Es una especie de homenaje, sin disimulo alguno, a las novelas de misterio y crimen que transcurren en un lugar cerrado y en la que todos o casi todos son potencialmente sospechosos. Agatha Christie fue, junto con Doyle, ambos coetáneos, la máxima exponente de este tipo de novelas-acertijo, siempre ocurrentes, siempre con una pequeña trampa. Sus adaptaciones al cine han sido siempre muy desiguales, la última que perpetró Kenneth Branagh fue tan espectacular como poco creíble, convirtiendo el asesinato del Oriente Express en un espectáculo lleno de estrellas pero casi inocuo y sobre todo muy artificial. Aquí, Johnson opta por envolver todo el relato en un tono de comedia, con diálogos muy ágiles y con un reparto incluso más espectacular, con una especie de Poirot encarnado por Daniel Craig que está francamente bien, gracioso y eficaz, y una Ana de Armas que se destapa como toda una revelación. Además, Chris Evan o la "reina del grito", Lee Curtis o la siempre maravillosa Toni Collette o ese buen actor, ahora en su madurez que es Don Johnson o el camaleónico Michael Shannon... En fin, todos perfectos en sus papeles, una película muy coral. ¿Y dónde está el problema para que no pase a la categoría de "buena película"? Pues quizás en que todo es muy previsible y que los guiños que se hacen al espectador para que siga la trama son muy evidentes y bordean, cuando no caen directamente, en la trampa. Pequeñas trampas que emborronan la historia. Estos actores, la propia Agatha, merecían un esfuerzo de guión mejor, la historia, muy bien dialogada, no acaba de redondearse. Con todo, una comedia que se ve con mucho agrado.