Existe en ella un ánimo latente por apurar el latido del joven que se sabe perdedor. Durante su metraje te enfrentas a escenas que combinan con habilidad la miseria interior, el fracaso, e incluso la humillación; allí donde alguno de ellos es despojado incluso de su dignidad.

Produce emociones, que se van transformando a medida que avanza: Pena, desánimo, indignación... apoyados por un sentimiento de cotidianidad malsano, que de alguna manera atrapa... Y atrapa, porque Patricia Ferreira, resulta una habilidosa conductora de emociones; conoce y manejan los resortes que visualmente debe tocar, para introducir en el espectador la carga dramática necesaria.

Marina Comas, Àlex Monner, Albert Baró, Aina Clotet, traducen todo ello a través de una sensibilidad serena que conmueve. A pesar de sus muchos acierto no resulta un producto fácil, ni con guión bien armado.