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Voto de TheYllusionist:
8
Voto de TheYllusionist:
8
7.1
28,440
Drama
Cochabamba, Bolivia. Año 2000. Sebastián (Gael García Bernal) y Costa (Luis Tosar) se han propuesto hacer una película sobre Cristóbal Colón y el descubrimiento de América. Mientras que Sebastián, el director, pretende desmitificar al personaje presentándolo como un hombre ambicioso y sin escrúpulos; a Costa, el productor, sólo le importa ajustar la película al modesto presupuesto del que disponen; precisamente por eso elige Bolivia, ... [+]
24 de febrero de 2012
24 de febrero de 2012
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una productora va a Bolivia a rodar una película sobre la llegada de Colón a América. Costa, el productor encarnado por Luis Tosar, intentará exprimir al máximo la inocencia de los indígenas, manteniendo el presupuesto a flote. Pero los crecientes altercados sociales debidos a la falta de agua harán que la situación se desestabilice hacia una lucha por la justicia y la supervivencia.
Icíar Bollaín vuelve a la pantalla con una película un tanto desequilibrada. El principio es una especie de crítica meta-cinematográfica a la hipocresía y prepotencia de muchas personas que se saben poderosas en el sector, así como de su falta de principios en los métodos utilizados. Sin embargo, se da un giro enorme hasta terminar con una especie de reminiscencia de la propia colonización, en la que el pueblo resiste frente a las imposiciones del tirano; el mismo drama en el siglo XXI. El único punto de referencia en este recorrido es Costa y el arco de transformación tras el que acaba compadeciéndose del indígena y redimiéndose de su codicia.
El auténtico motor dramático es el choque de culturas y de mentalidades, que se resume en una escena: cuando las mujeres indígenas se niegan a interpretar la escena en la que supuestamente ahogan a sus hijos. Para los cineastas no es más que otro engaño a la cámara para sugerir una acción, pero ellas se horrorizan sólo de pensarlo. La película nos enseña a ver el auténtico drama: no hay una verdadera compasión por parte de los "poderosos" hacia esas personas que viven engañadamente explotadas y sometidas a unas condiciones de vida que precisamente ellas no se merecerían.
Icíar Bollaín vuelve a la pantalla con una película un tanto desequilibrada. El principio es una especie de crítica meta-cinematográfica a la hipocresía y prepotencia de muchas personas que se saben poderosas en el sector, así como de su falta de principios en los métodos utilizados. Sin embargo, se da un giro enorme hasta terminar con una especie de reminiscencia de la propia colonización, en la que el pueblo resiste frente a las imposiciones del tirano; el mismo drama en el siglo XXI. El único punto de referencia en este recorrido es Costa y el arco de transformación tras el que acaba compadeciéndose del indígena y redimiéndose de su codicia.
El auténtico motor dramático es el choque de culturas y de mentalidades, que se resume en una escena: cuando las mujeres indígenas se niegan a interpretar la escena en la que supuestamente ahogan a sus hijos. Para los cineastas no es más que otro engaño a la cámara para sugerir una acción, pero ellas se horrorizan sólo de pensarlo. La película nos enseña a ver el auténtico drama: no hay una verdadera compasión por parte de los "poderosos" hacia esas personas que viven engañadamente explotadas y sometidas a unas condiciones de vida que precisamente ellas no se merecerían.