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7
7.9
20,332
21 de febrero de 2008
21 de febrero de 2008
20 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
El día en que los vilanos invaden el aire y revolotean por todas partes, marca el comienzo de la primavera en un pueblecito costero de Italia, y se completa un ciclo que nos hace espectadores y partícipes de la vida corriente de sus habitantes.
Fellini se zambulle en sus recuerdos infantiles y nos regala un particular y personal tapiz tejido con el pulso de un típico pueblo entre tantos, en tiempos del auge fascista. Rasgos culturales, tradiciones, costumbres, familias, personajes pintorescos de los que puede haber en cualquier parte y a la vez únicos en sus peculiaridades, trasfondo político y, sobre todo, aroma a añoranza de los tiempos pasados, a la juventud traviesa, indómita y descarada. Contemplar ese lugar es saborear lo irrepetible y lo cíclico. Personas, escenarios concretos y circunstancias que nos llevan de la mano por el excitante y difícil sendero de nuestro crecimiento y que se graban como una filigrana en los reductos de la memoria, determinando en gran medida lo que llegamos a ser.
De este modo, Fellini recuerda su niñez, normal y corriente y exuberante a la vez. Rememora sus travesuras de muchacho, su despertar a las inquietudes juveniles, las trifulcas diarias de la familia, las regañinas de unos padres llevados hasta más allá del límite de su paciencia; aquella casa en la que convivían varias generaciones (el abuelo y algún tío además de los padres y el hermano menor). Aquel deambular con la pandilla de amiguetes para hacer de las suyas y poner el pueblo patas arriba. La propaganda fascista, las marchas militares y la exhibición de las habilidades de los jóvenes del pueblo para demostrar su apego al régimen y al "Duce". La presión, el escarnio y las amenazas a los que se somete a quienes no aceptan el fascismo. Y esos pequeños acontecimientos que van dejando sus huellas en el calendario: fiestas, la primera gran nevada que se recuerda en toda la historia del pueblo, la boda de alguna mujer por la que suspiraban todos los chicos...
En clave de humor, con llaneza, realismo y lirismo, con cierta dosis delirante y casi onírica en ocasiones, pero sobre todo antológica, y mucha sensibilidad, Fellini condensa en este trozo de vida el latido de una comunidad. El pueblo, personaje principal y protagonista, nos cuenta su historia tejida con los corazones de sus gentes, y no se priva de mostrar tanto el lado más bello y poético como el lado más irreverente. En suma, todo lo que hace única y universal a cualquier población.
Un año transcurre, y así continuarán los años, uno tras otro. Cambiarán las personas, las circunstancias, las ideologías, los escenarios, pero en el fondo todo permanecerá fiel a su esencia, y quienes vivieron sus años dorados en aquella época concreta, nunca podrán olvidar.
Fellini se zambulle en sus recuerdos infantiles y nos regala un particular y personal tapiz tejido con el pulso de un típico pueblo entre tantos, en tiempos del auge fascista. Rasgos culturales, tradiciones, costumbres, familias, personajes pintorescos de los que puede haber en cualquier parte y a la vez únicos en sus peculiaridades, trasfondo político y, sobre todo, aroma a añoranza de los tiempos pasados, a la juventud traviesa, indómita y descarada. Contemplar ese lugar es saborear lo irrepetible y lo cíclico. Personas, escenarios concretos y circunstancias que nos llevan de la mano por el excitante y difícil sendero de nuestro crecimiento y que se graban como una filigrana en los reductos de la memoria, determinando en gran medida lo que llegamos a ser.
De este modo, Fellini recuerda su niñez, normal y corriente y exuberante a la vez. Rememora sus travesuras de muchacho, su despertar a las inquietudes juveniles, las trifulcas diarias de la familia, las regañinas de unos padres llevados hasta más allá del límite de su paciencia; aquella casa en la que convivían varias generaciones (el abuelo y algún tío además de los padres y el hermano menor). Aquel deambular con la pandilla de amiguetes para hacer de las suyas y poner el pueblo patas arriba. La propaganda fascista, las marchas militares y la exhibición de las habilidades de los jóvenes del pueblo para demostrar su apego al régimen y al "Duce". La presión, el escarnio y las amenazas a los que se somete a quienes no aceptan el fascismo. Y esos pequeños acontecimientos que van dejando sus huellas en el calendario: fiestas, la primera gran nevada que se recuerda en toda la historia del pueblo, la boda de alguna mujer por la que suspiraban todos los chicos...
En clave de humor, con llaneza, realismo y lirismo, con cierta dosis delirante y casi onírica en ocasiones, pero sobre todo antológica, y mucha sensibilidad, Fellini condensa en este trozo de vida el latido de una comunidad. El pueblo, personaje principal y protagonista, nos cuenta su historia tejida con los corazones de sus gentes, y no se priva de mostrar tanto el lado más bello y poético como el lado más irreverente. En suma, todo lo que hace única y universal a cualquier población.
Un año transcurre, y así continuarán los años, uno tras otro. Cambiarán las personas, las circunstancias, las ideologías, los escenarios, pero en el fondo todo permanecerá fiel a su esencia, y quienes vivieron sus años dorados en aquella época concreta, nunca podrán olvidar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La música de Nino Rota ambienta con viveza y aire de nostalgia, convirtiéndose en un elemento fundamental, la fotografía nos introduce de lleno en los ambientes y el guión, sin ocultar giros sorprendentes, sin embargo tiene ese toque imaginativo y exuberante propio de Fellini, y despierta con frecuencia la sonrisa a menudo pícara, la ternura, la indulgencia y cierta melancolía difusa.
Seguro que a cada uno de nosotros esta película nos trae algún recuerdo de la niñez...
Seguro que a cada uno de nosotros esta película nos trae algún recuerdo de la niñez...