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Voto de Chris Jiménez:
3
4.2
6,008
Thriller. Intriga
Atormentado por el extraño suicidio de una paciente, un prestigioso psicólogo abandona su consulta y se instala en Los Ángeles en busca del apoyo de su amigo Jim que, a su vez, se encuentra muy alterado por las incesantes amenazas de muerte de que está siendo objeto. Poco antes de ser asesinado, Jim confiesa que sospecha de cinco pacientes a los que está tratando en una terapia de grupo. (FILMAFFINITY)
28 de marzo de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sería un título apropiado para la película si se tratase de un "giallo", y tal vez posea ciertos toques que la emparenten más con el "thriller" italiano de antaño que con la ola del género en la cual se supone todos la encasillaron. Pero "El Color de la Noche" sólo pertenece a uno: el de las obras destinadas a ser un fiasco desde el primer momento...ni más ni menos.
Hay que tener en cuenta que se generó en un ambiente enrarecido, en esa Cinergi fundada por András G. Vajna tras separarse de Mario Kassar y que en sus primeros pasos sólo tuvo éxito con "Tombstone"; tal vez al comprobar el éxito de su colega con "Instinto Básico" decidió tener también su propio "thriller" "neo-noir" de tintes eróticos y dura violencia, siguiendo la moda del momento. Y para hacer las paces con el casi retirado Richard Rush por las traiciones sufridas durante el desarrollo de "Air America" (el robo y prostitución de su guión y un amargo despido), le trae con la promesa de libertad creativa. Todo esto fue una gran mentira, por supuesto...
Sin menospreciar la habilidad de un veterano como Rush, hombre de coraje cuyas peculiares obras llevan el sello de lo vanguardista con pleno derecho y que trece años antes entregó una obra maestra inclasificable del calibre de "El Especialista" (que le costó toda una década de su vida armar), uno observa atentamente cada secuencia, diálogo, actuación, interacción entre personajes y vuelta de tuerca de "El Color de la Noche" y lo único que percibe es el fracaso desde miles de millas de distancia. Sólo el prólogo ya causa una especie de náusea, de incomodidad ante la presencia de lo desagradable.
No es para menos con esa chiflada de tres al cuarto que hace cosas raras ante un espejo y tras discutir con su psiquiatra se arroja desde el despacho aterrizando 48 pisos más abajo. La técnica, de clara herencia "depalmaniana" (o mejor, "hitchcockiana"), resulta algo artificiosa, pero lo peor son unas frases expresadas con pesadez por los actores, diálogos cargantes y pretenciosos cortesía del novato Bill Ray cuyo trabajo fue corregido por Matthew Chapman. El psiquiatra en cuestión es Bruce Willis, queriendo salir del encasillamiento de héroe de acción y convirtiéndose en un anti-héroe torturado del "thriller" nada convincente (nada en absoluto, es menester subrayar esto).
Aun así el actor, que mantuvo una buena relación con Rush (curioso, pues su ego siempre resaltó frente a los directores), se esfuerza en ser creíble en la piel de Bill Capa, quien afectado por el suicidio de su paciente marcha a Los Angeles junto a su colega Moore. Pero termina metido, casi por voluntad propia, en una intriga peligrosa...ya que el guión requiere que termine metido en una intriga peligrosa, y esa es toda la razón que necesitamos; pero mucho antes de ser asesinado el pobre doctor al estilo de Argento (la destreza del neoyorkino sí brilla aquí entre claroscuros, ángulos inclinados y cruda violencia) hemos tenido que conocer, a la fuerza, a su grupo de terapia.
Soportar la primera hora de metraje es un esfuerzo realmente duro, y la culpa es de los personajes, insoportables, nerviosos, desquiciantes, una pandilla de idiotas atormentados y de turbios secretos que se mienten y escupen a la cara con total impunidad, o que cambian de estado de ánimo cada cinco segundos, mientras Willis, cabizbajo, masculla, se lamenta y se pasea las yemas de los dedos por la frente. Y se trata de unos actores de altura como Lance Henriksen, Brad Dourif, Lesley Warren o Scott Bakula, malogrados por un guión donde todo suena pedante y artificiosamente melodramático, sin la chispa maliciosa ni la dureza del de Joe Eszterhas.
