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Voto de Time Bandit:
6

Voto de Time Bandit:
6
5.1
23,622
Ciencia ficción. Acción. Drama
Un monstruo marino prehistórico, que ha permanecido décadas aletargado después de que la humanidad tratara de destruirlo, se enfrenta a malvadas criaturas que, animadas por la arrogancia científica del hombre, amenazan la vida de la raza humana. (FILMAFFINITY)
16 de mayo de 2014
16 de mayo de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ha llovido mucho desde que el gigantesco monstruo nipón invadiera la gran pantalla, exactamente 60 años. Desde entonces, el monstruo ha aparecido en gran de inmensidad películas en el país del sol naciente, siendo el máximo exponente de ese género de películas, tan popular en su país de origen, que consiste en que dos monstruos gigantes se dan de mamporros stop-motion en grandes ciudades recreadas en maquetas. En Hollywood quisieron aprovecharse de la popularidad del monstruo, y realizaron su propia versión que vio la luz en 1998, pero resultó ser un fracaso en todos los sentidos. Sin embargo, parece que la fábrica de los sueños no se da por vencida, y ha decidido rodar otra película sobre Godzilla, alejada todo lo posible de su predecesora (que era, simplemente, otra película de Roland Emmerich. Y el popular monstruo, una excusa como cualquier otra para destruir Nueva York), y mucho más fiel al espíritu de la película original. Cambiando, eso sí, el stop-motion y las maquetas por la puntera tecnología digital, mucho más realista, detallista y espectacular; aunque la opción “tradicional” para muchos aún posee más encanto que la recreación digital.
Si el film original era una metáfora de los peligros del mundo nuclear en el Japón después de la tragedia de Hiroshima y Nagasaki, en esta nueva versión son los ecos del accidente nuclear de Fukushima los que resuenan. Esta no es una historia en la que la humanidad deberá enfrentarse ante un monstruo despiadado con la idea de acabar con todo perro pichichi incrustada entre ceja y ceja. Aquí se nos habla de los peligros de creernos por encima de la naturaleza, y lo vengativa que puede resultar ésta. Es un enfrentamiento de la naturaleza contra naturaleza, en un brutal esfuerzo de volver a encontrar el equilibrio. La eterna lucha del bien y el mal, el ying y el yang que tanto les gusta a los asiáticos. Y en medio de esos dos monstruos imparables: los humanos, que se creen el centro de todo, y capaces de solucionar la situación ellos solos; pero terminarán comprendiendo su insignificancia frente al poder de la naturaleza.
Que nadie espere ver nada parecido a la película de 1998, porque hasta el diseño del monstruo es más fiel a la original que a esa. Es más, si hay alguna película de Hollywood con la que sería justo compararla, sería sin duda alguna con “Pacific Rim” de Guillermo del Toro, pero con las escenas de acción mucho más racionadas. En la película se decide dar más protagonismo a las personas que a los monstruos, que tienen sus intervenciones contadas; cosa que no me parece para nada un error, ya que en lugar de desgastarlos con apariciones innecesarias, consiguen añadir emoción y enganchar al espectador. Gareth Edwards nos muestra a su Godzilla de una forma parecida a la que Steven Spielberg utilizó para presentarnos a su tiburón, guardando las distancias: enseñarnos poco a poco, sin prisas, hasta que llega el momento de ver al monstruo en su totalidad.
El error de quitar minutos a los monstruos a favor de los personajes humanos, es que éstos no están todo lo bien dibujados que se desearía, quedando como unos simples arquetipos repletos de clichés vistos en mil y una películas. Empezando por el protagonista, interpretado por Aaron Johnson (“Kick-Ass”): el típico héroe de acción que no duda en arriesgarse en salvar a humanidad en general, y a su familia en particular. No tiene ningún rasgo que lo distinga de cualquier otro héroe de cualquier peli de acción. Elizabeth Olsen se pone en la piel de la mujer del protagonista… y eso es lo único que podemos decir de su personaje, clavado a miles de personajes femeninos de películas similares; lo que consigue que todas y cada una de sus intervenciones produzca cierta sensación de déjà-vu. Ken Watanabe (“Origen”, “Cartas desde Iwo Jima”) se encarga de otros de los personajes imprescindibles en este tipo de historias: el de experto al que los militares no hacen ni caso hasta los compases finales de la obra. Bryan Cranston (en su mejor momento profesional gracias a “Breaking Bad”) interpreta al padre del protagonista, al que todos topaban por loco, pero que al final resultaba tener razón; otro típico personaje. Ninguna interpretación es nada del otro mundo, pero no se puede pedir mucho más con unos personajes tan planos como esos. No sé si involuntaria o conscientemente, pero la simplificación hasta la mínima expresión de los protagonistas, hace que coja fuerza la sensación de que la humanidad en esta historia, pese al estar narrada desde su punto de vista, pinte bastante poco.
