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Voto de Chris Jiménez:
8
Terror Inspirada en el relato homónimo de Edgar Allan Poe (1809-1849). Philip Winthrop (Mark Damon), un joven muy apuesto, se presenta en la sombría mansión de los Usher para pedir la mano de su amada Madeline, pero Roderick Usher (Vincent Price), el hermano de ella, se opone al matrimonio alegando que Madeline padece una extraña enfermedad que acabará pronto con su vida. Esa misma noche, hechos sobrecogedores comienzan a ocurrir en la ... [+]
4 de agosto de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"¿Qué era lo que me desalentaba en mi contemplación de la casa Usher? Misterio irresoluble...y no era capaz de luchar contra los sombríos pensamientos congregados a mi alrededor mientras reflexionaba. Observé la imagen reflejada de los grises juncos, los espectrales troncos, los vacíos ventanales, como ojos...".

Este narrador anónimo posee una habilidad envidiable para lograr que el lector asuma su mismo punto de vista, y estremecedora, pues sucede casi inconscientemente mientras avanza la prosa, poética y melancólica, que arrastra al alma del mencionado narrador/lector. La mansión será descrita como un personaje vivo para llegar a convertirse en uno de los más famosos de la obra de Allan Poe, publicada allá por 1.839 y que siempre, desde los tiempos del mudo, ha contado con muchas adaptaciones en el 7.º Arte, siendo la última una versión británica filmada por Ivan Barnett en 1.949.
Sin embargo la que el público suele conocer mejor pertenece a la autoría de un Corman que con 34 años y tras alzarse no sólo como rey de A.I.P., sino de toda la serie "B" del momento (pues invirtiendo ínfimos presupuestos lograba grandes recaudaciones), desea adaptar ese relato legendario del autor, amparado en el dominio público, pero, harto de rodajes precarios y limitaciones, insta a sus productores, y éstos así lo habían pensado ya, a usar más dinero. El resultado es el proyecto más ambicioso de la compañía, y el de Detroit puede gozar del uso del color, del CinemaScope, de grandes decorados y del gran Vincent Price encabezando el reparto.

Eso no significa que no haga uso de su destreza para sacar provecho del tiempo y el dinero; terminará en dos semanas y para la memorable secuencia inicial coloca sus cámaras en un bosque incendiado el día anterior. Bosque de árboles desnudos, cortezas mugrientas y neblina constante plasma el tétrico escenario ya imaginado por Poe, ese que al narrador producía "un malestar en el corazón, una irremediable tristeza mental" al contemplarlo mientras avanzaba a través de él. El magnífico Richard Matheson expande los límites de la corta historia dándole, a su manera, una dimensión mucho más amplia y una extraña musicalidad literaria a los diálogos.
Ahora ese narrador tiene nombre, Philip, y (como siempre se ha jugado con su identidad) quedará atrás su anonimato para ser el prometido de Madeline, presencia mucho más fuerte en esta versión que en la literaria (donde no olvidemos que el viaje del primero estaba incentivado por su conexión con Roderick, hermano de la anterior). Un mayordomo se une al cuadro actoral y a poco de llegar el visitante ya podemos ir tomando su punto de vista, pues se trata por entero de un individuo que, del mundo civilizado, guiado por la lógica y la razón, se entromete en otro muy distinto...

Así lo imagina Corman ayudado de la inestimable labor de Daniel Haller. Esta mansión Usher es una puerta hacia otra realidad y Poe se sentiría orgulloso de ver cómo las lúgubres y fantasmagóricas visiones con las cuales llenaba sus páginas toman forma y un tono particular de color en pantalla; gracias a la detallada expresión formal cada elemento del escenario está hecho para impregnarse en nuestros sentidos por múltiples vías como le sucede a Roderick, que magistral encarna ese Price teñido de rubio, débil, endeble y no así amenazador hasta la desesperación. Él y la chica son seres de cautividad y mortificación, unidos por una íntima simbiosis que podría cruzar lo incestuoso en un triángulo amoroso nunca revelado...
Por supuesto ajena a los ojos del recién llegado, individuo de cartón piedra, falsamente heroico, subyugado, al igual que ella, a esa locura invasiva que hace crujir las paredes y agrieta los techos. Locura alimentada por la desolación y el miedo, miedo a heredar el estigma de un linaje maldito; la propia mansión tiembla por la presencia extraña de Philip, sobresaliendo otra unión metafísica (entre ella y Roderick). Mientras tanto Burt Shonberg brinda sus dotes artísticas para los cuadros familiares que muestran esa tradición de pecado y terror transformada en ser viviente que hace del oxígeno irrespirable.

El cineasta va más allá de las formas expresionistas de aquel temprano cortometraje de los años '20 y hereda tanto de Tourneur y el horror gótico de la casa Hammer como del que estaba naciendo en Italia (aquel mismo 1.960 Bava estrenaría "La Máscara del Demonio"), planteando una modernidad para el género en terreno estadounidense. Formas de pesadilla penetran en la mente, apariciones de espectros perturban los sentidos, confundidos por los diferentes estallidos de colores; la irrealidad se adueña de este espacio cuyos registros sensibles van tan ligados a la muerte, la locura y la violencia.
La secuencia del sueño premonitorio que sufre Philip, deudora de los trazos alemanes de Murnau y Wiene, es donde mejor cristaliza la unión de elementos visuales y sonoros de la que hace gala Corman, quien alcanza el techo de su creatividad gracias a su elegante a la par que delirante concepción del terror. Sólo la progresiva degeneración aflora en esta atmósfera pegajosa y llena de telarañas, y lanzados somos a una carrera contrarreloj por romper esos lazos que atan el mundo real (Madeline) al de las fantasmagorías y los recuerdos (Roderick, la mansión); carrera inútil pues el pasado debe permanecer sepultado y hundido en su propia realidad.

Si bien la mansión encantada es ya un cliché del género, en el cuento de Poe y aquí dicho elemento es dotado de una trascendencia psicológica, emocional y filosófica y un sentido melodramático y romántico en su faceta más fatalista.
Director y guionista logran que esta sea de esas veces en que un "palacio de espíritus" proyecte desde sus recónditas entrañas el genuino espíritu del miedo. El resultado fascina y perturba, es un salto cualitativo para A.I.P. y el primero se gana por fin sus galones de maestro del cine de pleno derecho...
Chris Jiménez
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