Spencer (2021), del director chileno Pablo Larraín, cuenta el trajín de la princesa Diana (Lady Di) en la Navidad de 1991. Se trata de un personaje sometido a las presiones de la realeza y la prensa, a punto de estallar. Excelente actuación de Kirsten Stewart en el papel principal.

Por Nicolás Bianchi

Una historia acotada y pequeña, que transcurre tan solo en un puñado de días y con solo una cuestión en foco: Lady Di está a punto de quebrarse mentalmente porque no soporta más las exigencias de la vida dentro de la realeza. Con eso el director Pablo Larraín construye una gran película que no necesita de diálogos pomposos ni de escenas grandilocuentes. Es una historia pequeña dentro de un mundo, el de la monarquía británica, en el que todo es gigante.

No es la primera vez que el director chileno retrata a una princesa en apuros ya que lo mismo hizo en Jackie (2016), película que se centraba en la primera dama luego del asesinato de JFK. En Spencer el impacto, de alguna manera, también proviene del exterior. Lo que martiriza a Diana (Kirsten Stewart) es una serie de relaciones y tradiciones que se juegan alrededor de la familia real, que mira con recelo su sobre exposición en los medios de comunicación (de lo cual quizás ella no era enteramente responsable).

Diana encuentra refugio en su amistad con la vestuarista Maggie (Sally Hawkins, la protagonista de The Shape of Water) y un primer enemigo en el marcial mayordomo Alistar (Timothy Spall), cancerbero de la Reina. Tanto en las primeras escenas, en las que Diana maneja su propio auto y se pierde en la ruta, como en los diálogos con quien sería su subordinada el personaje se muestra humano y sensible, alejado de la rigidez de los demás integrantes de la nobleza.

De hecho, en Spencer la Reina (Stella Gonet) y el príncipe Carlos (Charles Farthing), marido de Diana, tardan en tener voz. Como juego un tanto evidente pero efectivo la protagonista lee durante ese fin de semana la biografía de Ana Bolena, la mujer que Enrique VIII mandó a decapitar para poder casarse con su amante. El retrato del severo monarca decora uno de los salones y parece mirar fijamente a Diana, en tono de amenaza.

La princesa es mostrada como una mujer sometida por el entorno familiar de su marido, de allí el título que se corresponde con el apellido de soltera de Diana. Es, por momentos, una madre joven que busca ciertos momentos de felicidad con sus pequeños hijos, los principitos Harry y William. Por otros es una persona al borde de la psicosis, con escenas que se corresponden con cierto terror psicológico.

El principal mérito de la actuación de Stewart es lograr dotar de humanidad y calidez a un personaje inevitablemente querible. Por los pasillos del palacio de Norfolk Diana busca evitar el destino de Bolena. Aquí nadie le va a cortar la cabeza pero sí pueden lograr que explote. Y además se encuentra obligada a vestir ese pesado collar de perlas, que desea arrancarse como un preso a sus esposas.

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