Curiosa mezcolanza. Una trama encaminada hacia los derroteros de la película de Luc Besson, Leon el profesional, unida al estilo de las películas de acción asiáticas.
Hechos que quedan constatados con las logradas persecuciones, los tiroteos o la tradición náutica marinera, perpetuada en está ocasión con otra de esas escenas con lanchas que tan famosas hizo otro director asiático llamado John Woo.
El comienzo en Praga, es decir, la presentación del asesino y su modus operandi hasta la llegada a Bangkok, está bien.
Nicolas Cage está sobrio, serio. Humano e inhumano según toque serlo. Siguiendo con su racha de películas de acción que encadenó en la segunda mitad de la década de los noventa, cumple como en aquellas con un personaje que le deja lucirse como en los viejos tiempos.
Después las subtramas entre el discípulo y la historia con la farmacéutica, hacen que la actuación de Cage varíe el rumbo. El personaje se vuelve blando, y es entonces cuando este Bangkok se vuelve más peligroso que un neurocirujano con parkinson intentando operar con una llave inglesa.
Es una aceptable película de acción, pero no busquen más de lo que hay.