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Voto de Paranoid:
4
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Thriller Un sicario y un médico que trabajan para un cártel del narcotráfico reciben un "paquete" inusual: una niña de 10 años, hija del jefe de una banda rival, a quien tendrán que custodiar hasta que reciban la orden de cortarla en pedazos o dejarla en libertad. La niña pronto se dará cuenta de que su única posibilidad de sobrevivir será llegar a las profundidades de la psique de sus captores y averiguar si les queda alguna pizca de humanidad. (FILMAFFINITY) [+]
10 de febrero de 2016
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy un patriota. Pero no porque me exciten las banderas o los himnos —no me gustan los símbolos, siempre fui un iconoclasta—. Más bien porque pago mis impuestos, me porto bien con la gente de mi alrededor y procuro comprar productos de proximidad o, al menos, hechos en mi país. Y, por supuesto, el cine no iba a ser menos.

Pero ¿qué pasa si te ofrecen una naranja que te aseguran que es de tu tierra, pero que, en realidad, ha sido cultivada en el extranjero? ¿Qué pasa si el agricultor ha viajado a Estados Unidos y, valiéndose de técnicas agrícolas americanas, ha intentado sacar una cosecha para abastecer a 300 millones de potenciales consumidores, solo que con una inversión pensada para 45? ¿Qué pasa si se ha adecuado el producto al que ya circula por allí, intentando imitarlo en lugar de diferenciarlo? ¿Qué pasa si admitimos que allí los hay peores, pero abundan los mucho mejores? Y, por último, ¿qué pasa si las pobres naranjas, que ya no estaban muy buenas, nos han llegado al mercado un poco resecas por el viaje y, encima, etiquetadas en inglés? Pues, en mi humilde opinión, lo que pasa es 'El mal que hacen los hombres'.

Y no puedo decir que la película que nos ofrece Ramon Térmens sea totalmente un bodrio; el problema es que es tan mediocre que ni tan siquiera puede considerarse como tal. He visto bastantes películas; algunas de ellas, las que menos por fortuna, son auténtica basura. No obstante, en ocasiones la basura te impacta lo suficiente como para que te quedes embobado mirándola, recreándote en su asquerosidad; es repulsiva y, a la vez, fascinante. Y, a veces, incluso, algo te hace recordarla y de repente evocas su pestilencia de nuevo; te ha dejado, de alguna manera, una huella nauseabunda en tu espíritu. Ahí está la clave: la mediocridad ni siquiera te produce emociones, ni recuerdos, ni nada; te deja totalmente frío, apático, indiferente, lo que es más grave.

“Hacemos lo que podemos”, decía el director de la película en el preestreno en el que estuve presente. No es del todo cierto. Competís contra lo que no podéis competir. Dejáis de lado la originalidad. Os conformáis con intentar ser como ellos, pero no mejores que ellos. Buscáis el cinco raspado y suspendéis por unas décimas. Queréis seducir a la bestia con ofrendas baratas (actor estadounidense, rodaje incomprensiblemente en inglés [hubiera estado más que justificado que fuera en español], temática y localizaciones familiares para el público americano), y os olvidáis de la gente más cercana a vosotros. Lucháis contra Goliat y no sois David, pero porque no queréis serlo; renunciáis a armaros con la creatividad, la única bala que podéis disparar con vuestra honda. Seguid así. Seguid estrellándoos contra el muro; total, ya estamos aquí todos los demás para recogeros cada vez que os caigáis con nuestros impuestos (y que conste que estoy a favor de que el cine reciba subvenciones, pero creo que se deberían revisar los criterios para concederlas).

En fin, tras esta parrafada, con la que me he quedado muy a gusto, pasemos a hablar de la película en sí. Como decía, 'El mal que hacen los hombres' es mediocre, un 'thriller' muy mediocre para ser exactos. La película se construye en torno a Santiago, un sicario con muy malas pulgas y un corazón tan negro como su bigote. No me desagrada la actuación de Daniel Faraldo, a quien se le nota la pasión y el trabajo que ha depositado en su personaje, Santiago —de hecho, él es también el guionista—, pero, a medida que avanza la cinta, vemos cómo la previsibilidad y convencionalidad de su apuesta acaban ensombreciendo los contados buenos momentos que nos ha ofrecido.

