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Voto de Seldon:
8
2013
Joseph Weisberg (Creador), Daniel Sackheim ...
7.4
8,624
Serie de TV. Thriller. Drama
Serie de TV (2013-2018). 6 temporadas. 75 episodios. Drama de época cuyos protagonistas son un matrimonio de espías del KGB que, en los años 80, viven cerca de Washington DC y se hacen pasar por estadounidenses. Phillip y Elizabeth Jennings tienen dos hijos que no saben nada sobre la verdadera identidad de sus padres. Tendrán que afrontar situaciones muy difícles debido al recrudecimiento de la Guerra Fría durante la presidencia de ... [+]
17 de noviembre de 2013
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ronald Reagan acaba de ser elegido presidente y va a comenzar una política dura contra la URSS apoyado desde el otro lado del atlántico por su aliada inglesa Margaret Thatcher. Los rusos están comenzando a perder la guerra fría, pero ellos aún no lo saben. Y por su parte, Phillip y Elizabeth tienen una pequeña agencia de viajes, un coche, una casita en un agradable barrio residencial y dos hijos -una chica que está al principio de la adolescencia y un niño más pequeño- y un coche.
Por supuesto nadie sabe quienes son en realidad Phillip y Elizabeth Jennings: forman parte de un grupo muy secreto de agentes conocido como el Directorio S, formado por agentes como ellos, encubiertos y que llevan más de una década viviendo como americanos de pura cepa. Nadie sabe de la existencia del Directorio S, salvo los altos más cargos en la embajada. Ni siquiera se conocen entre ellos, salvo su contacto con la central, y alguna excepción.
Y todo eso, claro, de incógnito. De puertas para afuera son la perfecta familia feliz: asisten a las representaciones de sus hijos en el colegio, desayunan a diario con ellos en la cocina de su casa,... en fin, que sólo les falta tener perro. Por supuesto los niños tampoco saben realmente quienes son sus padres ni a que dedican el tiempo libre.
Elizabeth (interpretada por Kerri Russell, que por si veis la serie y no la recordáis, es la jovencita que hacía de Felicity en la serie de finales de los 90), aunque es la perfecta ama de casa americana, moderna y liberada, sigue perfectamente fiel a la causa y es una agente eficaz, concienciada y mortal cuando se lo propone. Vive su falso matrimonio, con un hombre al que no conocía de nada, sin amor, pero todo es por la madre patria.
En cambio Phillip, aunque es un agente igual de efectivo y mortífero que su mujer, ha encajado como un guante en el american way of life, y le gusta la vida que llevan y la mujer con la que está casado: es aficionado al fútbol (al americano, claro), hace barbacoas en el patio, canta el himno nacional,... y en el fondo, está empezando a tener dudas.
Sabe que si los descubren estarán muertos, o peor, capturados; sabe que nunca los exfiltrarán y volverán a la URSS, o lo que es peor, puede que vuelva a un sitio que ya no es su hogar, en el que no encajará y que no podrá evitar comparar con la vida que ha conocido, y perdido.
Y además él si que quiere a su mujer; para él, su matrimonio no es ninguna farsa, está enamorado de ella desde la primera noche en que hace más de 15 años llegaron a su nuevo país, como desconocidos y descubrieron que existían cosas como los moteles, y lujos impensables en la URSS como el aire acondicionado.
Y eso que, debido a su trabajo, tienen lo que podríamos llamar un “matrimonio abierto”. Cualquiera de los dos, usa todas las armas que tiene a su alcance para hacer su trabajo, implique eso lo que implique: matar a alguien, seducir a una mujer para captarla, o acostarse con un hombre para sacarle información. Eso sí, siempre caracterizados: ambos son maestros del disfraz y tienen diversas identidades falsas para lo que se tercie.
En la serie te puedes encontrar todo lo que podrías esperar en un thriller de espías que es lo que en el fondo estás viendo: disfraces, engaños, operaciones de vigilancia, colocación de micrófonos ocultos, persecuciones en coche, radios de onda corta escondidas en el sotano, mensajes secretos en clave que solo aparecen en el papel cuando se moja con el producto químico adecuado,...
Y te lo sirven con un ritmo muy bien dosificado, manteniendo la intriga, y complicando la trama cuando es necesario. Hay escenas violentas cuando se tercia o escenas de sexo cuando tocan.
Mención especial merece el episodio piloto. No es que le resto de la primera temporada sea mala. En absoluto. Es que el piloto es buenísimo, con un ritmo trepidante, y contando una historia que aprovechan magistralmente para introducirte los personajes.
