No engaño a nadie si digo que Koreeda es "el niño de mis ojos" del cine japonés, y esta película no hace sino afianzarlo en esa posición. Cuatro de sus obras están, para mí, entre las mejores del cine japonés de los últimos veinte años (Maborosi, After Life, Nadie sabe y, desde ya mismo, la presente), y Distance y Hana no son para nada despreciables tampoco.
¿Qué decir sobre Still walking? Es increíble la manera en la que la sutileza se convierte en un arma afilada bajo su dirección, y cómo los personajes, a través de sus pequeños actos cotidianos, se desvelan profundamente angulosos, complejos, humanos. Conseguir tal nivel de naturalidad, por un lado, y complejidad, por otro, es algo sumamente difícil y Koreeda lo logra de forma asombrosa en este film. Donde parece no haber nada, se esconde algo; donde se intuye que algo se oculta, quizá en realidad no haya nada.
Es este como un juego de damas: fichas iguales, reglas sencillas, pero infinidad de posibilidades, algunas llevadas a cabo, otras tan sólo esbozadas, la mayoría, sólo intuidas.