Clasicazo de principios de los noventa que forma parte de la edad de oro del cine de acción y que supuso un gran exitazo puesto que juntó a dos de los máximos exponentes de ese tipo de cine: Van Damme y Lundgren.

Roland Emmerich, director alemán que siente los colores de la bandera americana (como demuestra su filmografía) dirige Soldado universal, una de esas películas que uno sabe que tendrán secuela sí o sí. El guión no es ninguna maravilla, pero tiene por lo menos cierto toque original (aunque el desarrollo esté lleno de topicazos). Emmerich hace lo que tiene que hacer y no se le debe pedir mucho más. La gente espera una película de acción y es lo que se le da, ni más ni menos. A los amantes del género no les disgustará. Además, para los amantes del cine como concepto, está la escena final, rodada con temple y con sentido de la ubicación, aprovechando al máximo el entorno.

Jean-Claude Van Damme, que por aquella época estaba hasta en la sopa, protagoniza la película. Hasta que hizo JCVD nadie supo nunca que tras esas patadas imposibles había un actor. Aquí, en su robótico papel, continua la línea inexpresiva que ha marcado su carrera. Con Dolph Lundgren el caso es otro. El sueco sigue sin demostrar a estas alturas que más allá de su poderoso físico hay algo. En Soldado universal se mueve como pez en el agua soltando frases lapidarias y haciendo el papel de impasible militar. En general, nada nuevo bajo el sol.

Resumiendo, que es gerundio: la película, salvando el final, es mala. No mala de hartarse, pero mala. Lo que pasa que yo soy un romántico (AKA medio gilipollas) y cuando veo películas de la infancia se me enciende la chispa y en cierto modo las disfruto. Como película no tengo ni idea de la nota que le pondría, pero como forma parte de el cine de mi infancia y eso es tan importante como mi primera comunión, me la quedo. Un 5 y arreando, que también es gerundio.