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Western
Australia, finales del siglo XIX. El capitán Stanley ha capturado a dos jóvenes de la banda de los hermanos Burns. El trato que Stanley le ofrece al hermano mediano coloca a éste frente a un dramático dilema moral: si decide salvar a su hermano menor de morir en la horca, entonces morirá su hermano mayor. (FILMAFFINITY)
12 de diciembre de 2012
12 de diciembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde luego La propuesta no es ningún dechado de originalidad, ni por la dirección de John Hillcoat, ni por el guión de Nick Cave, sin embargo es un film que cuenta con virtudes que considero destacables.
La principal es constatar la certera plasmación de la crudeza de la que hace gala el director, atestiguando la ya reconocida por mí en La Carretera. Existen muchas formas de trabajar visualmente este aspecto, pero la forma explícita y no por ello carente de detallismo y sutilidad es demoledora (el plano donde se escurre la sangre de un látigo con el que se han propinado cien azotes es de los impactos más secos y abruptos que recuerdo). Inteligentemente, no lo utiliza como un recurso en pos de una intención efectista o irreal, lo hace con mesura y dota a sus películas de una malsano gusto que causa el desagrado del espectador menos avezado y que a mí, sin embargo, me parece un valor añadido ineludible en su cine.
Otra virtud es el ritmo reposado y trascendental con el que deshoja el metraje. Puede que estemos ante el enésimo western crepuscular, pero la forma en que encaja los dilemas morales con la plasmación visual de una tierra abrupta por colonizar tanto en lo humano como en lo geográfico, sume al espectador en una especie de mantra himnótico, muy a las formas de El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford.
Carente de concesiones y rasposa, es una película que recomiendo pese a los lugares comunes que transita.
La principal es constatar la certera plasmación de la crudeza de la que hace gala el director, atestiguando la ya reconocida por mí en La Carretera. Existen muchas formas de trabajar visualmente este aspecto, pero la forma explícita y no por ello carente de detallismo y sutilidad es demoledora (el plano donde se escurre la sangre de un látigo con el que se han propinado cien azotes es de los impactos más secos y abruptos que recuerdo). Inteligentemente, no lo utiliza como un recurso en pos de una intención efectista o irreal, lo hace con mesura y dota a sus películas de una malsano gusto que causa el desagrado del espectador menos avezado y que a mí, sin embargo, me parece un valor añadido ineludible en su cine.
Otra virtud es el ritmo reposado y trascendental con el que deshoja el metraje. Puede que estemos ante el enésimo western crepuscular, pero la forma en que encaja los dilemas morales con la plasmación visual de una tierra abrupta por colonizar tanto en lo humano como en lo geográfico, sume al espectador en una especie de mantra himnótico, muy a las formas de El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford.
Carente de concesiones y rasposa, es una película que recomiendo pese a los lugares comunes que transita.