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Voto de TOM REGAN:
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Bélico. Aventuras
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), un grupo de prisioneros británicos son obligados por los japoneses a construir un puente. Los oficiales, capitaneados por su flemático coronel, se opondrán a toda orden que viole la Convención de Ginebra sobre los derechos y las condiciones de vida de los prisioneros de guerra. (FILMAFFINITY)
17 de junio de 2016
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
90/10(14/05/16) Clásico imperecedero de David Lean, comenzando su exitosa senda por las superproducciones épicas, fusiona su estilo intimista con el épico, en esta aborda desde el cine bélico una historia con curiosamente poca acción, enfocado a la complejidad del ser humano, hacia un análisis de personalidades, provoca enfrentamientos entre los roles que son la salsa del relato, hace punzante análisis sobre el honor, la dignidad y el sentido del deber (castrense), aparte de la fascinante puesta en escena. Basada en la novela “Le Pont de la Rivière Kwai” (1952) de Pierre Boulle (“El planeta de los simios”), que fue prisionero de guerra en Tailandia, obra de ficción, inspirándose en la construcción real del ferrocarril de Birmania entre 1942-1943, por parte de prisioneros de guerra esclavizados, el guión es de Carl Foreman (“Solo ante el peligro”), Lean no quedó satisfecho y fichó a Michael Wilson (“Un lugar en el sol”) para reescribirlo, ambos trabajaron en secreto, estaban en la Lista Negra de Hollywood, en los créditos oficialmente estaba Boulle (no hablaba Inglés), siendo el que recibió el Oscar al mejor guión adaptado, en 1984 Foreman y Wilson recibieron póstumamente el premio, en las versiones restauradas ya aparecen los dos verdaderos guionistas en los créditos. Aún con todo lo bueno, que es mucho, detecto en su revisión algunas arrugas que merman un poco el resultado final. La cinta fue nominada a 8 Oscars, obtuvo 7 Oscars (película, director, guión adaptado, actor, fotografía, música y montaje).
La historia se puede dividir en tres parte: La primera enmarca el duelo psicológico y físico entre los Coroneles Nicholson y Saito, dos tipos rectos, inquebrantables, chocan en sus cerrados conceptos castrenses, la firmeza de ambos deriva en una batalla increscente sofocante, colisionan la flema británica de afrontarlo todo con impasibilidad frente al bushido japonés impuesto a los militares nipones, con momentos de enorme tensión. Aquí se tocan temas como el sentido del deber, el servicio a unas normas, o la inflexibilidad como arma moral; La segunda, en este tramo el duelo Nicholson-Saito desaparece, Saito pasa a ser un espectador del trayecto ambiguo y complejo, modo en que Nicholson toma la construcción del puente como un medio de desterrar lo ociosidad en las presas tropas inglesas y poco a poco esto se convierte en un reto narcisista para él, algo que de sentido a su vida, a pesar que cruce la línea hacia el colaboracionismo. Se toca el tema de cómo el sentido marcial puede ser pervertido de modo que lleve a la confusión; La tercera parte nos acerca a Shears, nihilista militar estadounidense, harto de la contienda intenta ser licenciado, y en cambio es reclutado a la fuerza a una misión británica para destruir el puente, comandada por el Major Warden. Tono de aventuras, radicalismo por conseguir un objetivo, lo duro que puede ser matar a sangre fría; Y está el clímax final donde todas estas tramas se funden en una épica conclusión. Donde la locura que grita un personaje explota ante el espectador, la locura extremista de Nicholson, Saito y el Major Warden.
Reflexiona con mordacidad sobre como el sentido militar puede llegar a distorsionar la realidad de modo tan siniestro, sobre el sentido de la palabra honor, el sin sentido de las guerras, los sacrificios estas acarrean, la soberbia, el orgullo, el clasismo militar, el enfrentamiento no solo bélico, sino cultural entre occidente frente a Japón. Este choque es el combustible de la primera hora, reflejado en los dos Coroneles, Saito vs. Nicholson, obsesionados, obcecados, rígidos, poseen caustico sentido del honor y del deber, con tal de ganar la partida al otro son capaces de autodestruirse en sus torticeros métodos de pugna. Es curioso como Nicholson utiliza retorcidamente el hecho de que le ordenaron sus superiores rendirse, y de este modo tienen excusa para no rebelarse contra sus captores. Por otro lado está Shears, antítesis de estos dos, militar cínico, ajado, individualista, harto de la guerra, mirada egoísta del conflicto. Y el Major Clipton, el doctor, tipo pragmático, humanista, idealista, espectador equidistante de los acontecimientos, lo único intenta es sobrevivan los más posibles, asiste perplejo al desvarío de Nicholson. Ello en un increscendo de tintes psicológicos notablemente construido y desarrollado, combate humanista, los límites de la razón (de la locura) son puestos a prueba.
