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Voto de TOM REGAN:
8
Crimen perfecto
Voto de TOM REGAN:
8
Intriga. Thriller Tony Wendice (Ray Milland), un frío y calculador tenista retirado, planea asesinar a su bella y rica esposa (Grace Kelly) porque sospecha que le es infiel, pero sobre todo porque desea heredar su gran fortuna. Para llevar a cabo su plan, chantajea a un antiguo compañero de universidad y lo convence para que, en su ausencia, entre en la casa y mate a su mujer. (FILMAFFINITY)
26 de abril de 2013 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
230/05(07/11/12) Enésima muestra de la maestría del orondo realizador británico para sacar de un escaso material una notable calidad, un ejercicio de estilo de los que tanto le gustaron, encerrarse en un pequeño espacio con pocos personajes, y desde allí trasladarnos un fascinante thriller. Tony Wendice (gran Ray Milland) fue un tenista de éxito que ahora se dedica a la venta de material deportivo, le gusta la buena vida, está casado con Margot (bellísima Grace Kelly), viven desahogadamente en Londres gracias a la fortuna de ella, Tony descubre que su mujer le es infiel con un escritor americano, Mark Halliday (deshubicado Robert Cummings), para impedir que ella pueda divorciarse y dejarle sin plata pergeñará un siniestro plan para asesinarla, para ello recluta a un antiguo colega de estudios caído en desgracia, Lesgate (buen Anthony Dawson), pero el asunto se tuerce pero Tony sibilinamente intentará darle la vuelta para que Margot sea enjuiciada por asesinato, para ello solo tendrá enfrente al flemático Inspector de Scotland Yard Hubbard (gran John Williams). La historia se desarrolla casi por completo en una habitación, Hitchcock gustaba de recortarse los espacios para desde esta autoexigencia mostrar la potencia narrativa e intensidad de lo que cuenta, ejemplos ‘Náufragos’, ‘La soga’ o ‘La Ventana Indiscreta’, aquí casi toda la acción se desarrolla en un apartamento, una composición minimalista, y con solo cinco actores consiguiendo un increscendo dramático notable, gracias a una dirección espléndida. La cinta está basada en una obra teatral (‘Dial M For Murder’ 1952) del dramaturgo inglés nacido en China Frederick Knott, tras su éxito en los escenarios fue llevada por la BBC a una serie de tv, tras lo que Hitch se fijó en ella, Knott asimismo se encarga del guión, construyendo unos personajes que con pocos trazos sabemos como son y se comportaran, un marido inteligente, manipulador, elegante y flemático, la esposa frágil e infeliz que no se entera de nada, el escritor mentiroso e intrigante, el arma asesina del esposo es un mezquino tipo descrito de modo espléndido en una escena su carácter carroñero, y el quinto que tarda algo en salir, el sabueso de Scotland Yard Hubbard, un cínico, perspicaz y también flemático ser que no se sabe muy bien a qué juega. La trama se puede dividir en cuatro actos, en el primero es la presentación de personajes, y está la magnífica escena en que Tony debe convencer a Swan para que acometa un asesinato, es una reunión que desborda ingenio, con unos diálogos que emanan frescura, donde Tony se muestra como un coloso que lo domina todo, ofrece el palo y la zanahoria para que no le quede más remedio a Swan que obedecer, y oímos el meticuloso plan. En el segundo acto asistimos a la ejecución del plan, un despliegue de saber rodar para transmitir intensidad, las cosas se tuercen. El tercer acto aparece el detective Hubbard, Tony torna un fracaso en un éxito gracias a sus prodigiosas dotes de improvisación. El cuarto es un epílogo de reminiscencias cuasi-católicas, donde la tensión desemboca en una extraordinaria secuencia final, de una gentileza solo a la altura de un genio (spoiler). Del guión brotan diálogos sutiles, irónicos, punzantes, ello con giros inteligentes que hacen atrayente y atrapante su progreso, ayudado por un fluido ritmo narrativo, ello para desembocar en un clímax final imprevisible. La Warner exigió a Hitchcock que rodara en 3D, se tendría que ver con las gafitas de lentes azulgranas, parece ser que esta versión se ha visto poco, pero esto influyó en muchas de las escenas sobre todo en la del intento de asesinato, resaltándose las tijeras, la faz de Grace mientras es atacada, la lámpara que alumbra la secuencia o el grabar desde abajo para dar profundidad. La puesta en escena rezuma elegancia (palabra que se repite en esta crítica) y habilidad para dar dinamismo y soltura a su vigoroso ritmo, con una excelente fotografía de Robert Burks (habitual de Hitchcock, ‘La Ventana Indiscreta’, ‘Vértigo’ o ‘Los Pájaros’), jugando en la oscuridad con los claroscuros y en la luminosidad con un cromatismo pastel hermoso. (Continua en spoiler sin)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El elenco actoral cumple con tino, aunque el amo y señor de la función es un Ray Milland majestuoso, un villano sibilino, sofisticado, maquiavélico, siniestramente simpático, muy elegante, frío, calculador, tanta empatía muestra que el espectador desea que se salga con la suya, su porte es de un caballero imperturbable en todo momento, un tipo que sabe aceptar la victoria y la derrota con un rostro sonriente y encantador, impresionante. Grace Kelly en su primera colaboración con Hitchcock luce una radiante belleza, de una sensualidad exacerbada, un imán para los ojos. Anthony Dawson compone un mezquino tipo que es dominado con pulso por Tony, muy creíble su rol. John Williams es la némesis del personaje de Tony, tan flemático y gélido como él, compiten en inteligencia, una especie de Hercules Poirot siempre con una frase divertida que decir. El más débil de los actores es Robert Cummings un antipático personaje que no se sabe muy bien cuál es su motivación si el dinero o el amor, se lo come en cada plano Ray Milland, dejando mucho que desear su interpretación. Tres escenas quedan en la retina, una es la conversación en la que Tony seduce a Lesgate en el apartamento del primero para que cometa un esposicidio (palabro de mi cosecha), 22 minutos que destilan fluidez, donde Milland exhibe una portentosa personalidad dominando los tiempos, como comienza la charla amistosamente y poco a poco deriva en el maquiavelismo de Tony va atrapando a Swan, un Dawson que vemos como se achica en el sillón, impresionante el tour de forcé. La segunda escena es la del intento de esposicidio, donde Hitch crearnos minutos de una tensión asfixiante, un colosal uso de la fotografía, del montaje, de la música, y por supuesto el realismo que infunden los dos intérpretes para regalarnos un sobresaliente momento de cine. El tercera escena es el final, trepidante y fascinante con un momento de una elegancia (otra vez esta palabra tan definitoria del film) sardónica sublime (spoiler). En realidad esta es una obra liviana de Hitch, sin estridencias ni ínfulas moralisticas, es puro entretenimiento que cumple con creces, en manos del realizador de mofletes un notable producto con grandes momentos, marcado por una elegancia típicamente británica-flemática. Fuerza y honor!!!

Spoiler:

La reacción de Tony cuando ha caído en la trampa es de una flema antológica, para él como haber perdido una partida de cartas, simplemente se le ocurre ofrecer una copa de Brandy. Por cierto el jueguecito del inspector Hubbard me es bastante forzado dejándolo todo para el final, con ella ya condenada, me chirría, pero se lo perdono por la maestría con que me lo presentan y desarrollan todo.
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