Con una bonita ambientación rural, costera y a la vez lúgubre gracias a la mansión donde se desenvuelve la acción, Juan Antonio Bayona logra reunir ciertos tópicos del género con bastante buen hacer, a lo que ayudan unas actuaciones convincentes, sobre todo de parte de una atormentada Belén Rueda.

La actriz interpreta en esta ocasión a Laura, una mujer que se va con su marido y su hijo a vivir al orfanato donde vivió de niña, ahora abandonado y rehabilitado como vivienda. Su intención es convertirlo en un centro de cuidado para niños discapacitados, pero las cosas no van por el camino adecuado, pues su hijo se comporta de forma más extraña que de costumbre*(1).

La película está muy bien llevada, con momentos intrigantes y alguna que otra escena desagradable, y algún que otro detallito cutre*(2), todo hay que decirlo. Vivimos con la protagonista la sensación de no saber lo que está pasando, la incertidumbre a medida que se desvelan los secretos del orfantato. Y el final es el perfecto ejemplo de cómo convertir un final desgraciado en uno bonito*(3). Solo le sobra el epílogo.