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Voto de Chris Jiménez:
5
Acción Dos hermanos gemelos fueron separados al nacer cuando sus padres fueron asesinados por criminales. Chad fue criado en París y Alex se convirtió en un insignificante ladrón en Hong Kong. Ambos han crecido sin conocer la existencia del otro y se han convertido en expertos en combate. (FILMAFFINITY)
4 de enero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya lo dijo la divertida Roberta Connolly en su entrevista con él: "aquí tenemos a dos Van Damme por el precio de uno y eso es genial".
Tal vez tanto no, pero sí es cierto que si uno solo, por su cuenta, ya es peligroso, ni quieran imaginarle por duplicado...

Esta historia donde dos niños, cuyos padres han sido eliminados por sus contactos mafiosos, son separados y acabando uno en un orfanato y otro en el extranjero, podría ser la premisa de cualquier "heroic bloodshed" de Hong Kong ochentero, al estilo John Woo...sin embargo, y sin cambiar de escenario, pasó a formar parte de, y no es decir poco, una de las más míticas aventuras del belga, amén del género en la década de los '90...aquellos tiempos lejanos, cuando era la sensación de moda, y tras la espectacular taquilla que hizo en "Libertad para Morir".
Al parecer se empezó a cansar de sus propias películas y quería demostrar que también podía actuar, no sólo pegar patadas; un guión del dueño de Cannon, Menahem Golam, luego reciclado por Sheldon Lettich, le serviría para probar esas dotes que aún no había explotado bien. Uno no sabe si el mejor modo era esta especie de "Los Hermanos Corsos" de Dumas (o quizás el "Twins" de Ivan Reitman) pasada por el filtro de la acción más desopilante, pero el actor se esforzó como nunca antes. Aunque primero asistimos al salvaje asesinato del empresario Wagner y su esposa, cortesía de unos gángsters armados cual ejército, en el Hong Kong de los '60 (donde se encuentra el colega de Van Damme, Sze (Bolo) Yeung, genio del histrionismo más desagradable).

Lo siguiente es bastante simple. Lettich, señor que no se anda por las ramas, en lugar de desarrollar un poco mejor a los gemelos, nos presenta rápidamente a uno de ellos, Chad...que es Van Damme en versión cachonda y donjuán empedernido; para la Historia queda su escena en mallas moradas poniendo los dientes largos a un puñado de hembras hiperoxigenadas y poca masa cerebral. Dos minutos después el muy auxiliar y arquetípico Frank se lo lleva a Hong Kong y la trama está en marcha, y para muestra de que no es sino una excusa barata para ver a la estrella doblada en pantalla, el personaje de Geoffrey Lewis desvela a Chad y Alex, ya reencontrados, toda la intriga de la película, en cuestión de segundos.
Y hasta aquí el guión, caballeros: masticado, regurgitado y vomitado en nuestra cara para que las posibles complicaciones argumentales no se interpongan en el camino de los puñetazos, las palabrotas, los chistes, las patadas voladoras, las persecuciones y las explosiones. Pero el espectáculo se disfruta al 100% por el ritmo endiablado que aplica el director y esa ultraviolencia extendida en las atractivas localizaciones de Hong Kong con un Van Damme doblemente cabreado deseando vengarse de esos Zhang (mítico Yan-Kin (Philip) Chan) y Griffith, clásicos jefes gangsteriles que a la fuerza tienen que traficar con algo en los muelles.

Creo recordar que hay una construcción que por herencia pertenece a los gemelos, pero seguro que nadie recuerda eso tras tanto exceso y descontrol, no poco divertido, en especial la colección de muecas aterradoras del puñetero Yeung y la actuación tan bochornosamente mala que nos regala la culturista Corinna Everson. El belga, aun así, pone empeño en definir a sus gemelos, el alcohólico y duro Alex, a quien no le tiembla el pulso para cerrar la boca a su esposa Danielle (escultural Alonna Shaw) a guantazos, mientras le vemos sacar a su versión más dicharachera y simpática con Chad, un pijo adicto a las bromas a destiempo.
Si uno escarba en sus limitadas capacidades interpretativas puede atisbar a un actor queriendo salir de su encasillamiento. Por eso la mejor secuencia de todo el film, y una de las mejores de su carrera, no implica combates, sino a Alex desahogando su odio y celos en la botella mientras le asaltan alucinaciones de onírica puesta en escena (jamás estuvo Lettich tan cerca del cine artístico) donde Chad y Danielle hacen el amor a cámara lenta. Aquí Van Damme sí demuestra que podía hacer algo más que dar piruetas en el aire, por desgracia el elemento dramático tampoco se aprovecha mucho en favor de las tortas (ojalá los hermanos hubieran tenido una conversación sobre su pasado...una sola, habría estado bien).

Con el tono de melodrama adecuado, "Doble Impacto" habría pasado por un "heroic bloodshed" sin problemas, pero la acción norteamericana carece de la sensibilidad hongkonesa, aun así es fácil dejarse llevar en el habitual enfrentamiento en el puerto (curioso que Chad, un instructor hortera de California, no tenga reparos en liquidar a un montón de gente a golpe de metralleta), mientras la mujer y el amigo del padre (que tiene más interés en el túnel que los protagonistas) hacen honor a sus auxiliares personajes.
La vergüenza ajena emerge a veces para golpear sin compasión (atentos a la pelea climática entre Chad y Yeung, que no tiene desperdicio), pero se termina disfrutando por lo autoconsciente que es este cine de sus rimbombantes disparates, los efectos especiales caseros, sin rastro de CGI, y también porque el carisma del actor ayuda a simpatizar con sus gemelos. Y pese a sus peleas con el productor Rick Bieber debido al excesivo aumento del presupuesto, la película fue otro éxito de público, si bien menor que "Lionheart" y "Libertad para Morir".

Tal éxito que no sería la última vez que le viéramos interpretar un doble papel...
Chris Jiménez
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