La puntilla la da ese policía encarnado por el Rubén Blades más repulsivo que se pueda imaginar; otro personaje raro, que se balancea sin parar, tuerce el cuello y guiña los ojos, una versión peor de su homólogo al que daba vida Dennis Franz en "Vestida para Matar", y quien aparece de vez en cuando para compartir algo de información inútil con Capa, soltar alguna frase (no) chistosa y esfumarse. Tendremos que esperar mucho hasta que Rose haga acto de presencia, con la carita angelical de una jovencísima Jane March recién llegada de su éxito "El Amante"; configurada en la forma de "femme fatale" de la que empezamos a sospechar nada más aparecer, es muy interesante cómo termina uniéndose al protagonista.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
...Pero lo de March sigue siendo una elección fatal; una arrogante niñata que despreciaba las escenas eróticas cuando sólo gracias a ellas logró el éxito, y a las que culpó de hacer fracasar su carrera (pero no a su nula capacidad interpretativa, claro); para echar más leña al fuego su amante, uno de los productores, interfería todo el rato en dichas escenas dificultando los rodajes, y el cineasta, que tenía fe ciega en su película, se enzarzó con el tirano Vajna por el corte final; deseando el éxito comercial éste destrozó el metraje en la sala de edición para su estreno en cines...
Aquél sufrió un ataque cardíaco y acabó hospitalizado, las consecuencias de arriesgar en la industria de Hollywood, y "El Color de la Noche" se estrelló acorde a las predicciones, aunque funcionó bien en el VHS; después Rush, quien se retiró para siempre del cine, declaró que si todos la repudiaron fue porque sólo vieron el montaje de Vajna. Eso es falso. Es un horripilante desastre en las dos versiones...y en la suya más, pues la duración es mayor.
Hay que tener en cuenta que se generó en un ambiente enrarecido, en esa Cinergi fundada por András G. Vajna tras separarse de Mario Kassar y que en sus primeros pasos sólo tuvo éxito con "Tombstone"; tal vez al comprobar el éxito de su colega con "Instinto Básico" decidió tener también su propio "thriller" "neo-noir" de tintes eróticos y dura violencia, siguiendo la moda del momento. Y para hacer las paces con el casi retirado Richard Rush por las traiciones sufridas durante el desarrollo de "Air America" (el robo y prostitución de su guión y un amargo despido), le trae con la promesa de libertad creativa. Todo esto fue una gran mentira, por supuesto...
Sin menospreciar la habilidad de un veterano como Rush, hombre de coraje cuyas peculiares obras llevan el sello de lo vanguardista con pleno derecho y que trece años antes entregó una obra maestra inclasificable del calibre de "El Especialista" (que le costó toda una década de su vida armar), uno observa atentamente cada secuencia, diálogo, actuación, interacción entre personajes y vuelta de tuerca de "El Color de la Noche" y lo único que percibe es el fracaso desde miles de millas de distancia. Sólo el prólogo ya causa una especie de náusea, de incomodidad ante la presencia de lo desagradable.
No es para menos con esa chiflada de tres al cuarto que hace cosas raras ante un espejo y tras discutir con su psiquiatra se arroja desde el despacho aterrizando 48 pisos más abajo. La técnica, de clara herencia "depalmaniana" (o mejor, "hitchcockiana"), resulta algo artificiosa, pero lo peor son unas frases expresadas con pesadez por los actores, diálogos cargantes y pretenciosos cortesía del novato Bill Ray cuyo trabajo fue corregido por Matthew Chapman. El psiquiatra en cuestión es Bruce Willis, queriendo salir del encasillamiento de héroe de acción y convirtiéndose en un anti-héroe torturado del "thriller" nada convincente (nada en absoluto, es menester subrayar esto).
Aun así el actor, que mantuvo una buena relación con Rush (curioso, pues su ego siempre resaltó frente a los directores), se esfuerza en ser creíble en la piel de Bill Capa, quien afectado por el suicidio de su paciente marcha a Los Angeles junto a su colega Moore. Pero termina metido, casi por voluntad propia, en una intriga peligrosa...ya que el guión requiere que termine metido en una intriga peligrosa, y esa es toda la razón que necesitamos; pero mucho antes de ser asesinado el pobre doctor al estilo de Argento (la destreza del neoyorkino sí brilla aquí entre claroscuros, ángulos inclinados y cruda violencia) hemos tenido que conocer, a la fuerza, a su grupo de terapia.
Soportar la primera hora de metraje es un esfuerzo realmente duro, y la culpa es de los personajes, insoportables, nerviosos, desquiciantes, una pandilla de idiotas atormentados y de turbios secretos que se mienten y escupen a la cara con total impunidad, o que cambian de estado de ánimo cada cinco segundos, mientras Willis, cabizbajo, masculla, se lamenta y se pasea las yemas de los dedos por la frente. Y se trata de unos actores de altura como Lance Henriksen, Brad Dourif, Lesley Warren o Scott Bakula, malogrados por un guión donde todo suena pedante y artificiosamente melodramático, sin la chispa maliciosa ni la dureza del de Joe Eszterhas.
