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Voto de Rosario:
8

Voto de Rosario:
8
7.2
20,262
Drama
Rumanía, 1987: el país se encuentra bajo el férreo régimen comunista de Ceaușescu. Otilia y Gabita son estudiantes y comparten habitación en una residencia. Gabita está embarazada, pero no quiere tenerlo. Las jóvenes acuerdan un encuentro con un tal Mr. Bebe para que le practique un aborto ilegal en la habitación de un hotel. (FILMAFFINITY)
8 de febrero de 2011
8 de febrero de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Merece la austeridad y no abusar de la palabra, mejor el número y no la letra, mejor la noche, la humedad, la falta de aderezos, el frío en el discurso aunque a veces se tiña de una posibilidad cuando hay un diálogo de tirarnos la pelota y que no caiga antes de contar diez.
Cualquier motivo sirve para ser quienes somos pero algunas situaciones nos describen con la precisión de un pendolista. No podemos escondernos de nosotros, llevamos demasiado tiempo incubando tibiezas y afectos, olas y pasos subterráneos, familia y territorio. Nos crece el pecho casi de repente y somos mujer o madre antes, sin quedarnos siquiera embarazadas, sin que se note; ni el reproche es airado sino dolido, discreto.
En realidad Cristian Mungiu habla de la calidad y los límites: ¿hasta dónde estamos dispuestos a dar por el “otro”? No cualquiera sino el “otro” que nos toca al lado, con el que convivimos y compartimos parte de nuestro tiempo. Pero no es una cuestión geográfica sino ética o modal, esa tercera dimensión no de tiempo ni de espacio sino honda, vertical, el taladro de las generaciones que llega a un atrás insospechado y tabú seguramente: el hijo deseado o el silencio de la muerte.
Siempre está la vuelta, la pregunta: todo “otro” es uno. No podemos confundir aprendizaje con filantropía, o ambas con simpleza. Lo que sucede en los sentidos nos obliga a mirarnos, nos remite a nosotros. Otilia no es la heroína de la pesadilla de Gabita. Gabita no es la víctima. Son el “otro” para cada una, realidad necesaria para sentir, pedir perdón, querer y odiar, no entender y apostar. La vida nos pone en situaciones para ser sin juicios: Gabita, Otilia, el Sr. Bebe... Y nunca más volver a hablar de ello.
Cualquier motivo sirve para ser quienes somos pero algunas situaciones nos describen con la precisión de un pendolista. No podemos escondernos de nosotros, llevamos demasiado tiempo incubando tibiezas y afectos, olas y pasos subterráneos, familia y territorio. Nos crece el pecho casi de repente y somos mujer o madre antes, sin quedarnos siquiera embarazadas, sin que se note; ni el reproche es airado sino dolido, discreto.
En realidad Cristian Mungiu habla de la calidad y los límites: ¿hasta dónde estamos dispuestos a dar por el “otro”? No cualquiera sino el “otro” que nos toca al lado, con el que convivimos y compartimos parte de nuestro tiempo. Pero no es una cuestión geográfica sino ética o modal, esa tercera dimensión no de tiempo ni de espacio sino honda, vertical, el taladro de las generaciones que llega a un atrás insospechado y tabú seguramente: el hijo deseado o el silencio de la muerte.
Siempre está la vuelta, la pregunta: todo “otro” es uno. No podemos confundir aprendizaje con filantropía, o ambas con simpleza. Lo que sucede en los sentidos nos obliga a mirarnos, nos remite a nosotros. Otilia no es la heroína de la pesadilla de Gabita. Gabita no es la víctima. Son el “otro” para cada una, realidad necesaria para sentir, pedir perdón, querer y odiar, no entender y apostar. La vida nos pone en situaciones para ser sin juicios: Gabita, Otilia, el Sr. Bebe... Y nunca más volver a hablar de ello.