Lean imprime un ritmo fluido, apoyado en un guión rico en situaciones y diálogos sugestivos, con momentos de gran intensidad, atomizándose en un final maravilloso de los que recordaras por siempre, con una delineación de personajes muy matizados, con aristas , con defectos, humanos, con los que es fácil empatizar. Asimismo el film no cae en lo facilón de representar a los malos (los japoneses) como villanos caricaturescos, Saito es tratado con respeto, con dignidad, integridad. Llama la atención que siendo un film bélico apenas hay escenas de acción, apenas un par de tiroteos en escaramuzas, pero nada de batallas, la historia está más enfocada a los duelos psicológicos, a los diferentes modos de afrontar la Guerra.
El tiempo ha dejado traslucir algunas de sus costuras; Uno de los motores del film debería ser el sufrimiento de los presos, de hecho el ferrocarril se llamó el de la muerte por los cientos que fallecieron en su construcción, aquí ese padecimiento no se deja traslucir, no se aprecia hambre, penalidades, penurias físicas, no vemos crueldad alguna de los japoneses hacia los reos (solo la de Saito frente al intransigente Nicholson), de hecho en una secuencia vemos a los ingleses en pleno caos en el puente bañándose alegremente, en la enfermería no se refleja gran dolor, no hay ensañamiento alguno de los japos hacia los presos, apenas se ven muertos, algo acartonado esto al no poder el espectador identificarse con dolor alguno de los prisioneros;... (sigue en spoiler)
La historia se puede dividir en tres parte: La primera enmarca el duelo psicológico y físico entre los Coroneles Nicholson y Saito, dos tipos rectos, inquebrantables, chocan en sus cerrados conceptos castrenses, la firmeza de ambos deriva en una batalla increscente sofocante, colisionan la flema británica de afrontarlo todo con impasibilidad frente al bushido japonés impuesto a los militares nipones, con momentos de enorme tensión. Aquí se tocan temas como el sentido del deber, el servicio a unas normas, o la inflexibilidad como arma moral; La segunda, en este tramo el duelo Nicholson-Saito desaparece, Saito pasa a ser un espectador del trayecto ambiguo y complejo, modo en que Nicholson toma la construcción del puente como un medio de desterrar lo ociosidad en las presas tropas inglesas y poco a poco esto se convierte en un reto narcisista para él, algo que de sentido a su vida, a pesar que cruce la línea hacia el colaboracionismo. Se toca el tema de cómo el sentido marcial puede ser pervertido de modo que lleve a la confusión; La tercera parte nos acerca a Shears, nihilista militar estadounidense, harto de la contienda intenta ser licenciado, y en cambio es reclutado a la fuerza a una misión británica para destruir el puente, comandada por el Major Warden. Tono de aventuras, radicalismo por conseguir un objetivo, lo duro que puede ser matar a sangre fría; Y está el clímax final donde todas estas tramas se funden en una épica conclusión. Donde la locura que grita un personaje explota ante el espectador, la locura extremista de Nicholson, Saito y el Major Warden.
Reflexiona con mordacidad sobre como el sentido militar puede llegar a distorsionar la realidad de modo tan siniestro, sobre el sentido de la palabra honor, el sin sentido de las guerras, los sacrificios estas acarrean, la soberbia, el orgullo, el clasismo militar, el enfrentamiento no solo bélico, sino cultural entre occidente frente a Japón. Este choque es el combustible de la primera hora, reflejado en los dos Coroneles, Saito vs. Nicholson, obsesionados, obcecados, rígidos, poseen caustico sentido del honor y del deber, con tal de ganar la partida al otro son capaces de autodestruirse en sus torticeros métodos de pugna. Es curioso como Nicholson utiliza retorcidamente el hecho de que le ordenaron sus superiores rendirse, y de este modo tienen excusa para no rebelarse contra sus captores. Por otro lado está Shears, antítesis de estos dos, militar cínico, ajado, individualista, harto de la guerra, mirada egoísta del conflicto. Y el Major Clipton, el doctor, tipo pragmático, humanista, idealista, espectador equidistante de los acontecimientos, lo único intenta es sobrevivan los más posibles, asiste perplejo al desvarío de Nicholson. Ello en un increscendo de tintes psicológicos notablemente construido y desarrollado, combate humanista, los límites de la razón (de la locura) son puestos a prueba.
