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Voto de Antonio Morales:
9
Drama Philippe Gerbier (Lino Ventura) es un ingeniero civil que ha entregado todos sus esfuerzos a la valerosa resistencia francesa, de la que es uno de sus máximos responsables. Pero llega el día en que la policía colaboracionista le captura, siendo retenido en un campo de concentración bajo atenta vigilancia. Tras un traslado logrará escapar improvisando una fuga relámpago. A partir de ese momento viviremos con su testimonio el día a día de ... [+]
30 de julio de 2013
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Melville era un cineasta que amaba por encima de todo el universo simbólico de la literatura y el cine americano de las cuales tomo muchas pautas de su arte: su gusto por el riesgo violento de los héroes solitarios, los meandros de la amistad viril sellada por el combate entre la lealtad y la traición, las sórdidas tramas gangsteriles, los coches que derrapan y los neumáticos que chirrian durante las persecuciones de madrugada… Por tomar, hasta su nombre lo tomó de un creador literario de la orilla oeste del Atlántico.

Tercer film de Melville sobre la Resistencia, desgraciadamente desconozco los dos anteriores (Le silence de la mer, 1947 y León Morin Prêtre, 1961), película en torno a una época de la historia de Francia que él mismo vivió como protagonista. Su filmografía en esos años le había llevado por los terrenos del thriller y esto no pasa desapercibido en el tono de “El ejército de las sombras” de 1969, que se convierte así en un thriller bélico. Acercando la novela de Joseph Kessel a sus propias vivencias, valores como la lealtad y la traición se entrelazan en un mundo en el que la supervivencia y la fatalidad son caras de una misma moneda.

Su constante búsqueda de la tragedia en su estado más puro le lleva a recrear una serie de personajes condenados de antemano. Nadie se engaña. Todos saben cual va a ser su final y la soledad es su inexcusable compañera de viaje desde el momento en que cualquiera de sus “cómplices” hoy puede mañana ser su perdición. Mathilde, un espléndido personaje, símbolo de todas estas contradicciones como ningún otro, es buen ejemplo de ello. La visión de la resistencia se muestra ambigua y profundamente amarga. Ni rastro de heroísmos vacios y grandilocuencia patriotera. Sus personajes se mueven por un difuso sentido del deber que en muy pocas ocasiones se ve explicitado. Y cuando esto ocurre, siempre hay en él un incierto distanciamiento.

El siempre hábil dominio del montaje paralelo está en el origen de la consecución de una acción, en la que la tensión se apoya en lacónicas imágenes, siempre lejos del menor asomo de efectismo. Si se nos muestra un campo de concentración, éste parece tener hasta cierta placidez. El sufrimiento está en el rostro de los personajes, no en cualquier manido catálogo de los horrores nazis. Las torturas de Félix, primero y Jean François, después, a manos de la Gestapo nunca son explicitadas en pantalla. Las conoceremos por los rostros ensangrentados de ambos. Siempre es mejor sugerir que mostrar. La acción es, a su vez, contenida hasta en las secuencias de mayor tensión. Melville penetra en el duro mundo de la Resistencia con una profundidad difícil de soportar. Una de las claves para conseguirlo es su formidable dirección de actores. Los gestos, los ojos, los movimientos de Lino Ventura, Simone Signoret, Paul Meurisse y Jean-Claude Brialy nos dicen mucho más que las voces en off que martillean regularmente la película.
Antonio Morales
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