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7.0
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Aventuras
La frontera norte de la India sufre los constantes ataques de un grupo de rebeldes que luchan contra las tropas imperialistas británicas. Los combates cesan cuando la Brigada Ligera de Caballería debe intervenir en la Guerra de Crimea (1854-1856) contra la Rusia de los zares. (FILMAFFINITY)
29 de septiembre de 2016
29 de septiembre de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
175/14(19/09/16) Cinta de aventuras coloniales de Michael Curtiz a la que el paso del tiempo no le ha hecho ningún bien, quedando muy al aire sus costuras regularmente cosidas, un relato bélico de que mezcla desequilibradamente un insípido romance con una narración de venganza muy superficial, aunque en lo positivo están sus buenas escenas de acción de guerra, sobresaliendo la brutal filmación de la carga equina, apoteósicos minutos rebosantes de tensión y violencia atávica. El guión de Michael Jacoby y Rowland Leigh, sobre una historia del primero, se basa libremente en el popular poema ingles “The Charge Of The Light Brigada”, de Alfred Lord Tonnyson, publicado en el diario “Examiner” (9-X-1854), que a su vez se inspira libremente en una afamada carga de la brigada ligera que tuvo lugar durante la Guerra de Crimea (1853-1856), que enfrentó el RU y sus aliados (Francia e Imperio Otomano) contra el Imperio Ruso. El acontecimiento culminante viene dado por la carga de la Brigada Ligera contra las posiciones de la artillería rusa, hecho histórico ocurrido el 25-X-1854. Durante la también “santa” Guerra de Crimea (1853-1856), la batalla de Balaclava (de Kadikoi para los rusos… hasta los puntos geográficos cambian), esto acontecerá en su último tramo, ya que el gran grueso del film acontece en la colonia británica de la India, inspirándose en este tramo en el hecho real del cerco de Cawnpore durante la Rebelión india de 1857. Fue la segunda de ocho películas en que Errol Flynn y Olivia de Havilland protagonizaron juntos (también segunda de las que la pareja interpretaría a las órdenes de Curtiz). Este film de la Warner es fruto del éxito del de la Paramount, “Tres laceros bengalíes” (1935) de Henry Hattaway, su éxito provocó una serie de producciones de aventuras en medio del colonialismo inglés, como la posterior “Gunga Din” (1939) de George Stevens. Obtuvo dos nominaciones al Oscar fallidos (Score y sonido), la película hizo ganar para su subdirector (Jack Sullivan), un Oscar que después de este dejó de otorgarse. En 1968 se hizo otro film sobre la famosa carga de la caballería, con el mismo título en inglés, aquí se llamó “La última carga” de Tony Richardson.
Es una entretenida cinta de aventuras, pero bastante arrugada por el paso de los años, derivando en dejarla desprovista de fuerza dramática, un escenario exótico, cuando en realidad es un western, donde los británicos podría ser el ejército fronterizo estadounidense y los indios rebeldes pueden ser perfectamente los indios americanos. Es un relato bélico al que le sobra la chirriante historia de amor triangular, un mero artificio comercial que estorba, que rompe el ritmo, y que se nota impostado, nada creíble y provocándote emoción alguna, y lo que es peor una subtrama tediosa. La obra gana cuando enfoca la historia hacia la guerra, a la crueldad y el salvajismo que el belicismo hace brotar, en cómo nos deshumaniza, hace sacar nuestro lado animal, nos sonsacan nuestra lado más primario y cerril, y ojo, lo digo por los dos bandos, porque el final el sinsentido y el absurdo egoísta se apodera de la mítica misión final. La cinta no destaca por sus diálogos, o por la construcción de personajes, bastante estereotipados, superficiales clichés heroicos en el lado de los “buenos”, y malos malísimos en el de los “villanos”. Los desengrasantes dosis de humor vienen a cargo de una pareja entrañable, son Sir Warrenton y su esposa (Nigel Bruce y Spring Byington), más que nada por la adicción del primero al alcohol, dejando momentos que te hacen esbozar una mueca de sonrisa.
