Asistimos en los últimos años a una psicosis colectiva en occidente motivada por los atentados terroristas del “yihadismo” islámico, que pretenden por la fuerza del terror y el chantaje, derrocar nuestras normas de convivencia. Al socaire de esta situación emocional, Hollywood se ha apuntado a mostrar con distintas películas más o menos acertadas, la inquietante situación en que nuestras libertades son mancilladas con amenazas permanentes, por el totalitarismo radical. Steven Soderbergh nos hace su aportación personal, a la moda apocalíptica con “Contagio”, aunque el director parece más interesado en reflexionar sobre la paranoia de nuestra sociedad, después de los atentados del World Trade Center.

“Contagio” es un film coral que retrata con detalle casi periodístico el caos producido por una pandemia mortal, que no se parece al “Estallido” de Wolfgang Petersen, donde la trama se centraba en los efectos destructores de la epidemia y de la lucha contrarreloj para procurar un antídoto. Soderbergh retoma en cierta forma la línea de un film últimamente reivindicado como “La amenaza de Andrómeda” de Robert Wise, en el sentido de seguir los esfuerzos en entender y combatir un virus mortal. Pero a diferencia de la anterior, el cineasta crea un mosaico de escenarios y personajes distribuidos por el planeta, aludiendo al carácter global de nuestra sociedad. Y es que “Contagio”, además de un film que analiza de forma madura y creíble una amenaza consistente, traza una digresión en contra de la globalización y de sus principales elementos de apoyo como son los movimientos humanos y la irresponsabilidad en el uso de internet, quizás un virus inorgánico tan letal como el que provoca el caos en el film.

Sorprende la radicalidad del personaje de Jude Law, un tipo que lidera una web que se define como “fuente de verdad”, que extiende el rumor de una conspiración de las corporaciones farmacéuticas en la propagación y control de la enfermedad, cuyo personaje va adquiriendo un carácter de charlatán mesiánico que se aprovecha económicamente del miedo que generan sus comentarios por la web. El cineasta muestra fehacientemente la falacia de la globalización y lo fácil que es provocar el caos en una sociedad hiperconectada y sin filtros de seguridad, vulnerable a cualquier información tendenciosa.

El film deriva su atención hacia los individuos, desde los familiares de los afectados hasta los médicos que intentan luchar contra la enfermedad, encarnados excelentemente por Matt Damon, Laurence Fishbourne y Kate Winslet, entre otros. No estamos ante un film de estereotipos, sino ante un complicado mosaico de reacciones humanas, la crónica de un probable apocalipsis filmado desde la cotidianidad, sin recurrir al efectismo del cine de desastres, dentro del género de la ficción pero sin recurrir a héroes ni superhombres, todo ello desde la inmediatez y con tonos de “reality show”. Un director que domina los mecanismos del suspense e incluso del terror, pocas veces en una película, hemos sentido tanto miedo al oír toser a una persona, con esos primeros planos de los rostros enfermos que asaltan nuestra inquietud.