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5.8
29,420
Cine negro. Thriller
Dos ex-convictos no demasiado brillantes son contratados para asaltar una lucrativa partida ilegal de poker. Las culpas recaerán sobre el organizador del juego y los ladrones podrán empezar una nueva vida. Por desgracia, el dinero robado pertenece a la mafia, que se pone en contacto con el investigador y asesino Jackie Cogan para encontrar a los culpables. (FILMAFFINITY)
21 de abril de 2013
21 de abril de 2013
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El realizador Andrew Dominik vuelve de la mano de Brad Pitt como productor, repitiendo el tándem de la nada despreciable "El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford". En este caso adaptando una novela de George W. Higgins, conocido escritor de novelas criminales ambientadas en Boston en los años 70.
La trama no es nada original, ambientada en los bajos fondos de un lugar que bien podría ser Boston, pero que podría ser igualmente cualquier localidad norteamericana, un mafioso de poca monta, contrata a dos ex-convictos (interpretados por Sham Sepphard y Scott McNairy) para dar un palo en una lugar donde se juega al poker ilegalmente, y achacarle el golpe a Markie (Ray Liotta). Sin embargo, el grupo que controla el crimen organizado en la zona, cuya única cabeza visible es Driver (Richard Jenkins), se trae a un asesino muy peculiar, Jackie Cugan (Brad Pitt), el cual hará el encargo a su manera.
Lo primero que llama la atención es que Dominik ambienta la trama no en los años 70 como el libro que adapta sino en el 2008, el año de la ascensión de Obama a la presidencia. También es el año en el que está a la vuelta de la esquina la crisis mundial de la cual todavía no hemos visto la salida. Visto con perspectiva, la elección concreta del momento en que sucede los hechos que narra la película (que sabemos por la insistente presencia de discursos de Obama y Bush en televisiones y radios repartidas por toda la película), no es nada desacertada y hace un claro paralelismo con la situación de los años 70 en que estaba ambientada la idea original y nuestros días. De alguna forma, Dominik trata de reflejar lo que se podría llamar "el segundo desencanto" de la sociedad norteamericana. Tras el desastre de Vietnam y el escándalo del "Watergate", la ascendente presencia de la figura Obama en el siglo XXI ha significado otra decepción ya que no ha servido para sacar a la economía de una crisis que ha puesto de manifiesto las enormes desigualdades sociales que vive el país. Y por extensión prácticamente todo el planeta.
con este trasfondo, no es nada extraño ver como los personajes del film se mueven por intereses puramente económicos. El que organiza el golpe casi por pura avaricia, y como él mismo dice, "mejor hacerlo yo antes que a otro se le ocurra lo mismo", los dos pringados que utiliza para darse durante un corto lapso de tiempo la gran vida, los invisibles jefes mafiosos para dar ejemplo y no les fastidien los negocios. El propio Jackie Cugan ve su actividad como una transacción, aunque la lleve a cabo de una forma bien particular. Pese a que tarda en aparecer, es sin lugar a dudas el eje sobre el gira toda la acción. Su frialdad, sus métodos poco ortodoxos le hacen aparecer, cuanto menos, como un asesino muy peculiar. Aunque para peculiar el personaje que compone James Gandolfini.
De esta forma, con una historia más bien típica, Dominik construye un film extraño que, como hizo con el western, deconstruye los códigos del cine negro, para presentarnos unos paisajes desvastados, prácticamente en ruinas, reflejo de una sociedad deteriorada que busca la satisfacción inmediata y el disfrute como si no hubiera un mañana. Un mensaje nihilista en el que se refleja cierta desesperanza en los tiempos que están por venir.
La trama no es nada original, ambientada en los bajos fondos de un lugar que bien podría ser Boston, pero que podría ser igualmente cualquier localidad norteamericana, un mafioso de poca monta, contrata a dos ex-convictos (interpretados por Sham Sepphard y Scott McNairy) para dar un palo en una lugar donde se juega al poker ilegalmente, y achacarle el golpe a Markie (Ray Liotta). Sin embargo, el grupo que controla el crimen organizado en la zona, cuya única cabeza visible es Driver (Richard Jenkins), se trae a un asesino muy peculiar, Jackie Cugan (Brad Pitt), el cual hará el encargo a su manera.
Lo primero que llama la atención es que Dominik ambienta la trama no en los años 70 como el libro que adapta sino en el 2008, el año de la ascensión de Obama a la presidencia. También es el año en el que está a la vuelta de la esquina la crisis mundial de la cual todavía no hemos visto la salida. Visto con perspectiva, la elección concreta del momento en que sucede los hechos que narra la película (que sabemos por la insistente presencia de discursos de Obama y Bush en televisiones y radios repartidas por toda la película), no es nada desacertada y hace un claro paralelismo con la situación de los años 70 en que estaba ambientada la idea original y nuestros días. De alguna forma, Dominik trata de reflejar lo que se podría llamar "el segundo desencanto" de la sociedad norteamericana. Tras el desastre de Vietnam y el escándalo del "Watergate", la ascendente presencia de la figura Obama en el siglo XXI ha significado otra decepción ya que no ha servido para sacar a la economía de una crisis que ha puesto de manifiesto las enormes desigualdades sociales que vive el país. Y por extensión prácticamente todo el planeta.
con este trasfondo, no es nada extraño ver como los personajes del film se mueven por intereses puramente económicos. El que organiza el golpe casi por pura avaricia, y como él mismo dice, "mejor hacerlo yo antes que a otro se le ocurra lo mismo", los dos pringados que utiliza para darse durante un corto lapso de tiempo la gran vida, los invisibles jefes mafiosos para dar ejemplo y no les fastidien los negocios. El propio Jackie Cugan ve su actividad como una transacción, aunque la lleve a cabo de una forma bien particular. Pese a que tarda en aparecer, es sin lugar a dudas el eje sobre el gira toda la acción. Su frialdad, sus métodos poco ortodoxos le hacen aparecer, cuanto menos, como un asesino muy peculiar. Aunque para peculiar el personaje que compone James Gandolfini.
De esta forma, con una historia más bien típica, Dominik construye un film extraño que, como hizo con el western, deconstruye los códigos del cine negro, para presentarnos unos paisajes desvastados, prácticamente en ruinas, reflejo de una sociedad deteriorada que busca la satisfacción inmediata y el disfrute como si no hubiera un mañana. Un mensaje nihilista en el que se refleja cierta desesperanza en los tiempos que están por venir.