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Voto de Jos:
8

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8
6.0
9,173
Intriga. Thriller. Drama
En su apartamento de urbanización prototipo de Los Angeles, Sam (Andrew Garfield) anda por la vida muerto de aburrimiento. Ningún aliciente hasta ese día en que descubre a una nueva vecina sexy, deslumbrante, inquietante, misteriosa y, de repente, desaparecida. Y aún hay mayores rarezas esperando a Sam, porque por el barrio anda suelto un asesino de perros...
6 de enero de 2019
6 de enero de 2019
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Critica: Under The Silver Lake
Sam es un treintañero que vive en un complejo de apartamentos en Los Ángeles. No tiene trabajo, ni aspiraciones de ningún tipo y su vida carece de sentido. Un día, mientras curiosea desde su balcón, se fija en una vecina que deambula por la piscina. Cuando ella desaparece sin dejar rastro, Sam se obsesiona con resolver el misterio de su desaparición.
Si en su anterior película, la excelente It Follows, se percibían influencias muy bien asimiladas del cine de John Carpenter (con Halloween como referente más palpable), en esta ocasión, David Robert Mitchell, fija su mirada en Alfred Hitchcock y David Lynch para construir su nuevo film. La realización mezcla estas influencias junto a múltiples referencias a la cultura Pop, en una estructura de film Noir que retuerce y parodia para dar forma al bizarro puzle fílmico. La dirección de Robert Mitchell encuentra un gran aliado en la excelente partitura de Richard Vreeland (que ya colaboro en su anterior film), en una amalgama de imágenes y sonido que nos trae a la memoria el cine de la década de los 50.
La película trata sobre cómo la influencia de la cultura Pop nos define como individuos en nuestra juventud, idolatrando a iconos hasta coronarlos dioses y adoptando su arte como seña de identidad. Un arte que esta producido por grandes empresas que tienen sus propios intereses y al que le importa poco que estos falsos ídolos terminen rotos porque hay más esperando a la cola. El film también hace referencia a cómo cuando somos jóvenes tendemos a idealizarlo todo y como para madurar debemos dejar atrás esa realidad impostada.
Andrew Garfield (que desde que dejo atrás a Spiderman escoge papeles más interesantes) interpreta con convicción al personaje central. El resto de los actores le secundan muy acertadamente. A destacar la actuación de un Jeremy Bobb totalmente irreconocible como el compositor y la aparición de Patrick Fischler, actor que intervenía en Mulholland Drive (2001, David Lynch), película con la que este film tiene varios puntos en común.
Hay que decir, que es una película que pide al espectador que sea más participativo de lo normal. Al igual que el protagonista tiene que descifrar las pistas para poder resolver el enigma que le obsesiona, nosotros tendremos que poner todos los sentidos para encontrar el significado del film. Es una propuesta que gana con sucesivos visionados y es recomendable verla dos veces antes de formarse una opinión. También hay que decir que la película tiene un ritmo lento, una duración excesiva y es tan enrevesada que será una losa para todos aquellos que van al cine buscando un mero entretenimiento que se lo de todo mascado.
Sam es un treintañero que vive en un complejo de apartamentos en Los Ángeles. No tiene trabajo, ni aspiraciones de ningún tipo y su vida carece de sentido. Un día, mientras curiosea desde su balcón, se fija en una vecina que deambula por la piscina. Cuando ella desaparece sin dejar rastro, Sam se obsesiona con resolver el misterio de su desaparición.
Si en su anterior película, la excelente It Follows, se percibían influencias muy bien asimiladas del cine de John Carpenter (con Halloween como referente más palpable), en esta ocasión, David Robert Mitchell, fija su mirada en Alfred Hitchcock y David Lynch para construir su nuevo film. La realización mezcla estas influencias junto a múltiples referencias a la cultura Pop, en una estructura de film Noir que retuerce y parodia para dar forma al bizarro puzle fílmico. La dirección de Robert Mitchell encuentra un gran aliado en la excelente partitura de Richard Vreeland (que ya colaboro en su anterior film), en una amalgama de imágenes y sonido que nos trae a la memoria el cine de la década de los 50.
La película trata sobre cómo la influencia de la cultura Pop nos define como individuos en nuestra juventud, idolatrando a iconos hasta coronarlos dioses y adoptando su arte como seña de identidad. Un arte que esta producido por grandes empresas que tienen sus propios intereses y al que le importa poco que estos falsos ídolos terminen rotos porque hay más esperando a la cola. El film también hace referencia a cómo cuando somos jóvenes tendemos a idealizarlo todo y como para madurar debemos dejar atrás esa realidad impostada.
Andrew Garfield (que desde que dejo atrás a Spiderman escoge papeles más interesantes) interpreta con convicción al personaje central. El resto de los actores le secundan muy acertadamente. A destacar la actuación de un Jeremy Bobb totalmente irreconocible como el compositor y la aparición de Patrick Fischler, actor que intervenía en Mulholland Drive (2001, David Lynch), película con la que este film tiene varios puntos en común.
Hay que decir, que es una película que pide al espectador que sea más participativo de lo normal. Al igual que el protagonista tiene que descifrar las pistas para poder resolver el enigma que le obsesiona, nosotros tendremos que poner todos los sentidos para encontrar el significado del film. Es una propuesta que gana con sucesivos visionados y es recomendable verla dos veces antes de formarse una opinión. También hay que decir que la película tiene un ritmo lento, una duración excesiva y es tan enrevesada que será una losa para todos aquellos que van al cine buscando un mero entretenimiento que se lo de todo mascado.