Hay que ser sinceros: yo veo esta película porque sé lo que me va a ofrecer y porque sé que me va a ofrecer lo mismo que me ofrecía la primera, la del 2018, y porque disfruto las situaciones narradas y descritas: un mundo destruido, unos supervivientes nómadas envueltos en una permanente situación de peligro, monstruos muy violentos y aparentemente invencibles...Eso se disfruta porque eso es el género al que se debe la narración. La película entretiene, pero no por eso es una buena película. No porque sea una repetición de la primera, que también, sino porque mantiene los mismos clichés, los mismos errores y las mismas incoherencias que la primera: no hay quien se crea que Millicent Simmonds y Noah Jupe son hermanos, porque se parecen como un huevo a una castaña; Millicent Simmonds es un genio, porque sólo a esta niña (¡después de más de un año de la invasión extraterrestre!) se le ocurre que a los monstruos se les puede destruir mediante sonidos acoplados y desagradables. Así que Bobby Darin no vale.

Luego están los clichés: la familia en peligro; los chavales que tienen que madurar rápido y protegerse a sí mismos; los malos del muelle a los que, por supuesto, se cargan los monstruos; el egoísta (Cillian Murphy) que se acaba volviendo solidario, porque tiene que redimirse como sea; la comunidad idílica de la isla, de la que, por cierto, no se explica nada; o el saqueo de la farmacia, que parece una secuencia obligada en este tipo de narraciones tipo "The Walking Dead"...La eliminación del sonido en algunos pasajes, como para "meternos" en la cabeza de Millicent Simmonds, auténtica protagonista del relato, resulta absurda y desafortunada, en mi humilde opinión.

Al ver cine de ciencia-ficción, se le pide al espectador que deje a un lado la incredulidad y la verosimilitud; pero en esta película hay tantas incoherencias que el espectador puede pensar que aquí importa más, mucho más, crear tensión dramática, y sustos, muchos sustos, que una historia creíble.