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Voto de Vivoleyendo:
8
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8
Drama. Romance Francia, 1912. Horty, un joven obrero gana el concurso anual de fuerza que organiza su empresa: el premio es un billete de ida y vuelta para ir a Southampton a ver la partida del Titánic. Durante la noche, una hermosa muchacha llama a su habitación del Gran Hotel de Southampton y le pide alojamiento. Es una camarera del Titanic: debe embarcar al día siguiente y todos los hoteles de la ciudad estan completos. A la mañana siguiente, ella ... [+]
5 de julio de 2011
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las leyendas se basan en hechos reales, pero se magnifican de tal manera que la verdad original es lo que menos interesa, y el imaginario popular les da proporciones grandiosas, descomunales, lo cual las dota de la cualidad de la inmortalidad.
La ficción de las leyendas, de los relatos y de los cuentos fascina al público y dispara sus fantasías escondidas, sus deseos de vivir vidas ajenas, de creerse en otra piel con circunstancias diferentes. También quien hilvana historias se fuga durante un rato de sí mismo y realiza aspiraciones que en la vida real son impracticables.
Ese es el espíritu de “La camarera del Titanic”, que gira en torno al sueño de una noche de primavera, la víspera de la partida del Titanic del puerto de Southampton.
Aunque el terrible suceso del naufragio del Titanic en su viaje inaugural bastó por sí solo para encumbrar al trasatlántico más grande y laureado de su tiempo, su leyenda es mucho más colosal que lo que fue el barco en sí, y la tragedia que se llevó al fondo del océano retumba indeleble, persistente en la memoria colectiva. Ha habido tragedias con muchas más víctimas, otros naufragios más dantescos, pero el Titanic se labró un aura imbatible, que tiene más de inventado y añadido, de mentiras y de exageraciones, y de puntos de vista, que muchos otros sucesos igualmente fatales. Es por eso que ya es leyenda. Y a la gente le da igual saber la verdad, tantas verdades que se hundieron.
Horty, el obrero de una fundición francesa que en una competición gana una estancia en Southampton para ver zarpar al Titanic, comprende que el espíritu humano está hecho de sueños. El Titanic no era tan imponente como su fabulación lo recrearía después, nunca hubo en él historias y romances tan bellos como los que la imaginación exaltada de los curiosos materializaría en sus opulentos salones y camarotes.
Marie, la misteriosa camarera que llamó a la puerta de Horty en aquella noche de abril, sería ninfa y heroína, diosa del amor y del sexo, aventurera osada, cicerone de la sensualidad desbordada, con unos labios más turgentes que el común de las mortales, una piel de una calidad ultraterrenal, un hambre insaciable.
Y Horty, una vez devuelto a la gris y sucia fundición, se da de cara de nuevo con las miserias de obrero pobre, pero algo ha surgido en él, estimulado por su breve estancia en Inglaterra: la necesidad de contar, para quien quiera escucharle, pero sobre todo para escucharse él mismo, el milagro de una noche de primavera en la que él se enamoró de una desconocida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La foto de Marie es el testimonio del auténtico rostro de la musa, pero lo que menos interesa a todos es que Marie hubiera podido ser, o no, una pobre chica desahuciada que probablemente nunca vivió nada más emocionante que embarcarse en el Titanic. A nadie le importa si sus bonitos ojos no habían visto más que vulgaridad o las más insospechadas maravillas. Qué más da si conoció el amor verdadero o fue otra de tantas. Tampoco interesa si se hundió con el barco o si sobrevivió.
Lo que la gente quiere son las palabras que la convierten en diosa y princesa, en enamorada, amante y amada, valiente Venus atravesada por las flechas de Eros. Y así Horty satisface la sed que yace en su interior, y la sed de todos nosotros.
Bigas Luna se embarcó, con esta sorprendente coproducción romántica en la que la ambigüedad es la nota más sobresaliente, en la huidiza y envolvente estela de los anhelos, en los deseos que proclaman lo que se decía en la letra de aquella canción: “No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí.”
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