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Voto de JorgeRTadeo:
6

Voto de JorgeRTadeo:
6
6.1
2,526
Drama
Adaptación de una novela de Ramón Pérez de Ayala ambientada en la época del caciquismo. En 1910, en el pueblecito asturiano de Cenciella, la enconada lucha entre dos bandos políticos trae la desgracia a unos seres bondadosos e ingenuos: la pareja formada por Urbano (Álex González) y Estrella (Paula Echevarría). Urbano, el secretario del Ayuntamiento, es un hombre idealista e íntegro que simpatiza con los liberales. Pero es que, además, ... [+]
22 de septiembre de 2007
22 de septiembre de 2007
40 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
La admiración de Garci por los clásicos del cine americano, le ha llevado a insistir en una narrativa anquilosada en los mecanismos propios de una época en la que Hollywood se teñía de dorado y no del azul de las pantallas de efectos visuales. Nada tiene de malo inspirarse en los clásicos o huir de vanguardismos para contar una historia -ahí está Clint Eastwood-, el problema es que sin querer, Garci en aras de un clasicismo mal digerido, reviste su cine de un manierismo formal tan molesto como el de cualquier 'modernillo' entregado al cyber-punk.
Esto no ha impedido al director, conseguir momentos de lucidez en su filmografía, por ejemplo en el retrato de pequeños microcosmos rurales ha dado al espectador una oportunidad para, a cambio de tolerar una excesiva querencia por lo contemplativo y una molesta retórica visual
-la fotografía de Raúl Cubero es excelente así como los decorados de Gil Parrondo, pero el
(ab)uso que de ellos hace el director roza a menudo la cursilería-, hallar destellos de auténtica vida a través de historias en apariencia mínimas y localistas, pero al final tan universales y entrañables, como las de 'El Abuelo' o 'You´re the one'.
´Luz de domingo´ supone su regreso a escenarios asturianos y entornos rurales tras el parentesis de la fallida Tiovivo c.1950, y la aplaudida Ninette. Si en esta última Garci sacaba buen provecho del texto de Mihura, y en ´El Abuelo´ adaptaba con éxito a Galdós, su nuevo filme se apoya en una obra de Pérez de Ayala, ambientada en la España caciquil de 1911, y el material parece propicio para dar rienda suelta a su cine hecho de tiempos muertos y sus personajes íntegros (aquí Alfredo Landa dando vida a un emigrante retornado de América y Álex González que interpreta a su modélico yerno) enfrentados a las injusticias sociales de una época, (encarnadas en este caso en el personaje de Carlos Larrañaga, el alcalde del pueblo en el que transcurre la acción).
El filme discurre durante su inicio por territorio de sobra conocido para el seguidor de Garci: ritmo parsimonioso, paisajes de ensueño de la costa asturiana explotados hasta el hastío, ingenuidad de los encuentros amorosos, el trazo grueso de los personajes que ejercen de 'villanos' y el encanto de unos secundarios entrañables, que también son marca de la casa. La sorpresa llega pasada la mitad del metraje, cuando el melodrama se torna tragedia y el conflicto adquiere un tono mucho más grave y explícito de lo habitual en el realizador. Viendo el devenir de los acontecimientos a partir de ese estallido de violencia, retratado con una crudeza inédita en Garci desde 'El Crack', surge el espejismo de poder estar ante una recuperación de la áspera tragedia rural de 'Los Santos Inocentes', pero hay una enorme distancia entre ambas historias y está nada menos que en el aspecto moral. (*)
Esto no ha impedido al director, conseguir momentos de lucidez en su filmografía, por ejemplo en el retrato de pequeños microcosmos rurales ha dado al espectador una oportunidad para, a cambio de tolerar una excesiva querencia por lo contemplativo y una molesta retórica visual
-la fotografía de Raúl Cubero es excelente así como los decorados de Gil Parrondo, pero el
(ab)uso que de ellos hace el director roza a menudo la cursilería-, hallar destellos de auténtica vida a través de historias en apariencia mínimas y localistas, pero al final tan universales y entrañables, como las de 'El Abuelo' o 'You´re the one'.
´Luz de domingo´ supone su regreso a escenarios asturianos y entornos rurales tras el parentesis de la fallida Tiovivo c.1950, y la aplaudida Ninette. Si en esta última Garci sacaba buen provecho del texto de Mihura, y en ´El Abuelo´ adaptaba con éxito a Galdós, su nuevo filme se apoya en una obra de Pérez de Ayala, ambientada en la España caciquil de 1911, y el material parece propicio para dar rienda suelta a su cine hecho de tiempos muertos y sus personajes íntegros (aquí Alfredo Landa dando vida a un emigrante retornado de América y Álex González que interpreta a su modélico yerno) enfrentados a las injusticias sociales de una época, (encarnadas en este caso en el personaje de Carlos Larrañaga, el alcalde del pueblo en el que transcurre la acción).
El filme discurre durante su inicio por territorio de sobra conocido para el seguidor de Garci: ritmo parsimonioso, paisajes de ensueño de la costa asturiana explotados hasta el hastío, ingenuidad de los encuentros amorosos, el trazo grueso de los personajes que ejercen de 'villanos' y el encanto de unos secundarios entrañables, que también son marca de la casa. La sorpresa llega pasada la mitad del metraje, cuando el melodrama se torna tragedia y el conflicto adquiere un tono mucho más grave y explícito de lo habitual en el realizador. Viendo el devenir de los acontecimientos a partir de ese estallido de violencia, retratado con una crudeza inédita en Garci desde 'El Crack', surge el espejismo de poder estar ante una recuperación de la áspera tragedia rural de 'Los Santos Inocentes', pero hay una enorme distancia entre ambas historias y está nada menos que en el aspecto moral. (*)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
(*)Si en la obra de Delibes adaptada a la pantalla con fidelidad por Mario Camus, la justificación de la venganza era entendible debido al estado mental del personaje que la llevaba a cabo (el impagable Paco Rabal dando vida al retrasado Azarías), en 'Luz de domingo' esto no sucede de forma tan clara, debido a la premeditación de la vendetta, lo excesivo de la misma, y sobre todo el tratamiento que le da el director a las secuencias finales, recreándose en la venganza con planos tan innecesarios como el de la escopeta apuntando a las partes nobles, y ese desenlace con el justiciero compadecido por la autoridad que manipula al espectador sobre cómo ha de juzgar ese ajuste de cuentas y justifica de manera populista un crimen tan atroz como el que pretende vengar. (Por un momento pienso en Michael Haneke y la escena del rebobinado de la genial 'Funny Games' como un antídoto a aplicarle a ese desenlace).
Y al grave problema de moralidad del que adolece la cinta se une la incómoda tesitura a la que se somete al espectador, obligado a tragarse la almibarada introducción, para pasar de forma abrupta al terrible nudo, y desembocar en un final que pretende hallar el alivio al sufrimiento en la venganza; y tras un crimen mútiple, cinematográficamente mal resuelto, Garci nos endosa una escena de plasticidad onírica adornada con una dulce melodía en la que los protagonistas recuperan la felicidad robada... Patinazo.
Y al grave problema de moralidad del que adolece la cinta se une la incómoda tesitura a la que se somete al espectador, obligado a tragarse la almibarada introducción, para pasar de forma abrupta al terrible nudo, y desembocar en un final que pretende hallar el alivio al sufrimiento en la venganza; y tras un crimen mútiple, cinematográficamente mal resuelto, Garci nos endosa una escena de plasticidad onírica adornada con una dulce melodía en la que los protagonistas recuperan la felicidad robada... Patinazo.