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Voto de Antonio Morales:
6
Comedia Finales del siglo XIX. El hecho de que una bella joven empiece a trabajar en un ministerio haciendo el trabajo de un hombre provoca un gran escándalo. Además, muy pronto demuestra que es muchísimo más eficiente que la mayoría del personal masculino de la oficina. El hecho no deja a nadie indiferente y provoca infinidad de reacciones que van de la envidia a la admiración. Los cimientos de la sociedad machista comienzan a resquebrajarse ... [+]
13 de marzo de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cineasta Fernán Gómez adapta la obra teatral “Sublime decisión” del gran Miguel Miura. La historia de una señorita que a finales del siglo XIX, decide hacer algo que para todas las demás estaba prohibido: trabajar como empleada de obras públicas en la administración. Una mujer que decide abandonar el papel pasivo que la sociedad le otorga para revelarse contra el machismo imperante. Satirizando la actitud de los hombres que asumen un cierto mercadeo donde se elige la mercancía femenina de la forma más denigrante. Una comedia costumbrista con una mujer moderna, atrevida y muy adelantada a su época. La incorporación de la mujer al trabajo es el motor del film, en clave de comedia satírica pero tratando a los personajes con cariño y ternura.

Pero es que además de lo expuesto, que incluye un brillante monólogo inicial, el film esconde una soterrada y diabólica crítica a ese tipo de funcionario, desagradable y altivo, que olvida con frecuencia que está prestando un servicio al ciudadano y por el cual se le remunera. Que en más de una ocasión, hemos tenido que sufrirlo quejándose o siendo insolente a la hora de tramitar algún asunto burocrático, quien no ha sufrido el irritante: “vuelva usted mañana”. Esa mala uva que aquí encarna magistralmente el actor Erasmo Pascual. La espléndida Analía Gadé realiza un estupendo papel, dándole cumplida réplica al siempre soberbio Fernán Gómez como un lechuguino chupatintas venido a pobre pero honrado, que retratan las relaciones laborales y también amorosas entre hombres y mujeres en una sociedad hipócrita regida por el dinero y la posición social.

Por otro lado asistimos a una mordaz diatriba sobre la política y su inestabilidad, la forma de noviazgo de la época, la conquista femenina desde el balcón, de cómo las mujeres debían exhibirse para seducir al caballero más apuesto. Los diálogos son divertidos e ingeniosos en esta desenfadada obra, como era habitual si habían salido de tan prestigiosa pluma. Folios de caricaturas se intercambian entre las escenas del film, separando los distintos actos como capítulos de una novela por entregas y resaltando la perfecta propiedad de los actores en las curiosas modas de la época: cuellos duros, chalecos, manguitos, leontinas, sin olvidar sus mostachos, patillas y perillas.

En ese mundo jerárquico de pompa creciente, del pelotillero descarado, peleas mezquinas y pormenorizada inutilidad es donde busca auxilio, la bella Florita. Entre el hogar y el trabajo está la calle, llena de peligros para las señoritas que se aventuran solas, lugar donde pueden volverse “tunantas”, según dice la protagonista, haciendo gala de una inocencia ñoña que nos sitúa en el léxico de una España hipócrita. Deliciosa obra que recomiendo a pesar de los años, parece que felizmente superado, ¿O quizás no del todo?
Antonio Morales
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