La serie esta muy bien ambientada, en su época, y por ejemplo en el caso del piloto, más aún, porque utilizan muy bien música que sonaba justo en aquella época (1981), y así nos encontramos escenas acompañadas de canciones de Quarterflash, Fleetwood Mac, o Phil Collins. Lástima que durante el resto de los episodios la banda sonora sea más bien música instrumental especialmente compuesta y no usen vuelvan a usar tan a menudo este recurso de incluir música, no original, pero de la época.
No es una historia de espías clásica, a lo John Le Carré, con agentes rusos y norteamericanos operando en el Berlín dividido de los años 40 y 50, ni tampoco es una historia de espías modernos como Homeland con los terroristas de Al-Qaeda como el Enemigo Público Número Uno.... ni falta que le hace. Porque el resto de la serie está a la altura del episodio piloto, al menos de momento.
La trama se va complicando a lo largo de los episodios: mientras los espías rusos captan a americanos para su causa, los contra-espías norteamericanos también hacen lo propio con los rusos, convirtiéndolos en agentes dobles y complicando la paranoia de quién sabe qué y quién trabaja para quién realmente, en un juego complicado y peligroso. Como dice la canción de Peter Gabriel que usan para ilustrar el final de la temporada: Games without Frontiers. Os reto a que veaís el episodio piloto y ver si podeis aguantar las ganas de seguir viendo la serie.
Altamente recomendable...
Si te ha interesado y quieres leer más, pásate por http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com/2013/11/the-americans-no-es-homeland-ni-falta.html
Por supuesto nadie sabe quienes son en realidad Phillip y Elizabeth Jennings: forman parte de un grupo muy secreto de agentes conocido como el Directorio S, formado por agentes como ellos, encubiertos y que llevan más de una década viviendo como americanos de pura cepa. Nadie sabe de la existencia del Directorio S, salvo los altos más cargos en la embajada. Ni siquiera se conocen entre ellos, salvo su contacto con la central, y alguna excepción.
Y todo eso, claro, de incógnito. De puertas para afuera son la perfecta familia feliz: asisten a las representaciones de sus hijos en el colegio, desayunan a diario con ellos en la cocina de su casa,... en fin, que sólo les falta tener perro. Por supuesto los niños tampoco saben realmente quienes son sus padres ni a que dedican el tiempo libre.
Elizabeth (interpretada por Kerri Russell, que por si veis la serie y no la recordáis, es la jovencita que hacía de Felicity en la serie de finales de los 90), aunque es la perfecta ama de casa americana, moderna y liberada, sigue perfectamente fiel a la causa y es una agente eficaz, concienciada y mortal cuando se lo propone. Vive su falso matrimonio, con un hombre al que no conocía de nada, sin amor, pero todo es por la madre patria.
En cambio Phillip, aunque es un agente igual de efectivo y mortífero que su mujer, ha encajado como un guante en el american way of life, y le gusta la vida que llevan y la mujer con la que está casado: es aficionado al fútbol (al americano, claro), hace barbacoas en el patio, canta el himno nacional,... y en el fondo, está empezando a tener dudas.
Sabe que si los descubren estarán muertos, o peor, capturados; sabe que nunca los exfiltrarán y volverán a la URSS, o lo que es peor, puede que vuelva a un sitio que ya no es su hogar, en el que no encajará y que no podrá evitar comparar con la vida que ha conocido, y perdido.
Y además él si que quiere a su mujer; para él, su matrimonio no es ninguna farsa, está enamorado de ella desde la primera noche en que hace más de 15 años llegaron a su nuevo país, como desconocidos y descubrieron que existían cosas como los moteles, y lujos impensables en la URSS como el aire acondicionado.
Y eso que, debido a su trabajo, tienen lo que podríamos llamar un “matrimonio abierto”. Cualquiera de los dos, usa todas las armas que tiene a su alcance para hacer su trabajo, implique eso lo que implique: matar a alguien, seducir a una mujer para captarla, o acostarse con un hombre para sacarle información. Eso sí, siempre caracterizados: ambos son maestros del disfraz y tienen diversas identidades falsas para lo que se tercie.
En la serie te puedes encontrar todo lo que podrías esperar en un thriller de espías que es lo que en el fondo estás viendo: disfraces, engaños, operaciones de vigilancia, colocación de micrófonos ocultos, persecuciones en coche, radios de onda corta escondidas en el sotano, mensajes secretos en clave que solo aparecen en el papel cuando se moja con el producto químico adecuado,...
