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Voto de Marius:
9

Voto de Marius:
9
7.8
17,251
Drama
Es la época de la unificación de Italia en torno al Piamonte, cuyo artífice fue Cavour. La acción se desarrolla en Palermo y los protagonistas son Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster), y su familia, cuya vida se ve alterada tras la invasión de Sicilia por las tropas de Garibaldi (1860). Para alejarse de los disturbios, la familia se refugia en la casa de campo que posee en Donnafugata en compañía del joven Tancredi (Alain ... [+]
26 de noviembre de 2012
26 de noviembre de 2012
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces se han dado de la mano con mayor fortuna cine y literatura que en "El gatopardo", adaptación de la gran novela de Giuseppe Tomasi Di Lampedusa. Luchino Visconti atrapa el espíritu de la obra con personalidad, pero siempre al servicio de una prodigiosa historia sobre la convulsión social que supone el movimiento de revolución y unificación de Italia, y cómo afecta éste a Palermo (Sicilia), y más concretamente a Fabrizio, príncipe de Salina, y a las personas de su entorno.
El arranque del film supone todo un adelanto de los cambios que deben acontecer en la sociedad italiana para que todo siga igual. La idea de cambio para mantener el estado de las cosas domina todo el metraje. La clave es sobrevivir en el nuevo paisaje, algo que en el caso de los adultos se produce de modo más tosco (don Calogero) y abrupto (Fabrizio, que se adapta a los tiempos recién estrenados con sensación de traición a los ideales de antaño). Los que vivirán la nueva etapa de un modo diferente serán los jóvenes, y Fabrizio (Burt Lancaster) lo entiende perfectamente.
Resulta deslumbrante el modo en que Visconti despliega su narración, sin prisa ninguna. Y de ese modo logra dibujar con minuciosidad a sus personajes, de modo especial al príncipe de Salina, una espléndida composición de Burt Lancaster. Sus conversaciones con el padre Pirrone (Romolo Valli) rebosan cinismo; con don Ciccio (Serge Reggiani) cuestiona la democracia, por un plebiscito en el que el único voto negativo ha sido manipulado; con los jóvenes prometidos medita acerca de la fugacidad de la vida y lo efímero de la belleza...
La mirada de el cineasta es melancólica. Los pocos pasajes que protagonizan los personajes acentúan la pena por la juventud que se va. Porque Fabrizio es consciente de que su mundo tiene los días contados, y por ello la rotunda escena del baile, casi tres cuartos de hora, es sobrecogedora. No sólo por la elegancia de la pareja en el vals, que hace detenerse al resto de bailarines, sino por el reconocimiento de Angelica (maravillosa Claudia Cardinale) al príncipe de todo lo que ha hecho por su compromiso con Tancredi (Alain Delon).
La película no sería igual sin la preciosa música de Nino Rota o la cálida fotografía de Sicilia de Giuseppe Rotunno. Ambas influyeron sin duda años más tarde en Francis Ford Coppola y "El padrino".
El arranque del film supone todo un adelanto de los cambios que deben acontecer en la sociedad italiana para que todo siga igual. La idea de cambio para mantener el estado de las cosas domina todo el metraje. La clave es sobrevivir en el nuevo paisaje, algo que en el caso de los adultos se produce de modo más tosco (don Calogero) y abrupto (Fabrizio, que se adapta a los tiempos recién estrenados con sensación de traición a los ideales de antaño). Los que vivirán la nueva etapa de un modo diferente serán los jóvenes, y Fabrizio (Burt Lancaster) lo entiende perfectamente.
Resulta deslumbrante el modo en que Visconti despliega su narración, sin prisa ninguna. Y de ese modo logra dibujar con minuciosidad a sus personajes, de modo especial al príncipe de Salina, una espléndida composición de Burt Lancaster. Sus conversaciones con el padre Pirrone (Romolo Valli) rebosan cinismo; con don Ciccio (Serge Reggiani) cuestiona la democracia, por un plebiscito en el que el único voto negativo ha sido manipulado; con los jóvenes prometidos medita acerca de la fugacidad de la vida y lo efímero de la belleza...
La mirada de el cineasta es melancólica. Los pocos pasajes que protagonizan los personajes acentúan la pena por la juventud que se va. Porque Fabrizio es consciente de que su mundo tiene los días contados, y por ello la rotunda escena del baile, casi tres cuartos de hora, es sobrecogedora. No sólo por la elegancia de la pareja en el vals, que hace detenerse al resto de bailarines, sino por el reconocimiento de Angelica (maravillosa Claudia Cardinale) al príncipe de todo lo que ha hecho por su compromiso con Tancredi (Alain Delon).
La película no sería igual sin la preciosa música de Nino Rota o la cálida fotografía de Sicilia de Giuseppe Rotunno. Ambas influyeron sin duda años más tarde en Francis Ford Coppola y "El padrino".