser su amigo para en realidad “sablearlo” todo lo posible, el deseo de ser como él, en especial respecto a las mujeres, alcanzará cotas de humillación patológica. Aldo Frabrizi nos recuerda en este personaje tan indefenso y humillado al Edward G. Robinson de “Perversidad” (Fritz Lang, 1945), en la que quizás se inspirasen los guionistas aunque el texto original sea una obra de Grabiele D’Annunzio bastante anterior. Que esté contada en primera persona –incluso con planos subjetivos en el inicio y el final– impresiona más por la tremenda confesión que supone su relato, sin tener piedad para consigo mismo ni querer justificar su delito final; rodada con marcados claroscuros en función del momento psicológico del personaje, poco se puede objetar a una dirección modélica que era la habitual en Lattuada durante estos primeros años de carrera, de nuevo el conflicto de clase social está presente, entre el trabajador, que en el fondo muestra aspiraciones burguesas, y el aristócrata que no es más que un parásito de quien el protagonista no puede separarse, convirtiéndolo no tanto en víctima de aquellos que lo roban, sino de un sistema y unas élites corruptas que no le ofrecen la mínima protección y lo condenan a la miseria.

Una estupenda película, una obra poderosa y conmovedora revestida de una irresistible patina de tristeza, uno de los títulos más atractivos del periodo más brillante de la filmografía de su artífice. Evidentemente, la película pertenece sobre todo a Lattuada, por supuesto, pero también a un magistral Aldo Fabrizi en uno de los papeles más importantes de su infravalorada carrera artística, el único actor capaz de dar al pobre Giovanni Episcopo la desgarradora conciencia de lo solitario, lo bueno, lo reprimido y desesperado que está.
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