El hiperactivo Matt Damon se embarca esta vez en lo que parece una película menor, pero que tiene muchos elementos para sorprender al espectador escéptico. Son muchos los giros de Destino oculto, y lo que parece al principio una película de ciencia-ficción con un toque distópico, deriva hacia la metafísica con un toque romántico. Extrañísimo, pero cierto.
Destino oculto, basada en un relato de Philip K. Dick, plantea una cuestión que siempre ha rondado la existencia del hombre: ¿tenemos realmente libre albedrío o nuestro destino está controlado por una fuerza superior? El protagonista, Norris, encarnado por el eficiente y siempre solvente Matt Damon, es un político caído en desgracia que se enamora de una chica bastante peculiar (qué sosa esta Emily Blunt). Pero este amor no entra dentro de los planes de un extraño grupo de hombres trajeados que parece controlar los destinos de la humanidad... y no cuento más.
Destino oculto sabe conjugar con efectividad el entretenimiento, la originalidad narrativa y los pequeños espacios para la reflexión. La historia puede ser tachada de inverosímil, pero si te adentras en su juego, el buen rato está asegurado. Si se aceptan sus presupuestos, Destino oculto está lleno de elementos bastante originales y sorprendentes. Y aunque al final mezcle la cursilería romántica con la metafísica, mezcla casi suicida, Destino oculto merece mi aplauso por su originalidad y su ritmo. Tal vez me gustó más porque esperaba poco de ella. El caso es que Destino oculto sabe jugar bien sus bazas, por extraña o incluso disparatada que pueda parecer su historia.