Curtiz despliega su fuerte en la composición de escenas de acción, esparcidas por el metraje, dotando de tensión y vibración enérgica los fotogramas; como la del safari en que el “héroe”, Geoffrey Vickers mata a un leopardo para salvar la vida del Rajah Surat Khan; la del intento de unos ladrones de robarles los caballos a un escuadrón británico, con la audaz acción de Geoffrey incrustándose valerosamente entre el enemigo; el ataque de los rebeldes al fuerte de Chukaty; y por supuesto la espectacular carga de la Brigada Ligera; también reseñable el sofisticado tramo de la fiesta palaciega, muy pomposa y elegante en su diseño; En esto es donde demuestra Curtiz un pulso firme y electrizante, incluso es remarcable una elipsis muy elegante y de muy buen gusto (spoiler). En el resto el relato flojea, meras simplistas excusas para ir sobrellevando el argumento a su clímax final, por cierto clímax final que visto con una perspectiva adulta y no infantiloide queda estridente y dejando en muy mal lugar al que se supone gran héroe, me extiendo en spoiler.
Los actores no pasaran a la historia por este film. Errol Flynn está un poco perdido en la subtrama romántica, pero cuando de ser un valiente se destapa con su habitual e intrépido carisma. Olivia de Havilland se norta fuera de lugar, no te la crees, sus motivaciones son espúreas, su modo de actuar es errático. Patric Knowles es víctima de un papel mal escrito, y siempre va con cara de estreñido. El villano C. Henry Gordon encarna con sofisticación al villano.
La puesta en escena resulta bastante buena, con una sobresaliente dirección artística de John Hughes (“El sargento York"), recreando los exóticos lares de la India y Crimea en escenarios naturales de California: Lone Pine , Lasky Mesa, Chatsworth, Sonora, en las montañas de Sierra Nevada se utilizaron para el Paso Khyber, Almanson Ranch, Iverson Ranch, Woodland Hills, Death Valley National Park, Alabama Hills, West Hills y lago Sherwood, y en los platós de Warner Studios, estos lugares reflejados en la luminosa fotografía de Sol Polito (“Robin de los bosques”), manejando las tomas abiertas con multuitud de masas de modo fenomenal, con fascinantes travellings, ejemplo los de la carga, y esto ayudado por la fantástica edición de George army (“El capitán Blood” o “La carta”), que dota de ritmo a las escenas bélicas.
Es una entretenida cinta de aventuras, pero bastante arrugada por el paso de los años, derivando en dejarla desprovista de fuerza dramática, un escenario exótico, cuando en realidad es un western, donde los británicos podría ser el ejército fronterizo estadounidense y los indios rebeldes pueden ser perfectamente los indios americanos. Es un relato bélico al que le sobra la chirriante historia de amor triangular, un mero artificio comercial que estorba, que rompe el ritmo, y que se nota impostado, nada creíble y provocándote emoción alguna, y lo que es peor una subtrama tediosa. La obra gana cuando enfoca la historia hacia la guerra, a la crueldad y el salvajismo que el belicismo hace brotar, en cómo nos deshumaniza, hace sacar nuestro lado animal, nos sonsacan nuestra lado más primario y cerril, y ojo, lo digo por los dos bandos, porque el final el sinsentido y el absurdo egoísta se apodera de la mítica misión final. La cinta no destaca por sus diálogos, o por la construcción de personajes, bastante estereotipados, superficiales clichés heroicos en el lado de los “buenos”, y malos malísimos en el de los “villanos”. Los desengrasantes dosis de humor vienen a cargo de una pareja entrañable, son Sir Warrenton y su esposa (Nigel Bruce y Spring Byington), más que nada por la adicción del primero al alcohol, dejando momentos que te hacen esbozar una mueca de sonrisa.
Curtiz despliega su fuerte en la composición de escenas de acción, esparcidas por el metraje, dotando de tensión y vibración enérgica los fotogramas; como la del safari en que el “héroe”, Geoffrey Vickers mata a un leopardo para salvar la vida del Rajah Surat Khan; la del intento de unos ladrones de robarles los caballos a un escuadrón británico, con la audaz acción de Geoffrey incrustándose valerosamente entre el enemigo; el ataque de los rebeldes al fuerte de Chukaty; y por supuesto la espectacular carga de la Brigada Ligera; también reseñable el sofisticado tramo de la fiesta palaciega, muy pomposa y elegante en su diseño; En esto es donde demuestra Curtiz un pulso firme y electrizante, incluso es remarcable una elipsis muy elegante y de muy buen gusto (spoiler). En el resto el relato flojea, meras simplistas excusas para ir sobrellevando el argumento a su clímax final, por cierto clímax final que visto con una perspectiva adulta y no infantiloide queda estridente y dejando en muy mal lugar al que se supone gran héroe, me extiendo en spoiler.
