Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Chris Jiménez:
9
Acción. Comedia Ikegami es un gangster que guarda rencor hacia un viejo rival llamado Muto, de cuya hija Himizu siempre ha estado enamorado. Hirata, un director de cine, y un hombre llamado Kouji también se verán involucrados en este enredo. (FILMAFFINITY)
3 de febrero de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Estás preparado para enfrentarte a lo que vas a ver, a lo que te vas a encontrar? Pues más vale que le pongas empeño porque esto es cine, en estado puro, y el cine, como cualquier otra cosa de este Mundo, precisa de dedicación y pasión.
Como Alfredo dijo a Toto: "Hagas lo que hagas, ¡ámalo!". Eso necesita el cine: amor, por encima de todo.

Y un director que ha seguido este precepto más allá de las normas prefijadas que dicha disciplina implica, más allá de los cánones, de la experiencia, de la propia lógica, es sin duda Sion Sono, conocedor y experto, pero ante todo cinéfilo empedernido. Aunque hoy sea considerado por muchos como un auténtico maestro del celuloide, el transgresor director japonés recorrió un largo camino para demostrar que podía serlo, desde la mismísima nada, sujetando una Súper 8 en las calles de Tokyo, por donde deambulaba sin cesar, siempre alerta para captar algo con el objetivo de su cámara. Cualquier cosa valía, lo importante era filmarlo.
Ya en la década de 2.010, y estrenando casi una película al año, Sono ha sorprendido a todo el mundo con su visión ecléctica y desgarradoramente brutal de la vida y el ser humano, como demuestran "Cold Fish", "Guilty of Romance" o "Love Exposure", su obra magna; tras el demoledor drama "The Land of Hope", donde se desmarca de forma considerable de su estilo habitual, se inmiscuye en una serie de televisión basada en un mediocre manga con dobles lecturas. Retoma entonces un viejo proyecto que desea hacer desde mediados de los '90, y que ha necesitado casi veinte años de maduración. Es su carta de amor a la profesión que adora.

Ya desde el arranque de "Why don't You Play in Hell?" podemos apreciar esto en toda su plenitud. Un grupo de adolescentes intrépidos y bastante chiflados que se hacen llamar a sí mismos los Fuck Bombers dedican todo el tiempo a filmar en la calle con sus cámaras caseras, grupo liderado por Hirata (perfecto álter-ego físico y emocional del joven sr. Sono), cuyo entusiasmo por el cine alimenta la motivación de sus acciones y sueños hasta el punto de poder morir si con ello logra realizar la obra maestra que siempre ha deseado; todos los sentimientos, a partir de ahora, brotarán de dos lugares clave: el objetivo de la cámara y la sala de proyección, como en "Cinema Paradiso" (donde el nipón, en el colmo de la egolatría, proyecta en pantalla uno de sus primeros trabajos: "The Room").
Por otro lado, un homenaje al cine de yakuzas del cual Sono se ha nutrido desde joven, con más aroma a alocada parodia que a solemne tributo, donde se da una encarnizada lucha entre dos familias rivales, la Kitagawa y la Muto, en la cual acaban inmiscuyéndose la esposa y la hija del jefe de la segunda. A un ritmo enfervorecido se establecen las pautas de estas dos tramas que primero seguirán sus propios caminos pero que más tarde, tras una elipsis de diez años, confluirán, ellas y sus respectivos personajes, por las irónicas piruetas del destino, que con todos juega y a todos alcanza imprevisiblemente.

Con esta elipsis, con el paso del tiempo, el director también aboga por los peligros que puede entrañar el aferrarse al pasado en lugar de plantar cara al presente, el seguir soñando con las más vanas esperanzas e ilusiones sin avanzar como seres humanos; este gusto por refugiarse en el pasado se nos presenta desde múltiples puntos de vista, los de Hirata y sus Fuck Bombers, que aún continúan esperando su gran momento para demostrar su talento tras la cámara, y los de Muto y Shizue, quienes conservan el deseo de ver convertida en actriz a su rebelde hija Mitsuko, protagonista años atrás de un exitoso e irritante anuncio de cuyo residuo no puede deshacerse.
Incluso el patético Ikegami, también obsesionado con la chica y que decide cambiar el "look" de la familia acorde a las tradiciones japonesas. El pasado, por tanto, es perjudicial si uno jamás logra desprenderse de él y seguir adelante; deja huella, una que perdura y que hace daño, manteniendo frescas las heridas y abriendo con violencia otras nuevas. Pues la violencia no se detiene, se alimenta de perversos sentimientos que vienen de muy lejos en el tiempo, pero pese a todo, esa rabia y brutalidad reinante, que cruzará el metraje desde el principio hasta el final afectando a todos, Sono no deja de promulgar una verdad irrebatible, universal.

Una verdad que crea con astucia la distancia y desemejanza con algunos de sus anteriores films. Y es que, si últimamente usaba el odio como principal sentimiento vital (tal cual sucedía en "Guilty of Romance" o "Cold Fish"), ahora es el amor el que constituye el motor de todos los acontecimientos que tendrán lugar.
La violencia desquiciada y trastornada empaña la historia, pero es consecuencia directa del amor a la vez que su resorte, y de éste nacen emociones grandiosas. El amor es la fuerza más poderosa, y cubrirá numerosas partes.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

El director grita "¡Corten!", los focos se apagan, aparece la gente del equipo, Hasegawa se detiene por fin y la función concluye, gloriosa, triunfante, visceral.
Ya sólo quedan las ovaciones, los aplausos. ¡Qué grande, qué mágico, qué apabullante es el cine!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow