La idea de la venganza como único camino de la dignidad perdida es, sin duda, un tema escabroso. Sin embargo, la acertada y realista dirección de Barry Levinson lo desmarca de todo sensacionalismo, rubricando así uno de los mejores trabajos de su irregular filmografía. Basada en una novela presuntamente biográfica, del italoamericano Lorenzo Calcaterra, la película de Barry Levinson “Sleppers”, reavivó las mismas polémicas que había despertado el texto literario cuando se publicó. Según el escritor, detalla su infancia y adolescencia en la “Cocina del infierno” (Hell´s Kitchen), uno de los barrios marginales más duros y siniestros de Manhattan, Nueva York, que está delimitado por las calles 34 y 59 al sur y norte, respectivamente; y el Río Hudson y la Octava Avenida, al este y oeste.

Acompañado de sus tres mejores amigos, Michael, Tommy y John – “ésta es una historia real acerca de una amistad más penetrante que la sangre”, explica la voz en “off” del film retomando palabras de la novela del autor –, Lorenzo golfea por las calles de su barrio huyendo de un padre violento y maltratador y de una existencia que no comprende. Pero, por desgracia, el fatal destino se cruzará en la vida del joven y sus amigos. Un fatal accidente, saldado con graves heridas para un transeúnte y en el que se ven involucrados los cuatro amigos, les condenará a pasar un tiempo en un reformatorio. La tétrica institución, regida con mano de hierro por un sádico guardan llamado Sean Nokes (un espléndido Kevin Bacon), se convertirá en un infierno que marcará sus vidas.

El film goza de una descripción descarnada y sincera denuncia del sistema represor y del mundo de la justica. Levinson se apoya en un reparto espléndido de actores que logran elevar el tono del film, encabezado por un Robert De Niro brillante como el Padre Boby, un clérigo que fuma, bebe y dispuesto a “todo” por ayudar y preocuparse por sus feligreses. El film se inicia con una soberbia descripción del barrio: “un mundo de inocentes regido por la corrupción”, con su aberrante marginalidad y pobreza, y del ambiente mafioso en el que no falta el capo bueno (Vittorio Gassman). Levinson planifica con singular clasicismo un film pleno de elegantes panorámicas y picados que se conjugan con estudiados y majestuosos movimientos de grúa, los cuales recogen tanto detalles ambientales, como apuntes humorísticos y dramáticos que logran la plena identificación del público con la historia narrada.

Se aprecia un cierto tono dickensiano en la pesadilla que viven los muchachos y su pérdida de la inocencia, gracias al trabajo lumínico y cromático del operador Michael Balhaus. “Sleeper” deviene finalmente en un relato pseudo-judicial, bien narrado, eso sí, la venganza implacable es el norte de la historia. Levinson aboga por la violencia y la sangre como fines terapéuticos y políticamente nada correctos. En mi opinión, el mejor film del cineasta. En spoiler describo la mejor secuencia del film a cargo de De Niro.