Adam Green abandona por primera vez la dirección de Hatchet, y con ello esta tercera parte protagoniza un giro que, aunque más comercial, no hace olvidar a la cinta de dónde viene.

La historia vuelve a ser una secuela que comienza en el mismo instante en el que terminó la anterior, y rescata a Danielle Harris como Marybeth. En esta ocasión las novedades argumentales son más bien escasas, pues están más destinadas a encontrar el método para acabar con Crowley de una vez por todas que a contar nuevos episodios de su historia.

Si las dos anteriores eran cintas orgullosas de formar parte de la misma serie B que hizo nacer a grandes iconos del slasher, esta tiene un estilo más hollywoodiense y salta a la vista que se ha rodado con más medios. Los personajes no son tan extravagantes y responden a un perfil mucho más formal, ya que en su mayoría son policías. En este contexto, además, el aislamiento del grupo que va a ser liquidado por Crowley se hace mucho menos palpable, pues siendo agentes de la ley hay más gente que les sigue la pista conforme la situación se complica. Y aunque hay momentos bastante graciosos, el humor por lo general es más "mainstream" de lo que era en entregas anteriores.

Pero como decía, la película es consciente de la trayectoria que tiene detrás y no olvida sus preceptos básicos. La cantidad de violencia es desmedida y una delicia para los amantes del gore, aunque una elevada cifra de asesinatos con varios de ellos en la misma escena hace que no todos sean igual de truculentos. Por otra parte, al haber tanto personal al que Victor Crowley debe dar caza, el asesino tiene más tiempo en pantalla que nunca y eso permite ver a un Kane Hodder en todo su esplendor, que es algo que siempre se había echado un poco en falta hasta ahora.

Así pues, Hatchet 3 se distancia en cierta medida de su identidad de serie B, pero a pesar de ello mantiene los aspectos clave que la hacen ser una vez más un divertido y sangriento slasher.