Las películas de ficción futurista pueden destacar por la novedad de sus hallazgos, por su épica y, en muchos casos, por ser una metáfora de la realidad actual en un mundo paralelo.

Prometheus no brilla por nada de esto: sus hallazgos son apenas un remake de los temas de Alien. Ridley Scott vuelve a sacar su galería de monstruos viscosos que despiertan en un planetas lejano y siembran el terror entre los expedicionarios de la Tierra. Los expedicionarios, esta vez, son numerosos y banales, como dibujados por el lápiz grueso del peor Hollywood. Su valor épico es muy dudoso y conexión con el mundo en que vivimos, inexistente.

Se salva un poco el personaje del "robot" David, interpretado por Michael Fassbender, aunque no puede competir con el memorable David Bowie interpretando al "mentat" Piter en Dune.

La producción es suficientemente solvente como para no defraudar a los incondicionales del género e incluso, para permitir una segunda parte, que queda insinuada con toda claridad por el desenlace escogido y las escenas finales.

El film también insinúa pretensiones de trascendencia, tanto en su título como en algunos detalles de su argumento. Afortunadamente, no insiste mucho en esa línea en la que es difícil acercarse a la histórica "2001 una odisea del espacio". Todo se queda más bien en clave de aventuras, con una ligera intriga sobre el desenlace, un desenlace que evidencia el propósito estrictamente comercial (no por ello menos respetable) de los productores.