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Voto de Antonio Morales:
8
Drama Evelyn (Kathy Bates), una mujer madura que vive frustrada por su gordura y por la insensibilidad y simpleza de su marido, conoce casualmente en un asilo a Ninny (Jessica Tandy), una anciana que le va contando poco a poco una dramática historia ocurrida en un pequeño pueblo de Alabama. El relato se hace cada vez más fascinante: gira en torno a la gran amistad entre dos mujeres (Mary Stuart Masterson y Mary-Louise Parker) y al misterioso ... [+]
7 de enero de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jon Avnet era un guionista que se pasó a la dirección con esta entrañable película, modesta y sencilla que nos hace reflexionar sobre las pequeñas cosas de la vida, por las que merece la pena vivir. Y lo hace a través de las vivencias en la memoria de una anciana. Avnet realiza un film simpático, nada pretencioso que sin ser una obra maestra, nadie puede negarle su encanto. Su mayor virtud reside en combinar géneros diversos como el drama, la tragedia y también la comedia, una narración en dos tiempos que guardan relación. En el fondo, no deja de ser una denodada lucha de las mujeres por su dignidad asediada por una sociedad sureña, racista y machista, donde el protagonismo lo asumen los hombres blancos.

Evelyn (una enorme, Kathy Bates) es una mujer de mediana edad que, en compañía de su marido, va cada semana a una residencia de ancianos a visitar a un familiar. Allí traba amistad con la Sra. Threadgoode (una deliciosa, Jessica Tandy), una entrañable anciana que le cuenta viejas historias, centradas en la vida de una joven inquieta, Idgie, y en un pueblo hoy abandonado llamado Whistle Stop, en Alabama. Allí creció y vivió Idgi, quien desde pequeña mostró una notable independencia y fuerza de carácter para enfrentarse a la vida. Su amistad con Ruth, sus dificultades con el Ku Klux Klan, el negocio que montan juntas las dos amigas y los problemas cotidianos, son narrados de forma evocadora por la anciana. A medida que los encuentros periódicos se suceden, Evelyn irá tomando conciencia de su propia vida, acomplejada dentro y fuera de casa por su sobrepeso mal aceptado. Las historias que cuenta la anciana le sirven para adoptar el coraje necesario para dar un cambio radical a su vida, reconciliándose consigo misma.

Este hermoso film reflexiona sobre la capacidad de transformación que puede tener un relato en la vida de una persona, la virtud catártica de las viejas historias. Se describen actitudes ejemplares para situarse en la vida, sobre todo cuando esa historia refleja unos sucesos de una vida asumida en toda su radicalidad. Idgie (Mary Stuart Masterson), es una mujer que asume con valentía las circunstancias de la vida, es rebelde y adopta conductas varoniles, que no consiente el maltrato a una mujer, sin embargo es generosa con los débiles y perseguidos por el color de su piel. Esta actitud influirá decisivamente en Evelyn para replantearse su existencia en un momento crítico para la mujer como es la menopausia.

En este sentido, “Tomates verdes fritos” es un film decididamente feminista, demostrando que en algunos ámbitos sociales el machismo no ha sido erradicado. El guión de Fanny Flagg y el propio cineasta, según la novela de la primera (ganadora del Pulitzer, 1987), lo dejan bien claro. Mostrando los vestigios de una sociedad atrasada, triste e injusta, el abandono de los ancianos en las residencias, el consumismo mal entendido, las falsas terapias para los problemas de peso. Otro de los temas a destacar es la paz interior de la anciana, la serenidad propia de la sabiduría de quien ha vivido la vida. Ahora que la han abandonado, permanece tranquila y satisfecha en la recta final de sus días. Película modesta que ha ido creciendo con el tiempo, permaneciendo actual por los temas tan cotidianos a los que alude y, que se ha hecho un hueco en el corazón del público y la ha encumbrado al puesto que merece.
Antonio Morales
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