La drogadicción, y sus diferentes formas de terapia, podrían formar un género cinematográfico "per se". La de Tom Frey es una más de ellas. Cierto que el protagonista hace un gran papel en la pantalla, pero su trasfondo humano se nos escapa. Si se trata de un escritor, no lo vemos reflejado en su actitud ni en los diálogos en ningún momento. De su historia sentimental fallida, de la que él habla con gran pasión, sólo sabemos algo a través de una llamada de teléfono y una foto. De su familia, tan sólo conocemos a su hermano, y muy poco. De quién finacia ese centro, o cómo paga su estancia en él, nada. Los personajes secundarios, están todavía peor dibujados. El gran Billy Bob Thornton es aquí un remedo de un antiguo mafioso convertido en benefactor de la Humanidad. En definitiva, que no nos emociona la historia, y eso que, a ratos, tiene buenos rasgos cinematográficos. Una pena, porque podía.