Y te lo sirven con un ritmo muy bien dosificado, manteniendo la intriga, y complicando la trama cuando es necesario. Hay escenas violentas cuando se tercia o escenas de sexo cuando tocan.
Mención especial merece el episodio piloto. No es que le resto de la primera temporada sea mala. En absoluto. Es que el piloto es buenísimo, con un ritmo trepidante, y contando una historia que aprovechan magistralmente para introducirte los personajes.
La serie esta muy bien ambientada, en su época, y por ejemplo en el caso del piloto, más aún, porque utilizan muy bien música que sonaba justo en aquella época (1981), y así nos encontramos escenas acompañadas de canciones de Quarterflash, Fleetwood Mac, o Phil Collins. Lástima que durante el resto de los episodios la banda sonora sea más bien música instrumental especialmente compuesta y no usen vuelvan a usar tan a menudo este recurso de incluir música, no original, pero de la época.
No es una historia de espías clásica, a lo John Le Carré, con agentes rusos y norteamericanos operando en el Berlín dividido de los años 40 y 50, ni tampoco es una historia de espías modernos como Homeland con los terroristas de Al-Qaeda como el Enemigo Público Número Uno.... ni falta que le hace. Porque el resto de la serie está a la altura del episodio piloto, al menos de momento.
La trama se va complicando a lo largo de los episodios: mientras los espías rusos captan a americanos para su causa, los contra-espías norteamericanos también hacen lo propio con los rusos, convirtiéndolos en agentes dobles y complicando la paranoia de quién sabe qué y quién trabaja para quién realmente, en un juego complicado y peligroso. Como dice la canción de Peter Gabriel que usan para ilustrar el final de la temporada: Games without Frontiers. Os reto a que veaís el episodio piloto y ver si podeis aguantar las ganas de seguir viendo la serie.
Altamente recomendable...
Si te ha interesado y quieres leer más, pásate por http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com/2013/11/the-americans-no-es-homeland-ni-falta.html
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Imaginad que sois una chicha joven, de 17 años, que vive en una república de la URSS a principios de los 60, que no ha visto mundo, que nunca ha salido de su pueblo, menos aún de su país, que nunca ha tenido novio, pero que está completamente convencida de las bondades de la madre patria, del sistema comunista, y está deseosa de colaborar con el partido.
O imaginad que sois un jovencito, con poco más o menos la misma historia, no mucho más experiencia que ella, ni mucha más edad, pero igual de convencido y dispuesto.
Imaginad que os alistáis -u os reclutan, para el caso da lo mismo- el Komitet Gosudarstvennoy Bezopasnosti, es decir el Comité para la Seguridad del Estado, más conocido como el KGB, os llevan a Moscú, os entrenan como agentes, tanto física como mentalmente, os enseñan inglés como si fuerais ciudadanos de Wyoming, y un buen día os informan de que habéis sidos seleccionados para una misión: dejar atrás toda vuestra vida pasada y ser enviados a vivir a los Estados Unidos como verdaderos Americanos, pero actuando como agentes encubiertos. Pues eso es The Americans.
A ambos, el chico y la chica, con poco más de 20 años y un poco cohibidos, los presenta mutuamente un general del KGB, como Phillip y Elizabeth, no les dice sus verdaderos nombres, y les prohíbe a ellos que lo digan... eso o cualquier otro detalle de su vida pasada: a partir de ahora solo hablarán inglés, solo pensarán como americanos, y sólo pensarán en el pasado ficticio que para ellos han construido en América.
A partir de ahora, les informa, serán el señor y la señora Jennigs, vivirán en Virgina, a escasos kilómetros de Washington D.C., como una pareja de recién casados de clase media, y para el resto del mundo, estarán casados, se espera que tengan un trabajo perfectamente anodino y normal, que vivan en una casita unifamiliar en un suburbio de la capital de los Estados Unidos, y que, eventualmente, dentro de su farsa, tengan hijos, como cabría esperar de una pareja sana y normal de americanos.
Durante este tiempo, han espiado, han puesto micrófonos, han capturado a desertores, han enviado información a Moscú,... incluso ha reclutado a otros agentes, entre ciudadanos americanos: algunos por convencimiento (gente de izquierdas que piensan que el capitalismo es el cáncer de la humanidad pese a haber nacido y vivido en Estados Unidos, o luchadores por el movimiento pro-derechos civiles que piensan que el gobierno los americano los ningunea y lleva años explotándolos) y otros por avaricia (jugadores con problemas con su corredor de apuestas, o simplemente personas con información de interés dispuestas a venderla por dinero).
