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Voto de Antonio Morales:
7
Drama. Cine negro Tom Connors (Spencer Tracy) es condenado a una pena de entre cinco y treinta años de presidio en la cárcel Sing Sing por atraco a mano armada. Una vez allí, consigue un permiso para visitar a su novia herida, pero ésta se ve involucrada en una pelea con un mafioso que tendrá insospechadas consecuencias para Connors. (FILMAFFINITY)
16 de abril de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que más caracterizó al Estudio Warner Bros durante los años 30 y 40, fue su cine de denuncia social, tratando temas que afectaban a la actualidad de aquel tiempo. Predominaban los films baratos de gánsters y dentro del subgénero carcelario, éste en una de sus más ilustres representantes, con un joven Spancer Tracey cedido por la Fox, ya que el elegido previo, James Cagney andaba negociando su contrato con Jack Warner, creo sinceramente que Tracy le da un carisma al personaje más noble y humano que la perversidad intrínseca que le hubiera otorgado al personaje el intrépido Cagney, que ya se había hecho famoso como hampón en “El enemigo público n.º 1”. La emergente estrella femenina de la Warner, era Bette Davis que con su carisma le da una acertada réplica como prostituta y novia del convicto. El film pone su acento en la crítica social y política, en su alegato humanista, sin olvidar alertar a la opinión pública acerca de los excesos cometidos.

La severidad de una justicia cargada de prejuicios morales y cómo la sociedad va perdiendo valores que incluso un delincuente es capaz de respetar, me refiero al compromiso moral de una palabra de honor en unos tiempos en que la opinión pública ya desconfiaba de ese tipo de compromiso, no digamos ahora, que una palabra dada es causa de mofa y escarnio. Y es que hubo un tiempo en que un hombre valía, por la credibilidad que tenía su palabra. El alcaide de Sing Sing era unos de esos pocos tipos dispuestos a jugarse su carrera por el respeto hacia una palabra de honor, ante una situación humana crítica. Sin ser excesivamente agresiva en su denuncia, narra las andanzas de un delincuente, Tommy Connors (Tracy), tan arrogante y jovial como fatuo, cuya actitud irá cambiando a lo largo de su encierro en la prisión, a ello se contrapone la figura del alcaide Paul Long (Arthur Byron), que aboga por el trato humano, paternal, sin desdeñar la disciplina. No en vano el film parte de un libro autobiográfico del alcaide real, Lewis E. Lawes, y como antes apunté, su trama se acerca al rabioso presente de 1932, a aquel espectador que asistía a la sala de cine, que al abandonarlo era capaz de reconocer a algunos de los transeúntes con los que se cruzara.

Porque a Tommy Connors no le gustaban los sábados para fugarse, era su día de mala suerte. Aunque asistimos a una fuga él no quiere participar, tiene sus principios e ideas irrenunciables. La gran dirección de actores, las miradas lo dicen todo con sus primeros planos, su excelente puesta en escena, sus encuadres, el clima de la prisión y el pulso narrativo es mérito de su director, el liberal Michael Curtiz al que debió resultarle atractiva la posibilidad de observar el mundo desde la perspectiva de este alcaide en activo, Lawes que permitió filmar el film en su prisión de N.Y. justo en el año que iba a ganar las elecciones Franklyn Delano Roosevelt con su “new deal”. Se trata en suma, de la evolución moral de un hombre de palabra que promete regresar a la prisión de la que le han dado un permiso temporal, es un delincuente sin delitos de sangre, hasta entonces...
Antonio Morales
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