Los actores no pasaran a la historia por este film. Errol Flynn está un poco perdido en la subtrama romántica, pero cuando de ser un valiente se destapa con su habitual e intrépido carisma. Olivia de Havilland se norta fuera de lugar, no te la crees, sus motivaciones son espúreas, su modo de actuar es errático. Patric Knowles es víctima de un papel mal escrito, y siempre va con cara de estreñido. El villano C. Henry Gordon encarna con sofisticación al villano.
La puesta en escena resulta bastante buena, con una sobresaliente dirección artística de John Hughes (“El sargento York"), recreando los exóticos lares de la India y Crimea en escenarios naturales de California: Lone Pine , Lasky Mesa, Chatsworth, Sonora, en las montañas de Sierra Nevada se utilizaron para el Paso Khyber, Almanson Ranch, Iverson Ranch, Woodland Hills, Death Valley National Park, Alabama Hills, West Hills y lago Sherwood, y en los platós de Warner Studios, estos lugares reflejados en la luminosa fotografía de Sol Polito (“Robin de los bosques”), manejando las tomas abiertas con multuitud de masas de modo fenomenal, con fascinantes travellings, ejemplo los de la carga, y esto ayudado por la fantástica edición de George army (“El capitán Blood” o “La carta”), que dota de ritmo a las escenas bélicas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La música es de Max Steiner (“Lo que el vientos se llevó” o “Casablanca”), melodías de resonancias épicas muy bien amoldadas a los distintos tonos de la historia, añade fragmentos del himno “God Save The Tsar” (himno nacional ruso hasta 1917), que se oyen durante la intervención de la artillería rusa en la secuencia final, mezclándola con habilidad con el "Rule Britannia".
Spoiler:
La elipsis a la que me refiero es a la de no mostrar la masacre a los habitantes del fuerte Chukaty, nos muestran los hechos una vez consumados a través de los rostros de los familiares y amigos de los muertos que contemplan la zona zero del averno de la brutalidad contra hombres, mujeres y niños desarmados, haciendo que por momentos nos sintamos partícipes de su dolor.
Cuando hablo de que el clímax de la carga de la Brigada Ligera, visto desde la adultez y no por la de un niño (como la vi por vez primera) queda muy poco favorecedora para su pretendido héroe Geoffrey Vickers, ya que este engaña a la Brigada para que haga una carga suicida por sus ansias y hambre de venganza, no importándole que en ella morirán masacrados cientos de soldados, por su egoísmo condenará a la Brigada a la muerte, convirtiéndose en el verdadero malo de la historia, incluso facilitando la posterior victoria rusa al sacrificar sin sentido a la susodicha Brigada, y esto nos lo quieren vender como una hazaña, para el que solo piense un poquito se da cuenta de que no fue un acto de heroísmo, fue un acto de arrogancia narcisista donde una persona puso su orgullo y soberbia por encima de 600 de los suyos.
El clímax del film con la carga de caballería, es el zenit del film, por algo da nombre al mismo, todo lo anterior parece un McGuffin para llega ra este épico tramo, la carga de la brigada ligera en la batalla de Balaklava. Rodada con grandes medios, con centenares de caballos y jinetes, con extraordinario uso de los travellings, nueve majestuosos minutos desbordantes de ritmo, de rabia y fulgor, con una edición trepidante, con caídas múltiples de equinos, con muertes, con intensidad, con dinamismo, permitiendo un final homérico con Geoffrey Vickers consiguiendo matar al (supuesto) villano antes de morir, este un final suicida parecido a otro posterior de Errol Flynn en otra cinta de Curtiz, “Murieron con las botas puestas” (1941), también Olivia de Havilland como pareja romántica. Curios es que esta escena no fue rodada por Curtiz, lo fue por el asistente B. Reeves Eason, que no aceptó crédito en el filme por deferencia con Curtiz. En la filmación se dice que murieron hasta 200 caballos, provocando los inicios en el cine de las leyes de la protección de animales en el cine. Además un extra falleció al precipitarse del caballo y clavarse parte del material necesario para la escena.
