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Voto de Chris Jiménez:
6
Western. Drama La historia se centra en cuatro perdedores que son expulsados de un pueblo y emprenden juntos un viaje en busca de una vida mejor. Estos cuatro personajes son: un tahúr (Fabio Testi), una prostituta (Lynne Frederick), un alcohólico (Michael J. Pollard) y un antiguo esclavo convencido de que puede comunicarse con los espíritus de los muertos (Harry Baird). Para su desgracia, se toparán en su camino, ya en tierra de nadie, con un sádico ... [+]
21 de agosto de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Calor sofocante, una tierra baldía no apta para la vida humana; aquí sólo pueden prosperar los matojos, las piedras y los escorpiones.
Este es un Oeste asqueroso y mugriento, y en él nos vamos a arrastrar con la Muerte siempre pegada a nuestros pies...

Con Franco Nero de estrella rutilante, Lucio Fulci probó suerte en el "spaghetti western" cuando aún era un subgénero floreciente e interesante; "Las Pistolas cantaron a Muerte" (o "Tempo di Massacro") es una rareza dentro de su filmografía ya que el romano, quizás no disfrutando la experiencia en su momento, jamás regresó a los relatos de desiertos y pistoleros como tal. Pero casi una década después, cuando se está ganando sus galones de eficaz artesano, en especial dentro del "giallo" y la comedia, decide escribir una historia junto a Ennio de Concini y le devuelve a los páramos de nuestra Almería.
Ésta, que provocará serias discusiones entre ambos, no seguirá en absoluto la idea convencional de "western"; la razón es que en 1.975 la vertiente mediterránea y su matriz "made in U.S.A." son bestias en sus últimos estertores que sobreviven de reinvenciones de sabia crepuscular o deliberadamente góticas, como demostrarían Martino y Castellari (con sus respectivas "Mannaja" y "Keoma"). Antes de ellos Fulci va a entonar un canto de angustia y apocalipsis, poderoso, inusual, y tomando de base a un autor imprescindible del género, Francis Brett Hart, e influencia clave para la escena crepuscular.

Y es que su visión del progresismo social (siempre en los límites de una California aún en expansión) está íntimamente ligada a la pérdida de valores y morales, al fracaso individual y por tanto al colectivo, todo acompañado de una violencia que resulta indigesta. Su esencia, y la de Peckinpah, Leone y Castellari, ya está impregnada en las primeras secuencias de esta obra, de donde se hereda la premisa de "The Outcasts of Poker Flat" (muy adaptada al cine), con "Stubby" reemplazando al tahúr de distinguidas formas Oakhurst, que porta el rostro del siempre eficaz y carismático Fabio Testi.
Fulci nos prepara en el Infierno. Mientras en el pueblo unos encapuchados (¿el Ku Klux Klan?) ajusticia a unos cuantos desgraciados, el sheriff hace oídos sordos en su comisaría; es una sociedad rendida ante la violencia y la total desafección. La mala suerte ya acompaña al protagonista desde el principio, quien impotente observa sus cartas siendo quemadas; en este agujero es donde se le une el trío restante (un jovial borracho ("Clem"), un negro con supuestos poderes de médium (Bud) y una joven prostituta (Emmanuelle) ), si bien en el cuento de Hart ellos aparecían más tarde en su camino. Perdonada su vida, este será el primer acto de esperanza al que asistirán en el periplo que les depara.

Una versión mugrienta de "La Diligencia" protagonizada por despojos de una sociedad norteamericana en plena fase de autodepredación. No se podría recordar mejor a Peckinpah y los tonos melancólicos y evocadores de "La Balada de Cable Hogue" o "Pat Garrett y Billy, "el Niño" ", con algo de Dylan flotando en el aire; lo curioso del pintoresco mosaico de personajes, con quienes deberíamos haber compartido más tiempo antes de su partida, es que pese a cargar sobre sus hombros el cinismo, el vicio, la lujuria y la propia Muerte, se aceptan tal como son. En base a eso sus lazos se estrechan con más fuerza, ya que no tienen nada en el Mundo más que a ellos mismos.
En su exilio metafísico y de evolución espiritual y emocional, una caravana de inmigrantes europeos cristianos, así como el luego revelado embarazo de la chica (genial Lynne Frederick) figuran un soplo de esperanza, en este Oeste desencantado y tóxico...pero su contraparte no tarda en aparecer. A la estrella del "exploitation" Tomás Quintín (o Tomas Milian), arrogante y excesivo como pocos, se le ofrece un papel que marca el total distanciamiento con todo lo que tenga que ver con el clasicismo del "western"; Chaco, inventado para la ocasión, es un desvío sucio y depravado en el camino a la redención del cuarteto.

Este forajido anacrónico inspirado en Charles Manson a su vez representa el final del movimiento "hippie" en la época en que se filma la película, y abre un paréntesis alucinatorio donde tienen cabida las drogas, las violaciones y el sadismo extremo, ligando de maravilla con el cogollo más desapacible de esa nueva manera de ver el "spaghetti" y acercándose a los trazos de puro horror que Fulci ya presenta en sus "giallos" y definirá su carrera posterior. Este accidente deja un poso agrio en el estómago y seguir a partir de aquí sólo significa continuar el descenso a las tripas podridas de la mitología del género, locura y canibalismo incluidos.
Y aun así, es una guerra contra la rendición, porque el director logra que sus personajes saquen fuerzas, dignidad y humanidad de las experiencias más horribles, prevaleciendo la salvación (recordemos el relato del cura, que se aferró a su fe tras robarle "Stubby" la escritura de la iglesia), la cual termina llegando como un soplo de aire "fordiano" en un último tramo que engancha con el otro cuento "The Luck of Roaring Camp", recuperando ese pueblo minero moribundo donde la única mujer que allí habita ha conseguido dar a luz. Ciertamente "fordiano" ya que se evita el fuerte pesimismo de Hart uniendo a los cínicos hombres en una comunidad de esperanza en torno al nacimiento del bebé...fatídico, por otra parte.

El poco rastro de amor que quedaba se lleva, de nuevo, como peso de muerte, como al mismo Fulci le sucedía con el recuerdo de su recientemente fallecida esposa Marina, que aún le oprimía el alma y jamás le iba a dejar...
Por otra parte, pese al terrible y accidentado rodaje, los fallos narrativos de la propia obra y la oleada de controversia que desató tras el estreno, acabaría convirtiéndose en pieza clave de la filmografía de aquél, y en una de sus favoritas (sólo por debajo de "La Verdadera Historia de Beatrice Cenci")
Chris Jiménez
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