En esta brillante comedia de acción de Damián Szifrón dos personajes supuestamente opuestos deben enfrentar a un grupo de criminales que opera dentro del Estado. Con Diego Peretti y Luis Luque.

Por Nicolás Bianchi

Argentina tiene una oscura y larga tradición de organizaciones o grupos paraestatales que han cometido distintas atrocidades a lo largo de la historia. Tiempo de valientes no necesariamente aborda este tema aunque sí lo usa como parte de su estructura argumental. ¿Puede ser un error tomarse una comedia demasiado en serio? Quizás sí, pero esta brillante película de Szifrón permite este análisis.

En primer lugar, el film presenta una escena sórdida y muy bien filmada en la que unos hombres bajo las órdenes del villano Lebonian (Oscar Ferreiro) ejecutan a otros. Esto sucede en un galpón en el que hay una mesa a la que está sentado Lebonian. El propósito de los ajusticiamientos es no dejar testigos tras un robo de uranio destinado a la venta a terroristas internacionales. Después de los disparos y con la sangre de los difuntos dispersa por todos lados Lebonian continúa comiendo un plato de pasta.

Después llega el turno de los protagonistas. El psicólogo Silverstein (Peretti) se ve obligado a cumplir una probation por unas infracciones de tránsito y es asignado a una comisaría que cuenta con un policía que atraviesa una depresión. Se trata de Díaz (Luque), que se encuentra en crisis porque su esposa le ha sido infiel. Después de acompañarlo durante su ronda diaria, Silverstein invita a Díaz a cenar a su casa, en donde se encuentra su esposa Diana (Gabriela Izcovich).

En pocas escenas los papeles de ambos personajes se revierten. Díaz termina oficiando de psicólogo de Silverstein. Este pasaje está contado de manera brillante y ofrece momentos geniales de comedia. Pero la transformación también sucede a la inversa. El psicólogo se compenetra más y más en su papel de ayudante de policía y comienza a participar en la investigación del caso de los dos hombres ejecutados.

A pesar de todos sus méritos como comedia (que son muchos), la película se sostiene en una idea que ha recorrido el cine argentino de distintas maneras. Los personajes oscuros que de alguna manera pertenecen a un sector sombrío, en todo sentido, del Estado están en los policiales de Aristarain de los 80 y en thrillers para plataformas de factura reciente como La Extorsión (2023). También están aquí. Lo que Tiempos de Valientes parece plantear se podría formular en una pregunta: ¿Si en los 90 se vendieron ilegalmente (y con participación del poder ejecutivo) armas a Croacia y Ecuador por qué en los 2000 estas estructuras no pueden abastecer terroristas?

Y por más que la película juegue al delirio y presente escenas de acción en las que, con mucha torpeza, Silverstein se convierte en una suerte de agente letal, estas ideas sostienen en parte el argumento. No es el tema principal que esta brillante obra de Szifrón aborda, pero sí se trata de una película más que pone en imágenes una idea con carnadura en la realidad: dentro del Estado habitan células criminales de gran poder e impunidad.

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