Lean imprime un ritmo fluido, apoyado en un guión rico en situaciones y diálogos sugestivos, con momentos de gran intensidad, atomizándose en un final maravilloso de los que recordaras por siempre, con una delineación de personajes muy matizados, con aristas , con defectos, humanos, con los que es fácil empatizar. Asimismo el film no cae en lo facilón de representar a los malos (los japoneses) como villanos caricaturescos, Saito es tratado con respeto, con dignidad, integridad. Llama la atención que siendo un film bélico apenas hay escenas de acción, apenas un par de tiroteos en escaramuzas, pero nada de batallas, la historia está más enfocada a los duelos psicológicos, a los diferentes modos de afrontar la Guerra.
El tiempo ha dejado traslucir algunas de sus costuras; Uno de los motores del film debería ser el sufrimiento de los presos, de hecho el ferrocarril se llamó el de la muerte por los cientos que fallecieron en su construcción, aquí ese padecimiento no se deja traslucir, no se aprecia hambre, penalidades, penurias físicas, no vemos crueldad alguna de los japoneses hacia los reos (solo la de Saito frente al intransigente Nicholson), de hecho en una secuencia vemos a los ingleses en pleno caos en el puente bañándose alegremente, en la enfermería no se refleja gran dolor, no hay ensañamiento alguno de los japos hacia los presos, apenas se ven muertos, algo acartonado esto al no poder el espectador identificarse con dolor alguno de los prisioneros;... (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
... En el comando que mandan a hacer volar el puente hay incoherencias, que Shears sea reclutado, con su personalidad nunca hubiera aceptado, ni siquiera la amenaza de la cárcel, la misión era prácticamente suicida; No se entiende sea reclutado, sin preparación, mayor y metido con calzador con la excusa de que él sabe la ruta, cosa que sobre el terreno se deja a un lado; Pero es que si mayor era Shears mucho más lo era Warden, otro metido con calzador, viéndose no está preparado para la misión; Luego el equipo de “sherpas” que llevan el equipo del comando, compuesto en su mayoría por bellas señoritas orientales chirría bastante, máxime cuando se nos muestran escenas tan estridentes, propias del paraíso con una de ella lavándole el pelo a Shears, cruje; Su clímax, Nicholson se da cuenta del cable y se lo dice a Saito, y los dos solos van a investigar, en vez de ir acompañados de un séquito de militares, y en la cumbre de la incongruencia, el tren cae tras la explosión al río y de pronto han desaparecido todos los soldados nipones, es que todos estaban sobre el puente? La guinda es que hay un plano final aéreo en que vemos la zona zero sin rastro del tren y sus vagones se han vaporizado. Tampoco es desdeñable el feo que le hacen a los japoneses, estos se quejaron del film, y no sin razón, de exponer que sus ingenieros no estaban preparados para hacer un puente, cuando estaba muy alejado de la realidad, siendo muy bien organizados en sus obras y grandes arquitectos en sus infraestructuras.
La puesta en escena es una de sus grandes bazas, extraordinario trabajo en la dirección artística de Donald M. Ashton (“La fragata infernal”), rodándose en hermosos escenarios naturales cerca de de Kitulgala, Ceilán (hoy Sri Lanka ), el puente fue real y no maqueta, 6 meses (250.000 $ costó), 500 obreros y 35 elefantes para construirse, el tren también real, esto enaltecido por la fotografía de Jack Hildyard (“Cleopatra”) en color y cinemascope, de fulgor naturalista impresionante, resalta el aislamiento del entorno del puente, verdor, humedad, calor, capta imágenes de gran belleza, resaltar la espectacular destrucción del puente filmada con 5 cámaras. Mítica la música del film, icono es la melodía silbada a coro por los militares presos mientras desfilan, la marcha "Colonel Bogey", oída cuando entran en el campo, escrita en 1914 por Kenneth J. Alford , seudónimo del Maestro de Banda británica de Frederick J. Ricketts, le daba al grupo sentido de unidad, camaradería y sobre todo dignidad moral, tema con arreglos musicales del compositor Malcolm Arnold (“Whisky y gloria”), compuso para el film el vibrante tema “La marcha del Río Kwai”, interpretado por una orquesta fuera de pantalla, se oye durante los créditos finales, durante el film la música en off es inexistente, se surte de sonidos ambientales de la naturaleza hacen meterse al espectador en la acción.
