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Voto de Paul More:
9
Voto de Paul More:
9
6.9
17,263
Drama
Polonia, 1960. Anna (Agata Trzebuchowska), una novicia huérfana que está a punto de hacerse monja, descubre que tiene un pariente vivo: una hermana de su madre que no quiso hacerse cargo de ella de niña. La madre superiora obliga a Anna a visitarla antes de tomar los hábitos. La tía, una juez desencantada y alcohólica, cuenta a su sobrina que su verdadero nombre es Ida Lebenstein, que es judía y que el trágico destino de su familia se ... [+]
5 de octubre de 2016
5 de octubre de 2016
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La duda es la única extraña a la que debemos abrir siempre la puerta. Conocerla nos ayudará a decidir cuándo es mejor dejarla cerrada.
Una película magnífica, que no para de lanzar preguntas desde que empieza hasta su final. Ida nos recuerda de forma sencilla y directa, la importancia de conocer para aprender, de experimentar para decidir, porque una vida sin duda es una vida perdida. Una vida sin una mirada que pida respuestas es una vida que tira hacia adelante obcecada en no salirse del camino de lo convencional y lo supuestamente correcto.
La película parte de juntar a dos personajes de lo más distintos. Ida no ha conocido más mundo que el que existe dentro de los muros del convento y por su parte Wanda, parece que se ha perdido entre tanto mundo. Unir la vida de ambas provoca una explosión de descubrimientos ya que ninguna de ellas sabía nada de la otra.
Una película magnífica, que no para de lanzar preguntas desde que empieza hasta su final. Ida nos recuerda de forma sencilla y directa, la importancia de conocer para aprender, de experimentar para decidir, porque una vida sin duda es una vida perdida. Una vida sin una mirada que pida respuestas es una vida que tira hacia adelante obcecada en no salirse del camino de lo convencional y lo supuestamente correcto.
La película parte de juntar a dos personajes de lo más distintos. Ida no ha conocido más mundo que el que existe dentro de los muros del convento y por su parte Wanda, parece que se ha perdido entre tanto mundo. Unir la vida de ambas provoca una explosión de descubrimientos ya que ninguna de ellas sabía nada de la otra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La misión de encontrar los restos de sus familiares es la excusa que les une y que hace que compartan camino. En ese camino es realmente fascinante observar a Ida contemplándolo todo en silencio, con esos ojos negros llenos de curiosidad. No parece aprobarlo pero no deja de mirar. Aquí es donde surge la duda. Por su parte, Wanda empieza en una especie de nube de superioridad moral de la que se irá precipitando poco a poco hasta hacerlo finalmente a ritmo de Mozart desde la ventana de su apartamento. Puede haber cierta duda sobre por qué lo hace. Desde luego, es un cúmulo de cosas y un desencanto general y cómo suele ser normal en estos casos, la principal razón es la soledad. Sin embargo, parece que ha sido precisamente Ida y el descubrimiento de los restos de su hijo los que le devolvieron de una patada a una realidad de la que ni el Vodka, la música o los hombres podrán librarle.
Quizás de esa posible culpa unida a una fortísima curiosidad, florezcan las ganas de Ida por experimentar lo que su tía hacía. Y esta es sin duda alguna la mejor parte de la película. Porque vemos a una joven que duda, que se plantea las cosas, que se da cuenta que es imposible decidir algo cuando no se conocen las opciones. Y esto es brillante. Todo se centra en esas dos breves frases que intercambian el saxofonista y nuestra protagonista en la cama.
— ¿En qué piensas? — Le pregunta él.
—No estoy pensando.
Maravilloso. No está pensando, se está dejando llevar, está viendo si ese mundo que rodeaba a su tía le atrapa, si se enamora de esa forma de vivir. Y descubre que no. Descubre que la vida que le ofrece el chico no acaba de llenarle y vuelve al convento. Pero lo hace con una cabeza tranquila, confiada en estar tomando la decisión correcta. Sabe que desde ese momento podrá hablar desde el conocimiento. Para tomar nota.
Me ha impresionado muchísimo también esa sencillez a la hora de utilizar los planos y esa cercanía que nos transmite oír todo tan de cerca. Hace que la película se convierta en algo realmente bello porque no necesita de artificios para contarnos esto e incluso yo diría que necesitamos esa sencillez y ese blanco y negro para permanecer atentos a lo más importante, que son los personajes. Las miradas, los silencios que chillan, los gestos, las provocaciones. No podemos dejar de mirar. Igual que le pasa a Ida.
Paúl Moré García
Quizás de esa posible culpa unida a una fortísima curiosidad, florezcan las ganas de Ida por experimentar lo que su tía hacía. Y esta es sin duda alguna la mejor parte de la película. Porque vemos a una joven que duda, que se plantea las cosas, que se da cuenta que es imposible decidir algo cuando no se conocen las opciones. Y esto es brillante. Todo se centra en esas dos breves frases que intercambian el saxofonista y nuestra protagonista en la cama.
— ¿En qué piensas? — Le pregunta él.
—No estoy pensando.
Maravilloso. No está pensando, se está dejando llevar, está viendo si ese mundo que rodeaba a su tía le atrapa, si se enamora de esa forma de vivir. Y descubre que no. Descubre que la vida que le ofrece el chico no acaba de llenarle y vuelve al convento. Pero lo hace con una cabeza tranquila, confiada en estar tomando la decisión correcta. Sabe que desde ese momento podrá hablar desde el conocimiento. Para tomar nota.
Me ha impresionado muchísimo también esa sencillez a la hora de utilizar los planos y esa cercanía que nos transmite oír todo tan de cerca. Hace que la película se convierta en algo realmente bello porque no necesita de artificios para contarnos esto e incluso yo diría que necesitamos esa sencillez y ese blanco y negro para permanecer atentos a lo más importante, que son los personajes. Las miradas, los silencios que chillan, los gestos, las provocaciones. No podemos dejar de mirar. Igual que le pasa a Ida.
Paúl Moré García