La puntilla la da ese policía encarnado por el Rubén Blades más repulsivo que se pueda imaginar; otro personaje raro, que se balancea sin parar, tuerce el cuello y guiña los ojos, una versión peor de su homólogo al que daba vida Dennis Franz en "Vestida para Matar", y quien aparece de vez en cuando para compartir algo de información inútil con Capa, soltar alguna frase (no) chistosa y esfumarse. Tendremos que esperar mucho hasta que Rose haga acto de presencia, con la carita angelical de una jovencísima Jane March recién llegada de su éxito "El Amante"; configurada en la forma de "femme fatale" de la que empezamos a sospechar nada más aparecer, es muy interesante cómo termina uniéndose al protagonista.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
...Pero lo de March sigue siendo una elección fatal; una arrogante niñata que despreciaba las escenas eróticas cuando sólo gracias a ellas logró el éxito, y a las que culpó de hacer fracasar su carrera (pero no a su nula capacidad interpretativa, claro); para echar más leña al fuego su amante, uno de los productores, interfería todo el rato en dichas escenas dificultando los rodajes, y el cineasta, que tenía fe ciega en su película, se enzarzó con el tirano Vajna por el corte final; deseando el éxito comercial éste destrozó el metraje en la sala de edición para su estreno en cines...
Aquél sufrió un ataque cardíaco y acabó hospitalizado, las consecuencias de arriesgar en la industria de Hollywood, y "El Color de la Noche" se estrelló acorde a las predicciones, aunque funcionó bien en el VHS; después Rush, quien se retiró para siempre del cine, declaró que si todos la repudiaron fue porque sólo vieron el montaje de Vajna. Eso es falso. Es un horripilante desastre en las dos versiones...y en la suya más, pues la duración es mayor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Pues, y si alguien es capaz de explicármelo, resulta muy interesante, más bien torpe a niveles estratosféricos, que un psicoanalista titulado jamás se pregunte cómo esta chica que no conoce de nada es capaz de localizarle tan fácilmente e incluso colarse en la casa ultraprotegida de Moore, ni la razón de que no desee compartir ninguna información personal con él.
Nada, en absoluto...ya que el guión requiere que así sea su comportamiento, y esa es, una vez más, toda la razón que necesitamos. Entonces empieza la clásica intriga cuyo protagonista, un tipo corriente, se transforma en un atípico héroe, un héroe de novela y película capaz de superar cualquier peligro, por extremo que sea.
No serán pocos los intentos de asesinato que encare, y todos ellos los resuelve con total eficacia, pues a partir de que asuma el mando de la terapia hará las veces de agente infiltrado para averiguar si alguno de los pacientes es el culpable del crimen de su amigo; aquí Chapman procura aportar una complejidad mayor a la idea de Ray, quien básicamente robó la trama de "Schizoid", pero se trata del responsable del libreto de la no muy bien criticada "Dobles Parejas", un individuo que disfruta con los juegos de suspense laberínticos, por tanto en sus manos lo que podría ser complejo se torna enrevesado e inverosímil, de nuevo sin la impronta de Eszterhas...
Y ayudando un Rush que no posee esa fuerza y descaro de Verhoeven, cuyo "Instinto Básico" sólo pretendía burlarse y exagerar los tópicos del género; el de New York se ahoga en lo artificial y lo ridículamente melodramático, y aunque nos brinde algunas secuencias de acción filmadas con brío y gran sentido de la tensión, como la persecución del asesino a Capa, su razón de existir en esta película resulta innecesaria. Si el criminal quisiera liquidarle, ¿no debería planear un homicidio limpio y rápido en su mansión, sin llamar la atención?...
El problema es que aquí nada es lógico y tenemos todos estos instantes espectaculares donde Willis luce mejor sus puntos fuertes de estrella de Hollywood. Pero nada de esto sirve ni compensa por el tedio de la primera hora, como seguramente tampoco ese pequeño acierto del guión de ir profundizando en las diferentes personalidades de los pacientes mediante la investigación de Capa; una artimaña no mal planteada que por desgracia sólo se convierte en otra piedra más para dificultar el avance de la trama en sí. Porque dichos pacientes, incluso tras conocer sus traumas y obsesiones, siguen resultando igual de insoportables.