Alec Guiness realiza una formidable actuación, da vida con temple y carisma al Col. Nicholson, lo dota de mesura, contención, flema, elegancia en sus modos, y sobre todo de enorme carisma, con un arco de desarrollo complejo y rico en tridimensionalidad. Sessue Hayakawa da muy bien con la pose del asceta Coronel japonés, imprimiendo a su rol inquietud, carácter, crueldad y dejando emitir fragilidad y debilidad. William Holden da bien con el individualista egoísta que a la fuerza debe volver al infierno, sintiéndose forzado al sentido del deber. Jack Hawkins notable en su Major Warden, estoico militar capaz de sacrificarlo todo por completar una misión. James Donald como el oficial médico aporta raciocinio, temple, observa turbado el proceder de Nicholson, para él son las últimas palabras del film.
En conjunto, sumado lo bueno y malo, un notable film bélico que da un visión ambigua del patriotismo, el orgullo y la dignidad. Fuerza y honor!!!
Crítica sesgada por el límite de caracteres, ver íntegra en. http://tomregan.blogspot.com/2016/06/el-puente-sobre-elrio-kwai_15.html
La puesta en escena es una de sus grandes bazas, extraordinario trabajo en la dirección artística de Donald M. Ashton (“La fragata infernal”), rodándose en hermosos escenarios naturales cerca de de Kitulgala, Ceilán (hoy Sri Lanka ), el puente fue real y no maqueta, 6 meses (250.000 $ costó), 500 obreros y 35 elefantes para construirse, el tren también real, esto enaltecido por la fotografía de Jack Hildyard (“Cleopatra”) en color y cinemascope, de fulgor naturalista impresionante, resalta el aislamiento del entorno del puente, verdor, humedad, calor, capta imágenes de gran belleza, resaltar la espectacular destrucción del puente filmada con 5 cámaras. Mítica la música del film, icono es la melodía silbada a coro por los militares presos mientras desfilan, la marcha "Colonel Bogey", oída cuando entran en el campo, escrita en 1914 por Kenneth J. Alford , seudónimo del Maestro de Banda británica de Frederick J. Ricketts, le daba al grupo sentido de unidad, camaradería y sobre todo dignidad moral, tema con arreglos musicales del compositor Malcolm Arnold (“Whisky y gloria”), compuso para el film el vibrante tema “La marcha del Río Kwai”, interpretado por una orquesta fuera de pantalla, se oye durante los créditos finales, durante el film la música en off es inexistente, se surte de sonidos ambientales de la naturaleza hacen meterse al espectador en la acción.
Alec Guiness realiza una formidable actuación, da vida con temple y carisma al Col. Nicholson, lo dota de mesura, contención, flema, elegancia en sus modos, y sobre todo de enorme carisma, con un arco de desarrollo complejo y rico en tridimensionalidad. Sessue Hayakawa da muy bien con la pose del asceta Coronel japonés, imprimiendo a su rol inquietud, carácter, crueldad y dejando emitir fragilidad y debilidad. William Holden da bien con el individualista egoísta que a la fuerza debe volver al infierno, sintiéndose forzado al sentido del deber. Jack Hawkins notable en su Major Warden, estoico militar capaz de sacrificarlo todo por completar una misión. James Donald como el oficial médico aporta raciocinio, temple, observa turbado el proceder de Nicholson, para él son las últimas palabras del film.
En conjunto, sumado lo bueno y malo, un notable film bélico que da un visión ambigua del patriotismo, el orgullo y la dignidad. Fuerza y honor!!!
Crítica sesgada por el límite de caracteres, ver íntegra en. http://tomregan.blogspot.com/2016/06/el-puente-sobre-elrio-kwai_15.html