Todo parece ir bien, hasta que, a su barrio, justo a la casa de al lado, se muda Stan Beeman, junto con su mujercita rubia y su hijo adolescente. El problema es que Stan un agente del FBI que trabaja precisamente en contraespionaje, y precisamente investigando las posibles actividades de células ocultas e espías soviéticos en territorio americano.
Stan ha acabado teniendo de vecinos a los Jennings por pura casualidad -o eso es lo que parece- porque ha estado durante años trabajando, infiltrado de incógnito dentro de un grupo paramilitar racista en un estado sureño, pensando como ellos, actuando como ellos. Y ahora, como premio, lo han destinado, junto con su mujer y su hijo a los que casi no veía, a un puesto más tranquilo y cómodo.
Pero claro, eso los Jennings no lo saben, no pueden estar seguros, y de momento tienen que actuar como los perfectos vecinos, que comparten la valla entre los jardines de sus respectivas casas. Y además, Stan, dado su trabajo anterior es particularmente paranoico y observador, así que las continuas idas y venidas de los Jennings podrían llegar a ser un problema serio.
O imaginad que sois un jovencito, con poco más o menos la misma historia, no mucho más experiencia que ella, ni mucha más edad, pero igual de convencido y dispuesto.
Imaginad que os alistáis -u os reclutan, para el caso da lo mismo- el Komitet Gosudarstvennoy Bezopasnosti, es decir el Comité para la Seguridad del Estado, más conocido como el KGB, os llevan a Moscú, os entrenan como agentes, tanto física como mentalmente, os enseñan inglés como si fuerais ciudadanos de Wyoming, y un buen día os informan de que habéis sidos seleccionados para una misión: dejar atrás toda vuestra vida pasada y ser enviados a vivir a los Estados Unidos como verdaderos Americanos, pero actuando como agentes encubiertos. Pues eso es The Americans.
A ambos, el chico y la chica, con poco más de 20 años y un poco cohibidos, los presenta mutuamente un general del KGB, como Phillip y Elizabeth, no les dice sus verdaderos nombres, y les prohíbe a ellos que lo digan... eso o cualquier otro detalle de su vida pasada: a partir de ahora solo hablarán inglés, solo pensarán como americanos, y sólo pensarán en el pasado ficticio que para ellos han construido en América.
A partir de ahora, les informa, serán el señor y la señora Jennigs, vivirán en Virgina, a escasos kilómetros de Washington D.C., como una pareja de recién casados de clase media, y para el resto del mundo, estarán casados, se espera que tengan un trabajo perfectamente anodino y normal, que vivan en una casita unifamiliar en un suburbio de la capital de los Estados Unidos, y que, eventualmente, dentro de su farsa, tengan hijos, como cabría esperar de una pareja sana y normal de americanos.
Durante este tiempo, han espiado, han puesto micrófonos, han capturado a desertores, han enviado información a Moscú,... incluso ha reclutado a otros agentes, entre ciudadanos americanos: algunos por convencimiento (gente de izquierdas que piensan que el capitalismo es el cáncer de la humanidad pese a haber nacido y vivido en Estados Unidos, o luchadores por el movimiento pro-derechos civiles que piensan que el gobierno los americano los ningunea y lleva años explotándolos) y otros por avaricia (jugadores con problemas con su corredor de apuestas, o simplemente personas con información de interés dispuestas a venderla por dinero).
Todo parece ir bien, hasta que, a su barrio, justo a la casa de al lado, se muda Stan Beeman, junto con su mujercita rubia y su hijo adolescente. El problema es que Stan un agente del FBI que trabaja precisamente en contraespionaje, y precisamente investigando las posibles actividades de células ocultas e espías soviéticos en territorio americano.
Stan ha acabado teniendo de vecinos a los Jennings por pura casualidad -o eso es lo que parece- porque ha estado durante años trabajando, infiltrado de incógnito dentro de un grupo paramilitar racista en un estado sureño, pensando como ellos, actuando como ellos. Y ahora, como premio, lo han destinado, junto con su mujer y su hijo a los que casi no veía, a un puesto más tranquilo y cómodo.
Pero claro, eso los Jennings no lo saben, no pueden estar seguros, y de momento tienen que actuar como los perfectos vecinos, que comparten la valla entre los jardines de sus respectivas casas. Y además, Stan, dado su trabajo anterior es particularmente paranoico y observador, así que las continuas idas y venidas de los Jennings podrían llegar a ser un problema serio.
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