Y es que la historia a través del poeta Alfred Tennyson, se ha querido tergiversar poniendo como heroicidad una acción propia de locos y que solo llevó a una derrota. Significó una aplastante derrota para el ejército inglés, cuando la famosa Brigada Ligera fue aniquilada por el imperio ruso, por apresuradas decisiones tomadas por ellos –según explican los ingleses. La famosa carga la carga no fue dirigida por venganza personal, sino que fue el resultado de una pelea entre personalidades de la vida real, FitzRoy Somerset, Lord Raglan, y James Brudenell, conde de Cardigan, aquí, posiblemente, pasan por debajo de los nombres de Macefield y Warrenton. En 1881, Rudyard Kipling escribe una respuesta al poema, titulada «El último de la Brigada Ligera», que intenta avergonzar al público británico describiendo las difíciles condiciones encontradas por los supervivientes de la Brigada ligera.
El paso del tiempo la ha rebajado a una interesante propuesta con picos de buen cine, sobre todo el clímax, pero con valles ordinarios, además ensalzando lo que fue una locura suicida sin sentido. Fuerza y honor!!!
Spoiler:
La elipsis a la que me refiero es a la de no mostrar la masacre a los habitantes del fuerte Chukaty, nos muestran los hechos una vez consumados a través de los rostros de los familiares y amigos de los muertos que contemplan la zona zero del averno de la brutalidad contra hombres, mujeres y niños desarmados, haciendo que por momentos nos sintamos partícipes de su dolor.
Cuando hablo de que el clímax de la carga de la Brigada Ligera, visto desde la adultez y no por la de un niño (como la vi por vez primera) queda muy poco favorecedora para su pretendido héroe Geoffrey Vickers, ya que este engaña a la Brigada para que haga una carga suicida por sus ansias y hambre de venganza, no importándole que en ella morirán masacrados cientos de soldados, por su egoísmo condenará a la Brigada a la muerte, convirtiéndose en el verdadero malo de la historia, incluso facilitando la posterior victoria rusa al sacrificar sin sentido a la susodicha Brigada, y esto nos lo quieren vender como una hazaña, para el que solo piense un poquito se da cuenta de que no fue un acto de heroísmo, fue un acto de arrogancia narcisista donde una persona puso su orgullo y soberbia por encima de 600 de los suyos.
El clímax del film con la carga de caballería, es el zenit del film, por algo da nombre al mismo, todo lo anterior parece un McGuffin para llega ra este épico tramo, la carga de la brigada ligera en la batalla de Balaklava. Rodada con grandes medios, con centenares de caballos y jinetes, con extraordinario uso de los travellings, nueve majestuosos minutos desbordantes de ritmo, de rabia y fulgor, con una edición trepidante, con caídas múltiples de equinos, con muertes, con intensidad, con dinamismo, permitiendo un final homérico con Geoffrey Vickers consiguiendo matar al (supuesto) villano antes de morir, este un final suicida parecido a otro posterior de Errol Flynn en otra cinta de Curtiz, “Murieron con las botas puestas” (1941), también Olivia de Havilland como pareja romántica. Curios es que esta escena no fue rodada por Curtiz, lo fue por el asistente B. Reeves Eason, que no aceptó crédito en el filme por deferencia con Curtiz. En la filmación se dice que murieron hasta 200 caballos, provocando los inicios en el cine de las leyes de la protección de animales en el cine. Además un extra falleció al precipitarse del caballo y clavarse parte del material necesario para la escena.
Y es que la historia a través del poeta Alfred Tennyson, se ha querido tergiversar poniendo como heroicidad una acción propia de locos y que solo llevó a una derrota. Significó una aplastante derrota para el ejército inglés, cuando la famosa Brigada Ligera fue aniquilada por el imperio ruso, por apresuradas decisiones tomadas por ellos –según explican los ingleses. La famosa carga la carga no fue dirigida por venganza personal, sino que fue el resultado de una pelea entre personalidades de la vida real, FitzRoy Somerset, Lord Raglan, y James Brudenell, conde de Cardigan, aquí, posiblemente, pasan por debajo de los nombres de Macefield y Warrenton. En 1881, Rudyard Kipling escribe una respuesta al poema, titulada «El último de la Brigada Ligera», que intenta avergonzar al público británico describiendo las difíciles condiciones encontradas por los supervivientes de la Brigada ligera.
El paso del tiempo la ha rebajado a una interesante propuesta con picos de buen cine, sobre todo el clímax, pero con valles ordinarios, además ensalzando lo que fue una locura suicida sin sentido. Fuerza y honor!!!