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Voto de Chris Jiménez:
3
Comedia. Fantástico. Aventuras Michael Palin (miembro de los Monty Python) interpreta a un campesino medieval que se propone matar a un monstruo que arrasa todos los pueblos por donde pasa. (FILMAFFINITY)
24 de abril de 2023
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Lo peor que puede pasarle a un héroe, quizás, es llegar a serlo sin saber cómo demonios ha pasado. Un idiota de turno, claro.
Aquí lo tenemos, a Dennis, quien llegará a ser lo que no desea y recordado por siempre por ello, en una de las aventuras medievales más repugnantes, desconcertantes y desagradables de todos los tiempos.

Todo ello salido de esa cabeza llena de pájaros que siempre ha sido el motor de las locuras y perversidades de Terry Gilliam. La locura que en esta ocasión nos concierne ocurrió en un momento de su vida en que siente que debe evolucionar lejos de la sombra de Monty Python, de hecho fue desde siempre sabido su condición de "renegado" dentro del grupo (¿sería por su origen estadounidense?); el éxito de "The Holy Grail", que a medias dirigió junto a Terry Jones, le impulsa a seguir solo igual que sus compañeros en aquel entonces, tratando cada uno de expandir sus propias ideas por separado.
Animado por el productor Sanford Lieberson, se empeña en levantar, sin contar precisamente con mucho presupuesto, una historia a partir de algo muy curioso: nada menos que el legendario poema "Jabberwocky", que tanto confundía a la pobre Alicia en su regreso al País de las Maravillas; difícil resulta extraer algo mínimamente comprensible de aquel juego indescifrable de raras palabras de tonos tradicionales y aires épicos, y quizás esa era la intención del natural de Minnesota: utilizar el disparate como elemento narrativo, como originador de un argumento y como fin último...si no, no se entiende nada.

No hay objeciones a ese impactante inicio que se nos regala. Desde un punto de vista subjetivo, el pobre Terry Jones, caracterizado de pordiosero, es atacado por una bestia feroz que no vemos hasta quedar reducido a un amasijo de carne y huesos (bonita manera que tiene Gilliam de deshacerse de su anterior colaborador a la dirección y tomar el mando). Esto da pie a modelar una Edad Media tremendamente atroz, pero colando en ella lo que debe ser la antítesis del caballero, ese Dennis encarnado por un Michael Palin sin cerebro ninguno y de inocencia demasiado pura para un entorno tan negro.
Repudiado por su padre y una asquerosa bola de carne llamada Griselda, de la que él, en su pobre imbecilidad, está enamorado, decide ir a probar suerte a la ciudad lejos de la ciénaga en la que vive. Entonces la maniobra del director es extraña y, por lo menos a mí, no agrada en absoluto. La criatura presente (bueno, no tanto) al principio, de la que no deja de hablar la gente y que da nombre al film, no aparece como tal; si la recordamos es porque se menciona con temor y molestia todo el rato o vemos las sanguinarias consecuencias de sus ataques. En realidad se utiliza el poema de Carroll con una retorcida intención...

Y es que, ya que el autor lo creó como un burlón reflejo (literalmente, pues Alicia lo leía frente al espejo) de la literatura y poesía elevada del momento, el director construye en torno a él una burla del cine histórico-épico y de los cuentos heroicos de espada y brujería. ¿Se podría decir que es la misma decisión que Corman tomó cuando adaptó el poema de "El Cuervo" de Allan Poe? Su gesta, con todo lo que contiene, queda al otro lado del sucio espejo, lo malo es su persistencia en reciclar el universo de "The Holy Grail" para demostrarlo.
De nuevo, efectivamente, somos lanzados a un medievo putrefacto, de ignorancia y brutalidad, donde los nobles, despiadados, siguen disfrutando tranquilamente de sus riquezas, mientras los pobres comen ratas fritas y se odian entre ellos. El problema es este, precisamente, lo bajo, lo repulsivo de este microcosmos; parece que Gilliam, que con poco dinero despliega un imaginario alucinógeno, elaborado y rico en detalles y ambientes, necesita la ayuda de sus compañeros para refinar ciertas cosas. A él le gusta generar impacto en el espectador, por eso recurre tanto a la violencia extrema, a lo escatológico, lo burdo, a lo relacionado con los estados anímicos.

Sin embargo los "gags" que concibe son repetitivos y se estiran hasta la saciedad en secuencias finalizadas con una nota de humor negro perverso que no resulta tan graciosa como él se cree. Esto produce que la trama se ralentice, se estanque y no evolucione en absoluto, esto y la troupe de aborrecibles seres que la componen, empezando por un protagonista que da vueltas inútilmente (más de una hora y aún está en la ciudad sin saber qué hacer), que ocupa momentos pensados como "sketches" autoconclusivos donde los secundarios llegan y se van, aparecen y desaparecen.
No se trata de menospreciar a tan buenos actores como Warren Mitchell, John LeMesurier, Bernard Bresslaw o ese brillante Max Wall de rey, pero el director no atina con sus diálogos ni con el tiempo que deben durar en pantalla, y las presencias de John Cleese, Graham Chapman y Eric Idle ayudarían bastante. Al menos ellos sabrían desprender una cierta simpatía; los roles que a los otros les asigna Gilliam causan náuseas, y poco o nada podemos desear seguir viéndoles ni escuchándoles (sólo a la bella Deborah Fallender, cuya princesa, aunque subnormal, por lo menos es inocente y buena...). ¿Y qué hay del Jabberwocky?, se preguntarán.

Pues nada de nada. La concepción de la bestia era algo metafórico y pierde su encanto al aparecer (hacia el final y, debido a la evidente falta de presupuesto, muy poco tiempo); además, la manera que tiene Dennis de involucrarse en su cacería es una idiotez, aun encajando con el personaje: un héroe por accidente que recibe lo que siempre mereció pero sin ser consciente de ello.
Gilliam seguiría regresando a estos disparatados universos históricos, pero con mucho más acierto que en esta ocasión. Yo, por mi parte, quedé tras ver el film como Alicia tras leer el poema: mi cabeza está llena de ideas, pero no sé exactamente cuales; alguien dio muerte a algo, eso seguro...
Chris Jiménez
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