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España España · Santander
Voto de burton:
9
Drama Estados Unidos, principios de los 70. Bob Hughes es el jefe de una banda de toxicómanos, integrado por su mujer, Diane, y otra pareja, Rick y Nadine. Viajan a lo largo y ancho del país atracando farmacias para cubrir su imperiosa necesidad de droga. A raíz de un trágico suceso, Bob se replantea su situación; decide rehabilitarse y comenzar una nueva vida. Las cosas, sin embargo, no le resultan sencillas... (FILMAFFINITY)
2 de mayo de 2006
20 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película narrada en un esquema similar a Serpico, con reminiscencencias setetenteras pero con el sello inconfundible del cineasta Gus Van Sant.

Un viaje metafísico por el proceloso mundo de las drogas industriales, a través de las vivencias de cuatro pobres diablos comandados por el talentoso y carismático Dillon.

A través de su personaje el espectador atisba un agujero de esperanza al fondo...
En el camino sin embargo quedan atrás víctimas e ignominia.

Narrada en tercera persona con la voz en off de Dillon, viajamos con él y su grupo, a través de espirales serpeantes de sordidez y desesperanza de una sociedad arquetípica presente en todos los espacios.

Dillon interpreta a un don Nadie que ve el peligro a tiempo y se agarra al último vagón de un tren llamado esperanza, mientras ve como sus compañeros de miserias se quedan en el camino.

Lo curioso es que pasa de ser un don Nadie, a otro don Nadie pero respetable.

Sus charlas con el capellán maculado hablan de esperanzas y desesperanzas, mezcladas en una coctelera que al final nos brinda un leve guiño de esperanza escéptica.

A través de sus pensamientos y divagaciones, nos damos cuenta que el personaje de Dillon bebe de la sabiduría popular, de sus miedos y sus "firmes" convicciones delirantes y paranoicas susurrados por la vocecilla de su amiga la droga.

Que nadie espere ver en esta película la sordidez y la dureza del turbulento mundo de los ácidos y los estupefacientes, rostros demacrados y ojerosos, picados por la viruela y con el rictus cadavérico de cualquier yonqui del barrio de las 3000 viviendas en Sevilla o el de la Mina en Barcelona porque entonces se llevará un fiasco.

"Yo antes era un drogadicto convencido....", así comienza la película...

En el transcurso un bonito alegato y canto a la esperanza en un mundo demasiado duro.
burton
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