Algo más de una década ha pasado desde que Kevin Feige se puso al mando de este proyecto, dando vida a un universo cuyo origen tuvo lugar en 2008 con Iron Man. Pero diez años no es nada. Han dado tanto de sí «se han producido 22 películas hasta Endgame» que parece que ha pasado más. Sin embargo, se nos han pasado volando. Y a estas alturas, ya no nos sorprende tanto el raudo crecimiento de la productora y en el tan poco tiempo que ha evolucionado y madurado. Con Endgame, el fan-service ha alcanzado un nivel nunca visto hasta ahora, dejando a Marvel en una posición tan alta que actualmente no tiene a nadie con el que rivalizar. Si en la industria del cine existiera Dios, ese sería Marvel Studios. Esta última entrega de la saga del infinito no es el cierre de la 3 fase del UCM, y será Far From Home la encargada de poner el broche de oro a dicha fase.

Con esto dicho, toca hablar de Endgame. La película está dividida en tres actos claramente diferenciados, un primero donde el arranque, que puede parecer precipitado «pero es que debe ser así», se encarga de poner en situación al espectador mostrándonos la ubicación de cada uno de los personajes después de la batalla con Thanos. También nos pone en situación después del salto temporal. A partir de ahí, la trama sigue su curso hasta que se descubren los elementos que van a ser propulsores para que la historia avance y que van a girar, durante los siguientes dos actos, en torno a los personajes, y que también trazará el destino de cada uno de ellos. Todo ello, aderezado con el humor tan característico y al que nos tiene acostumbrados, que se ha convertido en marca de la casa.

El segundo acto es una locura, pero sin duda, está marcado por una evidente madurez narrativa en la que nuestros personajes evolucionaran personal y emocionalmente y se enfrentaran a esas dificultades más íntimas, esas que les impide alcanzar ese estado óptimo de humanización tan necesario en los personajes. La trama se sitúa en distintos lugares donde cada personaje resuelve su situación a su manera, pero todos con el mismo objetivo. En esta parte hay tiempo para peleas con uno mismo y para encuentros que desprenden ternura y amor. De hecho, hay tiempo para muchas cosas.

El tercer acto y clímax final son épicos, con batallas espectaculares, acción a raudales y unos efectos visuales dignos de una costosa superproducción de superhéroes como es esta película. Y claro el alto presupuesto no solo se nota en el extenso metraje «poco más de tres horas, pero como si fueran treinta minutos» sino que también en las escenas de acción y batalla. En Endgame no hay un factor sorpresa potente, por eso, en este sentido tiene un nivel de impacto más bajo que Infinity War. Pero esto no quiere decir que sea peor, es más, supera a esta última ya que es mucho más redonda. Tiene sus giros de guion como no, y algunos bastante buenos, tanto como para fascinar al espectador. Es como si de una pólvora se tratase, los hermanos Russo van lanzando cohetes poco a poco, perfectamente coreografiados, reservándose una gran cantidad para la traca final. La película, para nada, es previsible y su trama es muy fácil de seguir. Pero sí que hay acontecimientos que seguramente se pueden dar por hecho. Además de que se dan soluciones sencillas a situaciones complejas.

Endgame es épica, apoteósica, maravillosa, es la obra maestra que Marvel Studios nos había prometido, y supone el fin de una era y el comienzo de otra dónde seguro nos esperan nuevas aventuras de nuestros superhéroes favoritos y nuevas dificultades que tendrán que superar. Pero lo que sin duda Endgame es una aclaración, resolución «llámalo como quieras» de todas las dudas e incógnitas que nos dejó Infinity War. A partir de aquí, veremos como la productora asume y afronta el UCM. Y de momento, tenemos aplacado el mono por lo menos hasta Far From Home. Endgame, para mí, cumple las expectativas, la película es muy emocionante, divertida, emotiva, humana, tierna y entrañable y he quedado más que satisfecho con el cierre de esta saga.