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Argentina Argentina · Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Voto de El Golo Cine:
9
Drama. Musical. Romance Aniceto (Hernán Piquín) es un hombre solitario que vive con su gallo en un pueblito de Mendoza. Francisca (Natalia Pelayo) es una chica ingenua que llega al lugar en busca de trabajo. Se conocen y se enamoran. Parece un sueño, pero termina en pesadilla cuando aparece la enigmática e irresistible Lucía (Alejandra Baldoni), su nueva vecina, que perturba al hombre y lo arrastra a su propia destrucción. (FILMAFFINITY)
27 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así comienza la última película del gran director argentino Leonardo Favio, Aniceto (2008), versión musical del drama de 1966, basado en un cuento de su hermano Zuhair Jury. Se trata de una celebración musical, visual y sensitiva con la marca de estilo del cineasta fallecido en 2012.

Por Nicolás Bianchi

Un talento como el de Leonardo Favio, genio del cine, se puede demostrar en cualquier tipo de escena, ya sea el baile de Aniceto para seducir a una amante o una pelea de gallos hecha con marionetas (según consta en los títulos). La versión musical de la película que el director ya había filmado en 1966, bajo el título Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más…, es un viaje deslumbrante de apenas 78 minutos que pasan volando, entre tangos, valses y cumbias.

Aniceto (Hernán Piquín) es un arrabalero que vive de las apuestas que cobra en las peleas que gana su gallo blanco. Es feliz con Francisca (Natalia Pelayo) pero hay algo que no le permite quedarse manso en su casa con lo que tiene. El grueso de la película ocurre de noche, alguna tormentosa. Pero es de día cuando Aniceto por su barrio conoce a Lucía (Alejandra Baldoni), con quien se seducen, se buscan pero luego se distancian. Él es pasional y necesita volver con ella mientras la pobre Francisca lo espera en su pieza vacía. Así es como en un arrebato pierde su billetera y se ve obligado a vender su gallo, compañero fiel, para poder seguir el tren de su amante.

En esa búsqueda, en la inconformidad, está la perdición de Aniceto. La película, la que cierra la filmografía de Favio, es visualmente majestuosa. Desde la primera escena en la que en el reflejo del agua, de un riacho mendocino, se nos presentan a los personajes, hasta el final, las imágenes traslucen una belleza natural. La escenografía logra embarcar a los personajes en una atmósfera suburbial, de tierra y ladrillo, de paredes despintadas, popular. La principal virtud está en que su artificialidad, a los minutos de comenzar el film, es aceptada dentro de la naturalidad del relato porque crea el universo en que Aniceto, su novia y su amante bailan, se encuentran y se desencuentran. Las acequias dan el marco y los sauces llorones el fondo de las callecitas de barriada provincial por las que el protagonista yerra su camino.

El tono costumbrista pero sumamente humano, que se fija obsesivamente en los sentimientos de los personajes, es el mismo que el director mendocino ha prodigado durante su carrera. Piquín se luce tanto en las escenas de baile, presumiblemente su fuerte, como en los diálogos dramáticos.

Entre cuadros musicales hay dos peleas de gallos que tienen la misma gran factura que los enfrentamientos pugilísticos de Gatica, el mono (1993), en la que los animales transmiten una vitalidad y una tensión sanguínea que salpica la pantalla. Según consta en los créditos las peleas fueron hechas intercalando imágenes de animales con marionetas; no podrían lucir más reales. Esa disputa parece señalar lo que sucede dentro del protagonista, las pasiones encontradas dentro de un hombre en el que no hay lugar posible para dos, porque la vida es una sola y uno solo el camino posible para desandar.
El Golo Cine
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