Uno puede criticar al capitalismo voraz que todo lo devora, incluyendo una pieza literaria fantástica que ha quedado reducida a varias horas de palomitas y efectos especiales. También puede despotricar sobre las licencias, que la historia de amor se haya hecho más pastelosa y mil cosas más. Sin embargo, hay que quitarse finalmente el sombrero ante Peter Jackson y su equipo.

No es tarea fácil, se ha tenido que invertir mucho dinero, tiempo, esfuerzo, trabajo y talento para llevar la empresa a buen puerto, para desembarcar en unos puertos grises donde premios y el cariño del público han dado justa recompensa a los viajeros, aunque el bueno de Elijah Wood, un tipo muy profesional, deberá andarse con ojo de que no le encasille el carismático Frodo, lo mismo para Sam.

Todo en "El Retorno del Rey" tiene tintes de Apocalipsis, justo cuando la presencia de Aragorn (tremendo Viggo Mortensen) ya reina casi en solitario en la otra gran batalla que se decide, en la cercana lejanía del último viaje de los hobbits a Mordor, de la mano incierta, peligrosa y complicada del antihéroe Gollum.

Los fans incondicionales de la saga no pueden quejarse, Hollywood y esa tierra mágica que ahora todos conocemos, aunque sea en la gran pantalla, de Nueva Zelanda, lo han conseguido. Se ha respirado una atmósfera digna del mejor Tolkien.

Le encantará a los amantes de la trilogía original y a buena parte del público, excepto los menos apegados al cine más espectacular y que buscan otro tipo de entretenimientos quizás más reflexivos internos.

Por lo demás, está de... progenitora.