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Voto de Marius:
9

Voto de Marius:
9
7.5
7,075
3 de julio de 2013
3 de julio de 2013
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El proceso" es una complicada producción europea basada en una obra de Franz Kafka, protagonizada por un ciudadano condenado a recorrer los crueles e inescrutables caminos de la ley y los aparatos del estado, que está contemplada y recreada desde la barroca e intencionada mirada de ese genio llamado Orson Welles.
Welles transfiere la época de la novela al momento contemporáneo, y lo que personalmente ha puesto en esa álgebra de puros valores son las experiencias, las vivencias, los pensamientos y el drama del hombre de hoy. Este hombre sobre el que pesa permanentemente la amenaza de una culpabilidad sin culpa, de un proceso sin proceso, y de una pena sin justificación, han sido la más espantosa concentración aritmética de la profecía kafkiana. Cada espectador puede sentir que cada escena, cada frase, cada personaje de la película se aplican sobre sí mismo, sobre su caso particular.
Quizás en esta obra envolvente las atmósferas y los decorados tienen más presencia que los personajes. Un desbordante torrente de imágenes de aliento expresionista, con unos techos angustiosamente bajos y unos inquietantes travellings recorriendo todo el relato, que nos proporciona una desoladora reflexión acerca del desamparo del individuo frente a las instituciones y sus ejecutores, ya sean abogados, jueces, policías, verdugos o simplemente funcionarios.
Pocas veces más el cine nos ha ofrecido una tan desesperada alegoría de nuestro sistema, perpetrada mediante una concepción estética de un barroquismo muy especial, entre onírico y expresionista.
Welles transfiere la época de la novela al momento contemporáneo, y lo que personalmente ha puesto en esa álgebra de puros valores son las experiencias, las vivencias, los pensamientos y el drama del hombre de hoy. Este hombre sobre el que pesa permanentemente la amenaza de una culpabilidad sin culpa, de un proceso sin proceso, y de una pena sin justificación, han sido la más espantosa concentración aritmética de la profecía kafkiana. Cada espectador puede sentir que cada escena, cada frase, cada personaje de la película se aplican sobre sí mismo, sobre su caso particular.
Quizás en esta obra envolvente las atmósferas y los decorados tienen más presencia que los personajes. Un desbordante torrente de imágenes de aliento expresionista, con unos techos angustiosamente bajos y unos inquietantes travellings recorriendo todo el relato, que nos proporciona una desoladora reflexión acerca del desamparo del individuo frente a las instituciones y sus ejecutores, ya sean abogados, jueces, policías, verdugos o simplemente funcionarios.
Pocas veces más el cine nos ha ofrecido una tan desesperada alegoría de nuestro sistema, perpetrada mediante una concepción estética de un barroquismo muy especial, entre onírico y expresionista.