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España España · Badajoz
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Voto de ww98:
10
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Drama. Romance Un granjero (George O'Brien) convive felizmente en el campo con su esposa (Janet Gaynor). Pero la aparición de una seductora mujer (Margaret Livingston) de la ciudad hace que comience a enamorarse de ésta, y a pensar que su mujer es un estorbo que se interpone en la felicidad entre él y su nueva y sofisticada amante. (FILMAFFINITY)
24 de marzo de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
F.W. Murnau, con Amanecer (1927), no solo firmó una de las más grandes obras del cine mudo, sino que también legó al séptimo arte una de las películas más bellas jamás filmadas. En un periodo de transición entre lo rural y lo urbano, entre el cine expresionista alemán y la sofisticación del sistema de estudios de Hollywood, Amanecer encapsula la esencia del cine romántico en su estado más puro, sirviéndose de imágenes de una potencia visual inigualable.

La película, estrenada en un mundo occidental que aún digería las secuelas de la Primera Guerra Mundial y asistía al auge de las metrópolis y el consumo, plantea una dicotomía que va más allá del mero contraste entre campo y ciudad. La vida rural se presenta como un espacio oscuro, envuelto en una pesadumbre que apenas deja filtrar la esperanza. El protagonista, atrapado en la monotonía de la naturaleza y el trabajo, es seducido por una mujer de la ciudad, cuyo magnetismo encarna el peligro de lo desconocido, lo tentador, lo corrupto. Es el ruido de la urbe, las luces y el movimiento, lo que parece ofrecer una alternativa a la rutina del campo, pero Murnau revela que esta supuesta modernidad no es más que un espejismo, una trampa disfrazada de promesa.

La secuencia en la ciudad, con su vibrante dinamismo, su caos casi musical y su exuberancia visual, parece un canto a la modernidad, pero bajo esa aparente alegría late un poso de artificialidad y peligro. El cineasta nos muestra que la tentación urbana no es más que una extensión de la sombra que proyecta la amante del inicio, una manifestación de la vorágine que amenaza con consumirlo todo.

Porque, como bien nos advierte su frase inicial, esta historia de pasiones, de oscuridad y redención, de amor y tentación, no pertenece a una sola época. Es una canción eterna, un eco que se repite en todas las generaciones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero lo que eleva Amanecer a la categoría de obra maestra es su cierre. Si la tragedia parecía inevitable, Murnau se permite un último acto de poesía cinematográfica. Aquellas cañas que en un principio estaban destinadas a salvar al asesino en potencia, terminan salvando a su esposa, salvando su amor, devolviéndolos a la luz del amanecer. No es solo un final feliz, sino la reafirmación del poder redentor del amor, de la esperanza que persiste incluso cuando todo parece perdido. La belleza de este último acto, con la luz del sol asomando tras la tragedia evitada, convierte la película en una elegía visual, en un poema filmado que sigue resonando en la historia del cine.
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