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7.6
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Drama
Lora Meredith (Lana Turner), una actriz viuda en paro, vive con su hija adolescente (Sandra Dee) en Nueva York. Un día, conoce por casualidad a Annie, una mujer negra (Juanita Moore) a la que contrata como sirvienta. Ese mismo día conoce también a Steve (John Gavin), un fotógrafo que se enamora de ella. (FILMAFFINITY)
31 de enero de 2021
31 de enero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si algo se debe de reconocer por los detractores (no lo son pocos en la cultura popular) del melodrama en el cine, es que pocos directores supieron presentarlo con la dignidad y la maestría de Sirk, un director, curtido entre las bambalinas del teatro, que supo entender como nadie, los intrínculis de la introspección en las debilidades humanas, el amor, el desamor, y las mezquindades sociales que traspasan estos sentimientos.
Haciendo honor a su formación inicial, Sirk hace de "Imitación a la vida" una perfecta simbiosis, en la que el "casi" teatro filmado no renuncia a la grandilocuencia de la puesta en escena, y viceversa, construyendo con la precisión de un artista-artesano, un maravillosamente orquestado drama racial, extraordinariamente innovador y atrevido, diez años antes de que un apuesto Sidney Poitier paseara su apostura por los hostiles campos del Sur, en la muy oscarizada "in the heat of the nigth", aunque desde mi punto de vista al menos, Sirk explora el conflicto con más fuerza y elegancia, ahondando en las miserias y grandezas humanas sin caer en el sentimentalismo o la autocomplacencia (brutal, y a la vez impagable, por su anticipada denuncia, la paliza sufrida por Susan Khoner-Sara Jane, en una escena que rompe moldes y hoy día resulta de más actualidad que nunca, dados los tiempor que corren)
Que Sirk sabía sacar intensidad de cualquier actor, lo demuestra el hecho de que el autor de tan horrenda agresión, fuera un Troy Donahue, que ese mismo año, sería popular entre las adolescentes, por incorporar al "pavisieso" Parrish, en la por otra parte, muy estimable película homónima.
Una "Turner", luciendo carrocería y buen hacer, una Sandra Lee, que no volvió a estar mejor en toda su vida, incluso el normalmente inexpresivo Gabin (que, por otra parte, esl el "clom" casi perfecto de un Rock Hudson, que llegaría a ser actor "fetiche de Sirk), actúa y asume el papel razonablemente bien.
La sorpresa, sin duda fue una magistral Juanita Moore, que acabó siendo, no ya el ama de llaves de la estrella, sino de toda la trama, comiéndose con descaro a los demás intérpretes. (Con excepción quizás, de la también extraordinaria Susan Khoner). Ambas estuvieron nominadas a los Oscars por tan inmensas interpretaciones, y a ambas les fue arrebatado, por Shelly Winters, en esta ocasión, a mi parecer, injustamente, en un alarde de "caucasismo" académico que ponía de manifiesto en la vida real lo expresado en la ficción.
Un drama, en definitiva, magnífico, que gracias al tándem Griffitt-Scott, superó las limitaciones de la novela original, situando a la protagonista, en una escala incluso superior de la cumbre del éxito, que ponía de manifiesto los desequilibrios de una sociedad multirracial, en la que en las calles se instalaban aún fuentes para el solo uso de negros. (Como botón de muestra, véase la estupenda "Figuras ocultas" de Theodore Melfi, cuyos hechos descritos transcurren apenas dos años después de los narrados en ésta.)
"Imitación a la vida", es sin duda, el legado póstumo de un Sirk, que de este modo da su requiebro final a los últimos estertores del "macarthismo", y lo hace de una forma soberbia, anticipándose casi diez años a Norman Jerwison,, y más de sesenta a Melfi. Muy recomendable.
Haciendo honor a su formación inicial, Sirk hace de "Imitación a la vida" una perfecta simbiosis, en la que el "casi" teatro filmado no renuncia a la grandilocuencia de la puesta en escena, y viceversa, construyendo con la precisión de un artista-artesano, un maravillosamente orquestado drama racial, extraordinariamente innovador y atrevido, diez años antes de que un apuesto Sidney Poitier paseara su apostura por los hostiles campos del Sur, en la muy oscarizada "in the heat of the nigth", aunque desde mi punto de vista al menos, Sirk explora el conflicto con más fuerza y elegancia, ahondando en las miserias y grandezas humanas sin caer en el sentimentalismo o la autocomplacencia (brutal, y a la vez impagable, por su anticipada denuncia, la paliza sufrida por Susan Khoner-Sara Jane, en una escena que rompe moldes y hoy día resulta de más actualidad que nunca, dados los tiempor que corren)
Que Sirk sabía sacar intensidad de cualquier actor, lo demuestra el hecho de que el autor de tan horrenda agresión, fuera un Troy Donahue, que ese mismo año, sería popular entre las adolescentes, por incorporar al "pavisieso" Parrish, en la por otra parte, muy estimable película homónima.
Una "Turner", luciendo carrocería y buen hacer, una Sandra Lee, que no volvió a estar mejor en toda su vida, incluso el normalmente inexpresivo Gabin (que, por otra parte, esl el "clom" casi perfecto de un Rock Hudson, que llegaría a ser actor "fetiche de Sirk), actúa y asume el papel razonablemente bien.
La sorpresa, sin duda fue una magistral Juanita Moore, que acabó siendo, no ya el ama de llaves de la estrella, sino de toda la trama, comiéndose con descaro a los demás intérpretes. (Con excepción quizás, de la también extraordinaria Susan Khoner). Ambas estuvieron nominadas a los Oscars por tan inmensas interpretaciones, y a ambas les fue arrebatado, por Shelly Winters, en esta ocasión, a mi parecer, injustamente, en un alarde de "caucasismo" académico que ponía de manifiesto en la vida real lo expresado en la ficción.
Un drama, en definitiva, magnífico, que gracias al tándem Griffitt-Scott, superó las limitaciones de la novela original, situando a la protagonista, en una escala incluso superior de la cumbre del éxito, que ponía de manifiesto los desequilibrios de una sociedad multirracial, en la que en las calles se instalaban aún fuentes para el solo uso de negros. (Como botón de muestra, véase la estupenda "Figuras ocultas" de Theodore Melfi, cuyos hechos descritos transcurren apenas dos años después de los narrados en ésta.)
"Imitación a la vida", es sin duda, el legado póstumo de un Sirk, que de este modo da su requiebro final a los últimos estertores del "macarthismo", y lo hace de una forma soberbia, anticipándose casi diez años a Norman Jerwison,, y más de sesenta a Melfi. Muy recomendable.