El resto del reparto, en cambio, o bien cumplen lo justito, o bien patinan y hasta te llegan a sacar de la película. Cuando digo esto, hablo especialmente de algunos extras o personajes muy secundarios, aunque también de Andrew Tarbet, quien, en ocasiones, me ha parecido muy forzado, como si no hubiera tenido tiempo para ensayar lo suficiente —por cierto, es el único personaje por el que parece que los demás tienen que hablar en inglés (pinche güero cabrón, que ladra en gringo nomás)—. Todo ello en un escenario que logra una ambientación aceptable: consigue transmitir la sensación de estar en medio de ninguna parte, la incomunicación y la aridez del desierto texmex que, no obstante, hemos visto unas mil veces.

Continúo en el 'spoiler'.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En cuanto al argumento, aparte de unas salidas de tiesto poco perdonables —por ejemplo, soy un asesino entrenado, pero me quedo como un pasmarote mirando cómo decapitan a mi jefe y tío con una motosierra (además, que se toma su tiempo el güey del bigote)—, avanza arrítmica y, en ocasiones, perezosamente, con unos escasísimos momentos en los que nos ofrecen algo de la tensión que puede esperarse de un 'thriller' e, incluso, un moderado entretenimiento y algún simpático toque de humor negro.

La tensión del 'thriller' básicamente radica en el destino incierto de Marina y el enfrentamiento entre Santiago, nuestro protagonista absoluto, y el cártel de Lucho. De alguna manera, la sinopsis nos vendía que Marina iba a ser clave en la historia, que iba a influir maquiavélicamente en los personajes para sobrevivir, lo que conduciría al estallido del conflicto entre ambas partes, pero nada más lejos de la realidad. Santiago parece que se transforme de demonio a ángel de una forma muy abrupta. Es cierto que el asesinato de su pareja (personaje que se cuela no se sabe cómo en un edificio que, según el propio Santiago, estaba cerrado a cal y canto), el de su socio y la insistencia de Lucho en que sea nuestro mostachudo amigo el que haga el trabajo sucio de matar a la niña sean motivos más que suficientes para que a uno le toquen la moral; sin embargo, no se comprende la bondad excesiva de la que hace gala de repente, o la ternura hacia Marina, cuando la única interacción entre ambos en toda la película ha consistido en amenazas (¿tal vez han desviado el papel de salvador que parecía tener Benny en Santiago para tratar de sorprendernos?).

Para ser más claros: se comprende el motivo de la venganza, pero no la bondad repentina del personaje, como si fuera una suerte de don Ramón, muy gruñón (solo que se dedica a matar y descuartizar gente), pero que, en el fondo, es un cacho de pan.

El desenlace se produce con un previsible (y soso) tiroteo. Santiago, curiosamente, se deja balear por un niñato (te vuelves bueno y tonto, todo va en un 'pack'), pero sigue adelante, en una escena que parece transcurrir así: “¡Oh, vaya! Han matado a Santiago... no, espera, está gravemente herido... no, parece ya que está mejor”. Finalmente, cae gravemente herido de verdad, mata al malo y salva a la niña. Esta, por cierto, nos muestra el profundo cariño que profesa hacia el hombre que hace unas horas la amenazaba con cortarla en trocitos y que casi la convierte en varitas de merluza después de dejarla encerrada en la una cámara frigorífica llena de cadáveres (qué malo soy, no tenía otro sitio a mano el hombre).

La guinda, o mejor dicho, el último puyazo nos viene en forma de canción en lengua amerindia tras el suicidio de Santiago, lo que, sin despreciar las dotes artísticas de la cantante, le aporta al conjunto un tono grandilocuente que para nada necesitaba.

En conclusión, la película acaba derrumbada bajo el peso de su mediocridad, con un personaje protagonista que brilla en algunos momentos, pero que acaba desperdiciado por el pobrísimo desarrollo argumental y su mal narrada y nada emotiva conversión de villano a héroe. Una hora y media que no me ha aportado absolutamente nada. Eso sí, le pongo cuatro estrellas por sus escasitos puntos positivos. Y porque, como decía al principio, soy un patriota.

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