En resumen, una película entretenida, con una historia interesante detrás; una verdadera lástima que ésta en muchas ocasiones opte por ir en senderos nada originales. Pero, pese a sus limitaciones y defectos, todos sus logros y aciertos hacen que merezca la pena verla, aunque sólo sea para quitarse el mal sabor de boca dejada por la película Roland Emmerich. Ojala todos los remakes con los que nos sorprende Hollywood siguieran este ejemplo: adaptar la historia a los
nuevos tiempos y utilizando tecnologías actuales, pero sin traicionar el espíritu del original.
Si el film original era una metáfora de los peligros del mundo nuclear en el Japón después de la tragedia de Hiroshima y Nagasaki, en esta nueva versión son los ecos del accidente nuclear de Fukushima los que resuenan. Esta no es una historia en la que la humanidad deberá enfrentarse ante un monstruo despiadado con la idea de acabar con todo perro pichichi incrustada entre ceja y ceja. Aquí se nos habla de los peligros de creernos por encima de la naturaleza, y lo vengativa que puede resultar ésta. Es un enfrentamiento de la naturaleza contra naturaleza, en un brutal esfuerzo de volver a encontrar el equilibrio. La eterna lucha del bien y el mal, el ying y el yang que tanto les gusta a los asiáticos. Y en medio de esos dos monstruos imparables: los humanos, que se creen el centro de todo, y capaces de solucionar la situación ellos solos; pero terminarán comprendiendo su insignificancia frente al poder de la naturaleza.
Que nadie espere ver nada parecido a la película de 1998, porque hasta el diseño del monstruo es más fiel a la original que a esa. Es más, si hay alguna película de Hollywood con la que sería justo compararla, sería sin duda alguna con “Pacific Rim” de Guillermo del Toro, pero con las escenas de acción mucho más racionadas. En la película se decide dar más protagonismo a las personas que a los monstruos, que tienen sus intervenciones contadas; cosa que no me parece para nada un error, ya que en lugar de desgastarlos con apariciones innecesarias, consiguen añadir emoción y enganchar al espectador. Gareth Edwards nos muestra a su Godzilla de una forma parecida a la que Steven Spielberg utilizó para presentarnos a su tiburón, guardando las distancias: enseñarnos poco a poco, sin prisas, hasta que llega el momento de ver al monstruo en su totalidad.
El error de quitar minutos a los monstruos a favor de los personajes humanos, es que éstos no están todo lo bien dibujados que se desearía, quedando como unos simples arquetipos repletos de clichés vistos en mil y una películas. Empezando por el protagonista, interpretado por Aaron Johnson (“Kick-Ass”): el típico héroe de acción que no duda en arriesgarse en salvar a humanidad en general, y a su familia en particular. No tiene ningún rasgo que lo distinga de cualquier otro héroe de cualquier peli de acción. Elizabeth Olsen se pone en la piel de la mujer del protagonista… y eso es lo único que podemos decir de su personaje, clavado a miles de personajes femeninos de películas similares; lo que consigue que todas y cada una de sus intervenciones produzca cierta sensación de déjà-vu. Ken Watanabe (“Origen”, “Cartas desde Iwo Jima”) se encarga de otros de los personajes imprescindibles en este tipo de historias: el de experto al que los militares no hacen ni caso hasta los compases finales de la obra. Bryan Cranston (en su mejor momento profesional gracias a “Breaking Bad”) interpreta al padre del protagonista, al que todos topaban por loco, pero que al final resultaba tener razón; otro típico personaje. Ninguna interpretación es nada del otro mundo, pero no se puede pedir mucho más con unos personajes tan planos como esos. No sé si involuntaria o conscientemente, pero la simplificación hasta la mínima expresión de los protagonistas, hace que coja fuerza la sensación de que la humanidad en esta historia, pese al estar narrada desde su punto de vista, pinte bastante poco.
En resumen, una película entretenida, con una historia interesante detrás; una verdadera lástima que ésta en muchas ocasiones opte por ir en senderos nada originales. Pero, pese a sus limitaciones y defectos, todos sus logros y aciertos hacen que merezca la pena verla, aunque sólo sea para quitarse el mal sabor de boca dejada por la película Roland Emmerich. Ojala todos los remakes con los que nos sorprende Hollywood siguieran este ejemplo: adaptar la historia a los
nuevos tiempos y utilizando tecnologías actuales, pero sin traicionar el espíritu del original.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo mejor: Cada una de las apariciones del monstruo que da nombre a la obra.
Lo peor: Los personajes humanos simples y típicos a más no poder.
Lo peor: Los personajes humanos simples y típicos a más no poder.