Lo peor es esa subtrama aparentemente importante sobre la muerte de la mujer del amargado personaje de Henriksen y su estrecha relación con el imbécil de Blades, que se abre cuando la película va muy avanzada, como tampoco parece coherente en ningún aspecto que la chica misteriosa mantenga relaciones con todos los miembros de la terapia. Nada nos indica que deba suceder...claro, el guión requiere que así sea, por tanto, y ya son mil, esa es toda la razón que necesitamos; pero no hay mayor sufrimiento que el que provoca la enigmática Rose, a la que Capa considera vital brindarle una frase poética cuando aparece (¡!).
Es de verdadera consulta psiquiátrica las interacciones pseudorománticas y frases de seducción a las cuales March y Willis se abandonan, pues sólo crean vergüenza ajena...por no hablar de esas situaciones terribles que se dan entre ambos en cada encuentro (verla sólo con el delantal en la cocina al ser pillada por Capa es de las secuencias más patéticas de la Historia del cine).
Poco arregla este desastre la pobre resolución que Chapman se saca de la chistera, y cometiendo el mayor de los errores: que ella sea consciente de su doble identidad...¡y nos lo explique todo en la cara! (un homenaje muy torpe del guionista a "Psicosis", sólo eso). Colofón de pura espectacularidad y mucha violencia, bastante atractivo visualmente, sí...
Nada, en absoluto...ya que el guión requiere que así sea su comportamiento, y esa es, una vez más, toda la razón que necesitamos. Entonces empieza la clásica intriga cuyo protagonista, un tipo corriente, se transforma en un atípico héroe, un héroe de novela y película capaz de superar cualquier peligro, por extremo que sea.
No serán pocos los intentos de asesinato que encare, y todos ellos los resuelve con total eficacia, pues a partir de que asuma el mando de la terapia hará las veces de agente infiltrado para averiguar si alguno de los pacientes es el culpable del crimen de su amigo; aquí Chapman procura aportar una complejidad mayor a la idea de Ray, quien básicamente robó la trama de "Schizoid", pero se trata del responsable del libreto de la no muy bien criticada "Dobles Parejas", un individuo que disfruta con los juegos de suspense laberínticos, por tanto en sus manos lo que podría ser complejo se torna enrevesado e inverosímil, de nuevo sin la impronta de Eszterhas...
Y ayudando un Rush que no posee esa fuerza y descaro de Verhoeven, cuyo "Instinto Básico" sólo pretendía burlarse y exagerar los tópicos del género; el de New York se ahoga en lo artificial y lo ridículamente melodramático, y aunque nos brinde algunas secuencias de acción filmadas con brío y gran sentido de la tensión, como la persecución del asesino a Capa, su razón de existir en esta película resulta innecesaria. Si el criminal quisiera liquidarle, ¿no debería planear un homicidio limpio y rápido en su mansión, sin llamar la atención?...
El problema es que aquí nada es lógico y tenemos todos estos instantes espectaculares donde Willis luce mejor sus puntos fuertes de estrella de Hollywood. Pero nada de esto sirve ni compensa por el tedio de la primera hora, como seguramente tampoco ese pequeño acierto del guión de ir profundizando en las diferentes personalidades de los pacientes mediante la investigación de Capa; una artimaña no mal planteada que por desgracia sólo se convierte en otra piedra más para dificultar el avance de la trama en sí. Porque dichos pacientes, incluso tras conocer sus traumas y obsesiones, siguen resultando igual de insoportables.
Lo peor es esa subtrama aparentemente importante sobre la muerte de la mujer del amargado personaje de Henriksen y su estrecha relación con el imbécil de Blades, que se abre cuando la película va muy avanzada, como tampoco parece coherente en ningún aspecto que la chica misteriosa mantenga relaciones con todos los miembros de la terapia. Nada nos indica que deba suceder...claro, el guión requiere que así sea, por tanto, y ya son mil, esa es toda la razón que necesitamos; pero no hay mayor sufrimiento que el que provoca la enigmática Rose, a la que Capa considera vital brindarle una frase poética cuando aparece (¡!).
Es de verdadera consulta psiquiátrica las interacciones pseudorománticas y frases de seducción a las cuales March y Willis se abandonan, pues sólo crean vergüenza ajena...por no hablar de esas situaciones terribles que se dan entre ambos en cada encuentro (verla sólo con el delantal en la cocina al ser pillada por Capa es de las secuencias más patéticas de la Historia del cine).
Poco arregla este desastre la pobre resolución que Chapman se saca de la chistera, y cometiendo el mayor de los errores: que ella sea consciente de su doble identidad...¡y nos lo explique todo en la cara! (un homenaje muy torpe del guionista a "Psicosis", sólo eso). Colofón de pura espectacularidad y mucha violencia, bastante atractivo visualmente, sí...